Ballenas diabólicas
El mapa con que Olao Magno acompañó su Historia de las gentes septentrionales (1539) es una obra llena de detalles iconográficos fascinantes.
Olao Magno fue un escritor y eclesiástico sueco que en 1555 publicó una obra clave para conocer la cultura de la antigua Escandinavia, la Historia de las gentes septentrionales. Además de por este libro, Olao Magno es conocido por un mapa fascinante que dibujó hacia 1539, sufragado por el patriarca de Venecia, Hieronymo Quirino. El mapa original se perdió en 1574, pero en 1886 se encontró una copia en el Hof-Staatsbibliothek de Munich. En 1961 se descubrió una segunda copia en Suiza, que actualmente se guarda en la Universidad de Upsala.
En el mapa encontramos dibujos muy interesantes, como las ballenas de aspecto malvado que hay hacia el noroeste. En el libro, Olao primero describe las ballenas en general, recalcando su carácter monstruoso y lo peligrosas que resultan para los seres humanos.
«Hay peces monstruosos en las costas o en el mar de Noruega, de nombre inusitado (aunque se consideran del género de los cetáceos), que ya en su primer aspecto ponen de manifiesto su crueldad, e infunden horror a quienes los miran, produciendo espanto e incluso estupor si se prolonga su contemplación. Pues tienen formas horribles, cabezas cuadradas, punzantes por todas partes y rodeadas de cuernos agudos y largos, a modo de una raíz de árbol arrancada; ojos desmesurados, de diez o doce codos de longitud, color muy negro: su contorno excede los ocho o diez codos; la pupila, de un codo, presenta un color rojizo y llameante, que en las épocas tenebrosas aparece de lejos a los pescadores como fuego encendido; pelos, como plumas de ganso, espesos y largos, a manera de barba que cuelga; el resto del cuerpo en relación con el tamaño de la cabeza, que es cuadrada, es muy pequeño, ya que no tiene más de catorce o quince codos de longitud.
»Una sola de estas bestias vuelva con suma facilidad y sumerge muchas grandes naves, llenas de fortísimos marineros» (1).
Luego explica con más detalle algunas variedades de estos monstruos, como el Fiséter o príster, ruina de navegantes, que hunde muchas naves inundándolas con chorros de agua que expulsa por la cabeza.
«Esta bestia posee también una boca grande y amplia, circular, como la murena, con la que chupa el alimento o el agua; y, echando y cargando su peso contra la proa o la popa, hunde y sumerge el navío; a veces, no contenta con dañar con agua sola (como hemos dicho), vuelca cruelmente la nave como un minúsculo vaso, con el dorso o la cola» (2).
Esta visión de las ballenas como monstruos peligrosos se corresponde, en gran parte, con la que tenían por toda Europa desde tiempos antiguos y no resulta extraña. Algunas de estas creencias no eran ciertas, por muy fuerte que respirase, una ballena no podía hundir un barco con meros resoplidos; pero una embarcación sí que podía terminar naufragando en caso de ser embestida por algún cetáceo despistado o enfurecido. Basta imaginar que estamos a bordo de una trirreme griega, una galera romana o un drakar vikingo, con la cubierta rozando las olas, para comprender el pánico que debía de suscitar en la tripulación una ballena acercándose a toda velocidad.
De todas maneras, en los dibujos y textos de Olao se advierte un tono demasiado despectivo contra las ballenas, a las que caracteriza como monstruos horribles que vuelcan las naves por pura crueldad. La razón de esta antipatía, probablemente, sea que en el cristianismo la ballena simbolizaba el mal. Un ejemplo muy claro al respecto es el episodio de Jonás y la ballena.
Recordemos que Jonás fue elegido por Yavé para que anunciara a los ciudadanos de Nínive que iban a ser castigados por su maldad. Jonás se embarcó rumbo a Nínive. En medio del mar, Yavé desató una fuerte tormenta. Los marineros pensaron que la culpa era de Jonás y, con su consentimiento, lo echaron al mar. Yavé envió un gran pez para que se tragase a Jonás y, durante tres días, permaneció en su vientre hasta que fue liberado por Dios.
Aunque en la Biblia no se especifica a qué especie se correspondía aquel pez, ya en el Nuevo Testamento se identificaba con una ballena, que simboliza un rito de tránsito entre el pecado y la pureza.
«Entonces interrogaron a Jesús algunos de los escribas y fariseos, y le dijeron: Maestro, quisiéramos ver una señal tuya. Él, respondiendo, les dijo: la generación mala y adúltera busca una señal, y no le será dada más señal que la de Jonás el profeta. Porque, como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el seno de la tierra». (3).
Una isla inquieta
En una de las ballenas de la Carta Marina de Olao hay anclado un barco. Sobre su lomo dos hombres preparando algo en un caldero al fuego. Vamos a analizar esta escena con detalle, pues ilustra una creencia medieval muy curiosa.
Durante la Edad Media se escribieron varias obras en las que se relataban viajes al más allá, al Infierno y al Paraíso, de las que la Divina Comedia de Dante Alighieri es el ejemplo más conocido. Estas obras solían tener un objetivo edificante, advertían sobre los horrores eternos que le esperaban al pecador, al que desobedecía los preceptos de la Iglesia, tras la muerte. Aquellos infiernos literarios se inspiraban en referencias bíblicas, clásicas y de la tradición mitológica local, como el mundo celta en el caso de los autores irlandeses.
