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El códice Boturini: 3. El árbol truncado

Análisis de la tercera lámina del códice Boturini

El códice Boturini: 3. El árbol truncado

Tercer capítulo de la serie dedicada al análisis del Códice Boturini, también conocido como Tira de la Peregrinación. En esta ocasión veremos la tercera lámina, una de las más complejas de todo el códice, sembrada de incógnitas complicadas de resolver.

Lámina 3

La tercera lámina es muy extraña. Las pisadas nos conducen primero a un árbol con brazos que se está partiendo por la mitad. Del árbol sale una línea en la que hay cinco bolitas negras. Al lado un tempo pequeño del que asoma la cabeza del dios Huitzilopochtli. Luego hay un grupo de cinco señores que parece que están comiendo unas bolas blancas y a continuación otro grupo llorando en torno a Huitzilopochtli. En la parte superior están los ocho pueblos que vimos en la lámina anterior y dos señores, uno de ellos llorando. ¿Qué significa todo este lío?

Lámina 3 de la Tira de la Peregrinación.

Una comparación peligrosa

Para resolver este enigma desconcertante, tenemos que comparar el códice Boturini con otras fuentes, pues por sí misma es imposible de interpretar, pero antes conviene recordar unas precauciones.

Primera, las fuentes son subjetivas. Las crónicas y los códices que hablan de la emigración de los pueblos prehispánicos no son estudios históricos realizados con rigor científico, sino las narraciones que fueron transmitiendo en los altépetl, en las ciudades Estado mesoamericanas, de generación en generación y, por lo tanto, están mediatizadas por los intereses de cada lugar en cada momento.

Como resultado, nos encontramos con que puede haber numerosas variantes de un mismo suceso con distintos personajes y pueblos, tal y como sucede, por ejemplo, con el listado de pueblos que salen de Aztlán, que estaba condicionado por la relación que tenía cada altépetl con los poderosos vecinos de Tenochtitlán. Como explica Federico Navarrete Linares en su delicioso ensayo Los orígenes de los pueblos indígenas del Valle de México (1):

«A partir de esta interpretación puede entenderse con más claridad el significado simbólico y político que tenían las listas de pueblos hermanos que pasaron juntos por Chicomóztoc: se trataba de enumeraciones de pueblos que formaban parte de un mismo sistema político pluriétnico, integrado por altépetl que estaban subordinados por relaciones militares y tributarias a un altépetl más poderoso, pero que conservaban y defendían su autonomía interna.

»[…] Las listas de pueblos hermanos, así como las descripciones de los eventos en Chicomóztoc, deben ser leídas como expresiones de las relaciones políticas que existían entre los altépetl involucrados en el momento en que fueron escritas las historias, o al menos poco antes de la conquista española, y no como descripciones literales de acontecimientos acaecidos mucho tiempo atrás en ese lugar de origen. Según dicha lógica, incluir a un grupo en esta lista era reconocerlo como pariente o súbdito, siempre de acuerdo a la realidad política del momento».

Derivada de esta subjetividad de cada fuente es la segunda precaución que debemos mantener y es evitar la tentación de proyectar de forma forzada sobre una fuente de datos información recabada de otra, pero que en realidad no se encuentra en la primera. Por ejemplo, puede ser arriesgado dar por sentado que el listado de pueblos que vimos en la lámina anterior estaba formado por tal o cual pueblo porque así aparece en otro sitio.

La tercera precaución que debemos mantener está relacionada con los textos que acompañan las figuras de los códices, sobre todo cuando son prehispánicos o tempranos, pues a veces pueden ser interpretaciones incorrectas. Como veremos más adelante, los códices podían ser copias de otros más antiguos y las anotaciones pueden estar equivocadas, ya sea porque el informante no supiera ya qué significaban los dibujos originales, ya sea porque no tenía interés en darle a los cronistas y demás agentes oficiales del nuevo gobierno pistas sobre algo que podían utilizar en su contra.

