Colombia 2: el eje cafetero
Segunda etapa del viaje a Colombia, el eje cafetero, donde vimos pueblos muy chulos e hicimos un par de trekkings muy divertidos.
El Eje Cafetero está compuesto principalmente por tres departamentos: Caldas, Quindío y Risaralda, ubicados en el centro-oeste de Colombia. La región se caracteriza por sus paisajes montañosos, con numerosos valles y ríos que crean condiciones ideales para el cultivo del café. Además de los cafetales, hay numerosos parques naturales y varios pueblos pequeños como Salento y Finlandia muy bonitos, que destacan por la arquitectura colorida, las calles empedradas y unas vistas espectaculares.
Nosotros, después de transbordar en Pereira, llegamos a Salento hacia las siete de la mañana tras haber pasado la noche en un bus nocturno que salía de Bogotá. Aunque el autobús era cómodo, no conseguí dormir mucho por la costumbre local de escuchar música y ver vídeos en el móvil a todo volumen sin usar cascos.
Así, sin haber dormido apenas, dejamos las mochilas en un sitio muy chulo y barato que encontramos por el centro, desayunamos café con arepas y marchamos para el monte: a seguir la ruta del Valle de Cocora. El valle forma parte del Parque Natural de Los Nevados y es conocido por ser el hogar de la palma de cera del Quindío, el árbol nacional de Colombia. Estas palmas son las más altas del mundo y pueden alcanzar hasta 60 metros de altura.
El valle ofrece varias rutas de senderismo, que varían en dificultad y distancia. Los visitantes pueden disfrutar de caminatas a través de los bosques de niebla y a lo largo de ríos y cascadas, con vistas impresionantes de las palmas de cera y las montañas. Nosotros hicimos la más habitual, una circular de unos 12 km con un desnivel de unos 800 metros que alcanza casi los 3.000 metros de altura.
Aunque debimos descalzarnos para cruzar algún que otro riachuelo y aunque estuvo lloviendo durante un buen rato, la ruta se hizo bien y solo me resultó dura una cuesta muy empinada que sube hasta una cafetería llamada La Finca de la Montaña.
Quizás si hubiéramos seguido la dirección contraria habría sido menos exigente, pero así no habríamos disfrutado de los bosques de palma al final, que es la mejor manera de terminar la ruta.
Después del trekking volvimos a Salento en un willy, un jeep colorido que es la mejor manera de desplazarse por la zona.
Comimos algo y fuimos a conocer una finca cafetera, donde aprendimos mucho sobre el cultivo de café. No sabía que el proceso era tan laborioso. Primero se siembran en viveros y luego se trasplantan al campo. Después de 4 a 7 años, los cafetos comienzan a producir frutos, que son cosechados a mano. Una vez recolectados, los granos de café son extraídos de las cerezas a través de métodos húmedos o secos, y posteriormente se secan, se clasifican y se tuestan. Y durante todo este período la planta se puede ir al traste por el ataque de los insectos, aunque a veces ese café se puede aprovechar moliéndolo y tostándolo, como sucede con el café soluble.
Terminamos la excursión tomando un tinto buenísimo. Esta manera de preparar el café, al final, casi que me gustaba más que los expresos europeos, aunque he de reconocer que no hay mejor café en el mundo que el expreso italiano (el español, en cambio, suele ser una porquería torrefactada imbebible).
Tras la puesta de sol buscamos un sitio donde tomar una cerveza, pero estaba complicado. Era día de elecciones locales y había ley seca. Hasta que no pasasen, prohibido beber alcohol, pero conseguimos sortear esta ley marciana yendo a la sede del ganador del pueblo, donde había un montón de gente tomando y allí pudimos conseguir unas cervecitas.
Al día siguiente fuimos en un willy a Finlandia, otro pueblo del eje cafetero muy bonito.
Desde allí fuimos a hacer un trekking guiado por el Valle del río Barbas, una zona boscosa muy densa donde te puedes encontrar pumas, serpientes, al mono aullador y a una simpática ranita roja que si te roza te mueres.
Hay que hacerlo necesariamente guiado porque son fincas privadas, pero aún así estuvo muy bien. El guía que nos había tocado se confundió y marchó con otro grupo y nosotros de chiripa terminamos con un chico y una chica encantadores.
No conseguimos ver monos, solo mosquitos, muchos, pero el camino fue tan chulo que nos dio igual servirles de almuerzo.
De nuevo empezó a llover. El cielo estaba roto, que dicen allí, y llueve incluso en la estación seca. Cómo hacía calor, el chaparrón no molestaba, aunque el suelo se volvía aún más barro y debimos avanzar con cuidado agarrando árboles y lianas. Aún así, caímos más de una vez y terminamos llenos de barro.
Después del trekking, de vuelta en Finlandia, nos llegó a nosotros la hora de comer y nos zampamos todo pirañas una bandeja paisa, que tiene chorizo, arroz, aguacate, chicharrones, plátano, carne picada… Una barbaridad.
Nos dimos otra vuelta y ya marchamos hasta la pequeña ciudad de Armenia, donde cogimos un avión local hasta Medellín.
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