Una de las primeras obras de este género fue la Navigattio Sanctii Brendani abbatis (El viaje del abad san Brandán), escrita por algún monje anónimo, quizá irlandés, hacia el siglo VIII. La Navigattio describe el viaje de este abad legendario, san Brandán, por el más allá hasta que alcanza el Paraíso y regresa a su monasterio. Esta historia tuvo un gran éxito y por toda la cristiandad circularon copias y versiones en romance, como el Viaje de san Borondón, de Benedit (4).
A san Brandán y sus catorce compañeros les pasaron diversas peripecias extraordinarias en su viaje al más allá y una de ellas fue, precisamente, desembarcar en una ballena a la que confundieron con una isla.
«Entraron en la nave y al llegar a la otra isla, la nave empezó a pararse. Aquella isla era pedregosa y sin hierba; tenía pocas plantas y en la orilla no había arena. Velaron en oración y vigilia fuera de la nave, y les hizo cantar misas. A continuación pusieron la olla sobre el fuego y empezó aquella isla a moverse como una ola y los hermanos comenzaron a correr hacia la nave. En la orilla, el padre uno a uno los metía dentro. Y dejando todo lo que habían llevado en aquella isla, comenzaron a navegar. La isla se movía en el océano y podían ver el fuego ardiendo desde dos millas de distancia. Entonces San Brandan dijo a los hermanos:
—Hijos míos, no tengáis miedo, Dios me reveló esta noche, por medio de una visión, el misterio de esto. La isla que visteis y en la cual estuvisteis, no es isla sino pez. Es el primero de todos los que nadaron en el océano, e intenta siempre con su boca alcanzarse la cola, y no puede hacerlo por su longitud. Se llama Ysconio [Iasconius]». (5).
Este motivo de la ballena que se confunde con una isla, la Iasconius, fue muy popular en el ámbito cristiano y es probable que Olao lo estuviera recogiendo en su Carta Marina. Pero su antigüedad es aún mayor que la Navigattio, pues ya aparece en el Fisiólogo.
El Fisiólogo es un conjunto de relatos que se escribieron, quizás, en la ciudad de Alejandría hacia el siglo II. Casi todos los relatos hablan de animales y están acompañados de una enseñanza cristiana a modo de moraleja. Desde tiempos antiguos fue una de las principales referencias en la elaboración de bestiarios, volúmenes ilustrados de la Edad Media en los que se trataba de animales y plantas. Sobre el gran cetáceo aspidoquelone decía que:
«Hay en el mar un cetáceo, el aspidoquelone; tiene dos naturalezas. La primera es ésta: si tiene hambre abre la boca y de ella sale un olor muy intenso, y tan agradable que los peces pequeños se congregan en torno a su boca y van tras de su aroma, y se le meten todos en la boca. Y cuando su boca está llena encierra a todos los peces y los traga. Pero los peces grandes y maduros no se acercan a su boca.
»De la segunda propiedad del pez
»Porque en su conjunto se muestra tal como una pequeña isla. Por su parte los navegantes suponen que se trata de una isla y tras el azote de la tempestad amarran sus naves a ella. Y cuando encienden fuego para cocinar o calentarse, al sentir el fuego se sumerge en las profundidades y arrastra consigo todas las naves amarradas.
»A este animal se asemejan las mujeres fornicadoras, de las que dice Salomón: Porque mana la miel de los labios de la meretriz, que unge tu rostro con ungüento; pero después resulta más amarga que la hiel, y más cortante que una espada de doble filo; ella hunde en las tinieblas al pecador. Pero no se acercan a ella los perfectos y los cautos, como lo fue José ante la mujer egipcia, como lo fue Elias rechazando a Jezabel, como lo fue Susana en medio de los viejos. Con razón, por tanto, es asimilada la mujer a este pez». (6).
Por lo tanto, en el mapa de Olao hay reflejada una creencia que comenzó a fraguarse unos 1.300 años antes. Pero, ¿en qué se inspiró el Fisiólogo para imaginar esta ballena que confundía a los navegantes y provocaba su perdición?
Notas
- Olao Magno. Historia de las gentes septentrionales. Edición de J. Daniel Terán Fierro. Tecnos, 1989. Libro XXI – Capítulo 5.
- Ibid. Libro XXI – Capítulo 6.
- San Mateo, 12 – 38.
- El Viaje de san Borondón está editado en español por Gredos. Os lo recomiendo aunque solo sea para leer la excelente introducción de Julián Muela Ezquerra.
- El manuscrito de la Navigatio Sancti Brendani abbatis en el códice número 10 de la Real Academia de la Historia. Traducción de María José Vázquez de Parga y Chueca. En Medievalismo, No 15 (2005). Ver PDF.
- No tengo a mano ninguna edición del Fisiólogo A, la más antigua, como la publicada en Gredos. La cita proviene del Fisiólogo C brendensis, muy bien traducido y comentado por José Antonio Vilar. Formidable también la introducción de Pilar Docampo Álvarez y los dibujos de Javier Martínez Osende. La versión C del fisiólogo latino. El codex bongarsianus 318 de Berna. En Medievalismo, 10 (2000). Ver PDF.
Escrito en El Mar de Iasconius (2009-04-09)
Creo que en “Las mil y una noches” hay una historia parecida, de marineros que confunden la ballena con una isla y encienden fuego en su lomo. Puede ser en una de la aventuras de Simbad, pero no lo recuerdo bien. Podría ser un antecedente de Olaf.