La última preocupación a la hora de comparar códices que destaco ahora es la necesidad de asegurarnos de que son históricos y no una falsificación realizada en tiempos más o menos modernos. Como explica Juan José Batalla (2), ya debía de existir una falsificación masiva de códices desde «mediados o finales del siglo XVII, bien a comienzos del XVIII. Todo depende de cuándo datemos los Códices Techialoyan»; por lo que debemos ser extremadamente cautelosos antes de saltar de uno a otro. Por ejemplo, en los estudios sobre la emigración de los mexicas a veces se toma en cuenta el llamado Códice de Azcatitlán partiendo de la premisa de que fue realizado en el siglo XVI, sin embargo, según Batalla es probable que sea una falsificación realizada finales del XVII y mediados XVIII, al igual que otras obras del catálogo que reunió Lorenzo Boturini en el siglo XVIII.

«¿Por qué no se ha planteado nunca la originalidad de las obras que reunió Boturini? ¿Cómo certificaba Boturini que el documento que le entregaban era original? En nuestra opinión sería necesario llevar a cabo un análisis profundo y a todos los niveles de los códices recopilados por Boturini. Máxime cuando en su Catálogo él ya indica que algunas obras son copias, con lo cual ¿qué valor hemos de darles a estas copias? ¿Eran exactas a su original o se introducían modificaciones?

»De hecho, en lo relativo al Códice Azcatitlan el propio Boturini lo describe del siguiente modo: “Otro mapa en papel europeo, de veinticinco fojas, quizás traducido de otro antiguo” indicando a continuación que es copia (Boturini 1986: 117). Es decir, mientras él mismo indica que se trata de un documento “traducido” de otro anterior, recalcando finalmente que es copia, los investigadores lo utilizamos como un códice original de mediados del siglo XVI, resultándonos de enorme utilidad para describir la Historia de los aztecas desde la partida de su tierra de origen hasta bien entrado el siglo XVI con la Colonia en pleno apogeo. Con el Códice Cozcatzin ocurre algo similar, pues Boturini (1986: 118) nos dice que es original, pero podemos preguntarnos de cuándo es original: ¿del siglo XVI, XVII o XVIII?

»Determinar esta cuestión es importante. Nosotros hemos podido ver personalmente en la Biblioteca Nacional de Francia los dos códices y creemos poder afirmar que tienen como soporte idéntico papel, con lo cual si uno es copia, posiblemente de finales del XVII a mediados del XVIII, el otro es “original” del mismo periodo».

En síntesis, manejemos las fuentes con cautela, tratemos de evitar las interpretaciones circulares -como en esta fuente dicen esto, aquí también debe ser esto y por lo tanto en la otra fuente también es esto-, desconfiemos de las glosas añadidas a los códices y descartemos aquellos que pueden ser una falsificación.

El códice X

En 1945, R. H. Barlow propuso que que algunas fuentes estaban relacionadas y que unas se inspiraban en otras hasta que llegó a la conclusión que debió de existir lo que denominó la Crónica X, una fuente desconocida que en teoría habría servido de referencia, al menos, para la Crónica Mexicana de Tezozmoc y las historias de Durán. Décadas después María Castañeda de la Paz hizo el mismo ejercicio con los códices que trataban de la emigración legendaria de los mexicas y propuso la existencia de una obra primigenia que llamó el Códice X (3).

«Una situación semejante [a la de Barlow] la encontramos con un conjunto de documentos pictográficos y de carácter mixto – en el que se alterna pictografía y texto alfabético en nahuatl –, donde todo parece indicar que procedieron de una fuente puramente pictográfica, el Códice X. Hablamos de la Tira de la Peregrinación o Códice Boturini (BNAH, México D.F.), el Códice Aubin (Museo Británico, Londres), el Manuscrito Mex. 40 (BNF, París), el Manuscrito Mex. 85 (BNF, París) y el Ms. núm. 8 de Princeton (Biblioteca de la Universidad de Princeton)».

De todos estos documentos, los que considera más tempranos son la Tira de la Peregrinación y el Códice Aubin, aunque este es un códice «mixto en el que la pictografía quedó relegada a un segundo plano, cobrando protagonismo un texto alfabético que sustituía el antiguo discurso oral que acompañaba a dicha pictografía». Vamos a revisarlo a ver si encontramos alguna pista que nos ayude a entender qué significa esta escena del árbol truncado.

La versión del códice Aubin

El códice Aubin era otra de las obras que reunió Lorenzo Boturini durante un viaje por México en la primera mitad del siglo XVIII. Este códice, que también se conoce como Histoire de la nation mexicaine depuis le départ d’Aztlan jusqu’à l’arrivée des conquérants espagnols, es un libro pequeño de unos 15 por 11 centímetros, y está realizado en papel europeo. En la primera página se indica que el documento fue «escrito aquí hoy en México el 27 del mes de septiembre de 1576». Sin embargo, narra acontecimientos que llegan hasta 1607.

Desconozco si se considera una falsificación. Los dibujos son más toscos que la Tira y se advierte con claridad la influencia europea. Como decía, además de los dibujos hay numerosos pasajes de texto, aunque, como indica María Castañeda de la Paz «hay que ser cautelosos con él. Ese texto no deja de ser tardío, fechado por Dibble hacia 1562, y pudo ser simplemente copia de uno anterior como lo fueron los textos del resto del corpus relacionado» (4).

En la primera lámina relacionada con la emigración de los mexicas, hay una representación de Aztlán. Se muestra como una isla y en el centro hay un cerro sobre el que se encuentra un señor. A su alrededor se ven 4 casas sobre las que se ha escrito el término Azteca (5).

Debajo de Aztlan hay ocho casas numeradas que representan a los pueblos que desglosa justo encima:

«Hay allí una cueva de donde salieron los ocho calpulli: el primer calpulli de los huexotzinca, el segundo calpulli de los chalca, el tercer calpulli de los xochimilca, el cuarto calpulli de los cuitlahuaca, el quinto calpulli de los malinalca, el sexto calpulli de los chichimeca, el séptimo calpulli de los tepaneca, el octavo calpulli de los matlaltzinca.

»Cuando allí permanecieron los que fueron habitantes de Colhuacan; atravesaron hacia acá de Aztlan [los aztecas], allí salieron a recibirles los de Colhuacan». Cuando los habitantes les habían visto, luego dijeron a los aztecas:

»—Señores nuestros, ¿a dónde vais? Nosotros estamos dispuestos a acompañarlos.

»Luego les dijeron los aztecas:
—¿A dónde os vamos a llevar?

»Luego dijeron los ocho calpulli:
—No importa, señores nuestros, pues os acompañaremos.

»Y luego dijeron los aztecas:
—¡Está bien, acompañadnos!»

Como no asocia los pueblos con ningún pictograma, es arriesgado decir que son los mismos que aparecen en códice Boturini, donde, como vimos, algunos gentilicios se prestan a varias interpretaciones.

En la lámina siguiente están representados los cuatro teomama, que de izquierda a derecha, llama Quauhcóhuatll, Apanécatl, Texcacóhiacatl y Chimalma.

El texto relacionado con esta imagen dice:

«De Colhuacan salieron llevando a quien adoraban como un dios, Huitzilopochtli. Cuando vinieron trajeron de allá de Aztlán a una mujer de nombre Chimalma. Se dividieron en cuatro mientras caminaron.

»El año 1 Técpatl partieron de Colhuacan. Fueron cuatro quienes llevaron a cuestas al dios, una persona de nombre Quauhcóhuatl, una segunda Apanécatl, una tercera de nombre Texcacóhiacatl, una cuarta de nombre Chimalma».

La siguiente lámina es parecida a la que estamos analizando de la Tira de la Peregrinación. Se encuentra el árbol sobre una especie de rectángulo con rayas y debajo se encuentran los cuatro teomamaque alrededor de unas bolas obloides de color verde.

El texto traducido dice

«Y cuando vinieron a llegar al pie de un árbol, luego allí se asentaron. Era muy grueso el árbol. Luego allí formaron un altar sobre el que pusieron al diablo [al dios]. Cuando habían formado el altar, luego tomaron sus provisiones. Pero ya que iban a comer, luego sobre ellos el árbol se quebró.

»Luego, por esto dejaron lo que comían, por largo tiempo estuvieron con las cabezas inclinadas. Y luego, les llamó el diablo [el dios], y les decía:

»—Mandad a los ocho calpulli que os acompañan, decidles: nosotros no iremos adelante, nos iremos por otro rumbo.

»Cuando les habían dicho esto, se pusieron muy tristes aquellos ocho calpulli. Cuando les habían mandado luego dijeron los ocho calpulli:

»—Señores nuestros ¿a dónde nos iremos? Pues nosotros os acompañaremos.

»Luego otra vez les dijeron:

»—No vayáis.

»Luego primero partieron los ocho calpulli. Allí les abandonaron al pie del árbol; permanecieron ellos mucho tiempo allí».

Según Federico Navarrete hay «otras seis fuentes que cuentan exactamente la misma anécdota, que concluye siempre con la orden de Huitzilopochtli para que los mexicas se separen del resto de los pueblos hermanos» (6). Y en casi todas, añado, el árbol rajado es poco relevante. Sí, el árbol se quiebra y eso de alguna manera parece que está relacionado con las decisiones que se toman después. Pero, ¿qué significan los brazos?, ¿por qué se rompe? y ¿por qué este suceso se percibe de forma tan trágica? Viendo los códices, leyendo las crónicas, en cierta manera, uno se queda con cierta sensación de sospecha, como si a la narración le faltara algo. ¿Podría ser que en las crónicas no se estuviera recogiendo algo más transcendente respecto a este árbol con brazos truncado?

¿Tamoanchan?

Algunos investigadores como Alfredo López Austin o Patrick Johansson (7) han señalado que el árbol truncado de la Tira de la Peregrinación podría estar relacionado con otro de los lugares legendarios de Mesoamérica: Tamoanchan.

Tamoanchan representado en el códice Telleriano-Remensis (fol. 19r).

Tamoanchan era un lugar legendario, de una riqueza simbólica extraordinaria, que aparece en diversos mitos y leyendas mexicas. Al igual que sucede con la Jerusalén bíblica, que tiene una existencia terrenal y otra celestial, Tamoanchan a veces es un lugar sagrado relacionado con el mundo de los dioses y a veces se vincula con el mundo de los hombres, tal y como sucede por ejemplo en un relato que recogía Bernardino de Sahagún relacionado con la migración mexica.

Según este relato, los mexicas habían llegado a México por mar, en unos barcos que desembarcaron en Pantlan. Y desde ese puerto «comenzaron a caminar por la ribera del mar, mirando siempre las sierras nevadas y los volcanes, hasta que llegaron a la provincia de Cuatimala, siendo guiados por su sacerdote, que llevaba consigo su dios de ellos, con quien siempre se aconsejaba para lo que habían de hacer. Y fueron a poblar en Tamoanchan, donde estuvieron mucho tiempo».

Desde Tamoanchan, sigue el relato, fueron saliendo algunos grupos particulares de los mexicas, como «los sabios o adivinos que se decían amoxoaque, que quiere decir hombres entendidos en las pinturas antiguas», así como diversos pueblos, como los tepanecas, los acolhoaques, los chalcas, los uextonzcincas, los tlaxcaltecas o «los michoaques con su señor que les guiaba llamado Amímitil». Finalmente, marchan también todos los mexicas guiados por su dios.

«Después de esto, a los mexicanos que quedaban a la postre les habló su dios diciendo que tampoco habían de permanecer en aquel valle, sino que habían de ir más adelante para descubrir más tierras y se fueron hacia el poniente».

Libro X, cap. 29.

Pero, como decía, Tamoanchan también es un lugar relacionado con el mundo de los dioses y el escenario de varios mitos, como el que explica el origen de la humanidad. Hay distintas versiones del mito, pero en esencia viene a contar que los dioses querían poblar la superficie de la tierra, así que enviaron al dios Quetzalcóatl al inframundo, al reino de los muertos, a Mictlan, donde reinan Mictlantecuhtli y Mitlancíhuatl, a por unos huesos sagrados. Quetzalcóatl consiguió los huesos después de superar una prueba y marchó con ellos, pero Mictlantecuhtli quiso recuperarlos y envió a sus servidores por ellos. Se produjo una pelea, Quetzalcóatl murió y los huesos cayeron y se rompieron esparcidos por el suelo.

Aunque la historia podía haber terminado en desastre, poco después Quetzalcóatl resucitó, recogió los huesos rotos y los llevó a Tamoanchan. Alló los molió una diosa llamada Cihuacóatl y los echó en una vasija preciosa. Quetzalcóatl se pinchó el miembro y su sangre cayó sobre los huesos y, después de que otros dioses también hicieran penitencia se formó la humanidad (8).

Tamoanchan en una lámina del códice Borgia.

Hay otra leyenda muy importante entre varias más relacionada con Tamoanchan, pero antes de hablar de ella, vamos a fijarnos con más detenimiento en los señores que están comiendo al pie del árbol. ¿Nos puede dar alguna pista el alimento principal del banquete, esas especie de bolas sobre una cesta?

¿Un banquete sagrado?

Las bolas que hay en la cesta podrían tratarse de tamales, una delicia que se prepara con masa de maíz, muchas veces mezclada con otros ingredientes, envuelta en una hoja y cocida al vapor. El término proviene del náhuatl tamalli, que significa «envuelto» y su consumo estaba muy extendido por la antigua Mesoamérica (9). En el códice Florentino, una obra que preparó el fraile franciscano Bernardino de Sahagún en la segunda mitad del siglo XVI a partir de los datos que le fueron dando unos informantes nativos, hay varias ilustraciones donde aparecen los tamales y se encuentran representados con los mismos elementos: la cesta, las envolturas redondas y la olla de tres patas donde los preparaban, que probablemente era un metate (10). De hecho, en el códice Aubin están pintados de verde.

códice Florentino. Libro II.

Por el propio Sahagún sabemos, además, que los tamales se consumían a veces durante algunas festividades religiosas, como ocurría durante la fiesta oauhquiltamalcualiztli en honor del dios Ixcoçauhqui (Xiuhtecuhtli).

«En este mes, como está dicho arriba, comían tamales por todos los pueblos y en todas las casas y toda la gente, y convidábanse los unos a los otros con ellos. Y también ofrecían al fuego cada uno en su casa cinco houauhquiltamales puestos en un plato, y también ofrecían sobre las sepulturas de los muertos adonde estaban enterrados a cada uno un tamal. Esto hacían antes que ellos comiesen de los tamales; después comían todos y no dejaban ninguno para otro día; esto por vía de ceremonia».

Libro II, capítulo 38.

Baste este ejemplo para poner de relevancia las conexiones del maíz, alimento base en toda Mesoamérica, con el mundo de los dioses y cómo los tamales podían ser una pieza clave de las ceremonias religiosas. Si esta interpretación fuera correcta, el banquete que se están pegando nuestros aztecas cobra un nuevo significado, pues podría ser que no fuera una comida sin más, sino una pitanza relacionada con algún tipo de ceremonia relacionada con el maíz. Y sea esta sospecha atinada o no, lo interesante es que el maíz está directamente relacionado con Tamoanchan.

Según se cuenta en la Leyenda de los Soles (120 – 121) recogida en el Códice Chimalpopoca, escrito quizás a mediados del siglo XVI, una vez que hubo nacido la humanidad, los dioses se preguntaron qué iban a comer. Entonces Quetzalcoatl se fijó en una hormiga negra que traía un maíz desgranado y le preguntó dónde lo había conseguido. Después de mucho insistir, la hormiga accedió a enseñarselo y Quetzalcóatl la acompañó disfrazado de hormiga roja hasta un sitio llamado Tonacatépetl donde estaba depositado el maíz.

Este sitio estaba custodiado por los tlaloque, los siervos del dios de la lluvia Tlaloc, pero aún así Quetzalcóatl consiguió un poco de maíz y lo llevó a Tamoanchan, donde lo mascaron los dioses y se lo dieron a los seres humanos para robustecerlos. Viendo que el alimento era bueno, los dioses trataron de conseguir todo lo que había en el Tonacatépetl, pero todos fracasaron menos uno llamado Nanáhuatl que lo destruyó a palos consiguiendo así arrebatar a los tlaloque el maíz blanco, el negro, el amarillo, el colorado, el frijol los bledos, la chía, el michihuauhtli y todo el alimento.

El templo del dios

Hay otro detalle que nos permite intuir la solemnidad del lugar donde se han detenido a comer, sea este o no Tamoanchan, y es el templo de Huitzilopochtli.

Huitzilopochtli en la primera lámina (1), la tercera (2 y 3), la segunda (4) y la quinta (5).

El dios aparece 5 veces en el códice. En dos de ellas forma parte del tlaquimilolli, del bulto sagrado, que es en sí mismo un templo entendido como la morada del dios. En la primera lámina, aparecía en una especie de templo, pero hecho de ramas. Patrick Johansson (11) lo asociaba con el mito de nacimiento de Huitzilopochtli a partir de un pasaje de la Crónica Mexicáyotl que transcribo entero modernizando las grafías:

«Tras esto, llamó Cihuacoatl a los tlamacazque, sacerdotes, a todos les dijo: “Mirad, hermanos y señores, que esté el templo de Huitzilopochtli muy adornado, limpio, aderezado de todo punto, y hagáis un altar, que llaman acxoyatl, que llaman por otro nombre oyametl, que a de ser lo más de él adornado de hojas de ciprés montesino, y los incensarios (tleniaitl) para el sahumerio de la persona del rey Ahuitzotl».

fol 085r.

Estas plantas de acxoyatl podrían ser de abeto y están relacionadas con los rituales de sacrificio y la leyenda de los 5 soles; pero no quiero entrar ahora al análisis del templo de la primera lámina, sino sólo destacar que es un templo con unas características especiales, en el cual vivía Huitzilopochtli antes de que comenzara la peregrinación.

Una vez que se ponen en marcha se representa custodiado en su bulto sagrado y solo en esta lámina de todas las que hay en la Tira aparece fuera de él. En un caso en un templo y en el segundo sobre una especie de cuadrado que puede significar cualquier cosa o incluso simplemente que el tlacuilo no tenía gana de pintar otro templo y que daba por sentado que se entendería que era el mismo que hay en la lámina. En síntesis, no parece descabellado pensar que los aztecas fundaron un templo en este sitio del árbol truncado.

El texto del códice Aubin también habla de la preparación de un altar, de un templo.

«Y cuando vinieron a llegar al pie de un árbol, luego allí se asentaron. Era muy grueso el árbol. Luego allí formaron un altar sobre el que pusieron al diablo [al dios]. Cuando habían formado el altar, luego tomaron sus provisiones…».

Detalle del árbol del Códice Aubin.

El dibujo parece acompañar esta lectura. En las raíces parece que se encuentra un tlaquimilolli, uno de los bultos sagrados donde se atesoraban las reliquias divinas, y el cuadrado con rayas podría tratarse de un templo dibujado con un estilo más europeo, en el que se destacan las escaleras.

Tres representaciones de templos con el estilo europeizado. A la izquierda en el Códice Florentino, en el centro en el Códice Durán y a la derecha, en color, en el Códice Aubin (fol. 035-036).

En síntesis, no estoy seguro si el sitio del árbol con brazos truncado es Tamoanchan, pero sí parece claro que debió de ser un sitio lo bastante importante como para que los aztecas levantaran un templo a su dios principal.

¿Cinco?

Queda un elemento por mencionar en este desbroce de la primera escena y es esa tira con cinco puntos que sale del árbol. Podría significar otra cosa, pero es probable que sea el numeral 5, macuilli, que se solía representar en los códices mexicas o bien con una raya o bien con 5 puntos unidos por una raya (12). Pero, en caso de que sea este número -y que no esté representando algún tipo de metáfora que se me escapa, como «grande»- ¿qué 5 cosas son? ¿días?

En Los mitos del Tlacuiche, un ensayo donde aborda distintos mitos mesoamericanos, Alfredo López Austin indicaba que «un extraño elemento del árbol también puede relacionarlo con Tamoanchan: cinco puntos que parecen numerales de día, pero sin nombre de día de veintena. El número cinco está relacionado con Tamoanchan. En un día cinco, sin nombre de día de veintena, los dioses arrancaron las ramas. Por eso se celebraba la expulsión [de Tamoanchan] todos los días de numeral cinco. Códice Telleriano-Remensis, lam. VII. (90)».

Poco más puedo añadir, salvo destacar el carácter hipotético de todo lo expuesto hasta ahora. Hay que seguir investigando.

Por último, indicar a vuelapluma que quizás los aztecas no se incluyeron a sí mismos en el listado de pueblos con pictograma, sino que estaban representados por los teomamaque y demás personajes del cuerpo central de esta lámina, tal y como vimos en el análisis de la anterior. Es decir, tal vez estemos viendo a nueve pueblos y no ocho. Si esto fuera así, quedaría un número más interesante, pues los aztecas creían que el Inframundo, Mictlan, estaba dividido en nueve niveles. La secuencia simbólica nos llevaría de esta manera desde la existencia en un plano mítico (Aztlán), al ascenso por el Inframundo y el parto (Chicomoztoc),y finalmente la irrupción en el mundo de los seres humanos (Tamoanchan). Bueno, vamos a dejar este embrollo aquí, que me disperso.

Detalle de la tercera lámina de Tira de la Peregrinación.

Mitos despojados

Si el árbol quebrado que hay en la Tira de la Peregrinación estuviera representando Tamoanchan, que no es seguro, la escena podría estar relacionada con algún tipo de mito vinculado con el origen de los dioses y los hombres, el ciclo del maíz, el dios Huitzilopochtli, la fundación de un templo y el relato legendario de la migración mexica desde la idealizada y primigenia Aztlán. Son referencias que encajan en el contexto de un relato más complejo y mitológico.

Ahora bien, en ese caso, cabría preguntarse por qué en la mayor parte de las crónicas, el episodio del árbol se describe como un mero fenómeno casi natural, un árbol que se rompe sin más. Y la respuesta podría estar, recordemos, en que los relatos sobre la emigración de los pueblos estaban muy condicionados ideológicamente, sobre todo cuando los protagonistas eran los mexicas, ya que configuraban su identidad frente a aquellos extranjeros españoles que habían llegado para derrocarlos. En palabras de Alfredo López Austin (1994, pág. 65):

«No había otra solución. La realidad colonial obligaba a los mexicas a adoptar una nueva y firme posición frente a su historiografía. Debían sostener su validez; pero al mismo tiempo debían limpiarla de las viejas concepciones religiosas. En caso de que negaran el valor de sus fuentes históricas tradicionales, no tendrían forma de justificar ninguna nueva versión: de haberlo hecho, habrían quedado frente a los dominantes como un pueblo sin memoria histórica. Pero si no desmitificaban sus propias fuentes históricas, los cristianos las invalidarían por juzgarlas demoníacas. La solución era la depuración de las fuentes. Éstas valían, pero solo después de que sus noticias fuesen cernidas en el tamiz de la nueva verdad revelada».

En síntesis, hay una lectura plana de la escena, la que hicieron o le dieron a los cronistas españoles en la que se cuenta sencillamente que un árbol se truncó por la mitad y que aquel acontecimiento produjo gran conmoción entre los aztecas. Aunque no se expresa con claridad, se intuye que aquel suceso está relacionado con las decisiones que se tomaron después relacionadas con la separación de los pueblos. Salvo por las alocuciones de Huitzilopochtli, comparables a las que hace Yahveh en la Biblia cuando conmina al pueblo elegido a hacer esto o lo otro, este relato carece de intervenciones divinas. Es un discurso que podían entender los conquistadores españoles y sus cronistas y que dejaba a los mexicas en buen lugar.

Pero también hay una lectura más compleja, entre varias, que sitúa la emigración de los aztecas con el paso por un sitio legendario llamado Tamoanchan, el cual está relacionado con mitos pan-mesoamericanos sobre el origen de los seres humanos y el maíz. En cualquier caso, aquí también se producirá una ruptura que, como veremos, está relacionada con la construcción de la identidad del altépetl protagonista de nuestra historia. Pero, ¿quién se está despidiendo? El asunto no está nada claro.

Una despedida triste

En la lámina hay otras dos escenas además del árbol truncado: el grupo que llora y pueblo que se marcha. No está claro cuál precede a cuál. Como explica Juan José Batalla, en época prehispánica y varios códices tempranos, la lectura se hacía de abajo hacia arriba y así parece que ocurre en nuestro caso si nos fijamos en alguna secuencia donde aparecen años consecutivos.

Detalle de la Tira de la Peregrinación indicando el sentido de lectura de los pictogramas del calendario.

Pero como la escena de la presunta discusión se encuentra más a la izquierda, se intuye que sucedió antes, ya que podía haberlo puesto después continuando en la lámina siguiente, tal y como hace con las pisadas del pueblo que marcha. Comencemos pues con esta primera escena.

Detalle de la tercera lámina de Tira de la Peregrinación.

A la izquierda vemos a un señor con el mismo pictograma que hay en el templo central de Aztlán de la primera lámina. Esto indica que podría ser el sacerdote del dios de aquel templo, y no sería extraño que recibiera el mismo nombre del dios. Como vimos, María Castañeda suponía que podría tratarse de Amímitl, un nombre que derivaría de atl «agua» y mitl «flecha», y que se podría traducir como Flecha de agua o Caña de agua. Retomaré su hipótesis en la siguiente lámina, que termina de explicar mejor su fundamento, y de momento vamos a quedarnos solo con algo que parece evidente y es que se trata de una autoridad máxima de los aztecas.

A la derecha hay un señor que parece estar recibiendo instrucciones, con la cabeza gacha, y está llorando. Es probable que la línea curva con tres puntos que hay encima del pictograma de su pueblo esté representando la noche, que en otros códices se muestra como un semicírculo negro con muchos ojos (las estrellas).

Dos escenas del Códice Mendoza donde se asocia un semicírculo con ojos con la noche.

De la línea del pictograma salen unas pisadas que denotan que se está yendo, es de suponer, por lo que le ha dicho el jefe de los aztecas. Como vimos, Patrick Johansson pensaba que este pueblo era el de los aztecas, pero esta escena creo que contradice esta hipótesis, ya que las pisadas prosiguen en la siguiente lámina y nos llevan directamente fuera del códice, fuera del relato, mientras que las pisadas de enmedio siguen hilando el discurso central, representado en esta lámina por el grupo que llora y en la siguiente por los teomamaque y los sacrificados. Como la interpretación de que se trate de los cuitlahuacas tampoco está claro, vamos a denominarlos de momento el pueblo Cuadrado-agua.

Láminas III y IV de la Tira de la Peregrinación.

Ahora bien, ¿podría estar el señor del pueblo Cuadrado-agua representando a todos los pueblos que estaban acompañando a los aztecas hasta ese momento? No lo descarto. Los pictogramas de los pueblos no van a volver a aparecer en las siguientes láminas, donde además asistiremos a la transformación del grupo central guiado por los cuatro teomamaque en mexicas, que de ahí en adelante serán los protagonistas únicos de la historia. De hecho, en varias fuentes se indica que los aztecas se quedan solos mientras los demás se van, como sucede en la versión de Sahagún, en la que se recoge en el códice Aubin, en La historia mexicana desde 1221…, etcétera

Por último quedaría el grupo de señores que están llorando en torno a Huitzilopochtli. Son seis, al igual que eran seis los pictogramas con forma de casa que había rodeando el templo de Aztlán en la primera lámina. Según las crónicas estarían manifestando así la tristeza que sienten por la ruptura, aunque, como apunta Daniel Graña Behrens, es probable que sean también unas lágrimas simbólicas relacionadas con las crisis políticas y el respeto humilde ante las palabras del dios (13).

Detalle de la tercera lámina de Tira de la Peregrinación.

La última escena de esta lámina tan compleja, por lo tanto, está recogiendo aquel momento, cuando los aztecas se separaron de los demás pueblos y se quedaron solos como únicos protagonistas de la migración legendaria, y este es un pasaje cargado de intencionalidad política, uno de los argumentos ideológicos con los que los mexicas de Tenochtitlán justificaban su afán expansionista. En palabras de Federico Navarrete (2011, 171):

«Los mexicas afirmaban orgullosamente haber sido el último pueblo en establecerse en el valle de México para así distinguirse de sus vecinos y por esta razón daban una gran importancia histórica y simbólica a su larga migración, la cual servía además para establecer sus credenciales como pueblo guerrero y conquistador. Los otros altépetl, en cambio, enfatizaban su llegada temprana al valle de México y daban gran importancia a la compleja red de relaciones políticas y a los intercambios de bienes culturales que habían tejido en esta región, porque ésa era la base de su legitimidad política y de su identidad».

Termino con una anécdota curiosa, que seguramente solo sea fruto de la casualidad, pero que me llama la atención. Los aztecas eran un pueblo muy religioso, donde estaba muy presente lo que se conoce como «magia simpática» y que se basa en que lo similar produce lo similar. Es el substrato, por ejemplo, en el que se fundamentan los lapidarios medievales o la homeopatía, que es una de práctica supersticiosa irracional, pero que goza aún de mucha credibilidad en el siglo XXI. Hablando del «tránsito de las esencias» en Tamoanchan y Tlalocan, López Austin explica que existía una «esencia de adherencia», que se advierte por ejemplo en un pasaje de la obra de Sahagún (libro V, apéndice cap. VIII, 1, 299):

«Había esencia de adherencia: si un varón comía tamales que durante la cocción se hubieran pegado a la pared de la olla, la sustancia que introducía en su cuerpo podría hacer que durante el combate la flecha se adhiriera al arco y no resultara el disparo; correlativamente, si era mujer la que ingería los tamales, el niño podría quedar pegado en su vientre y la parturienta moriría de mal parto».

Como digo, seguramente solo sea una casualidad divertida, pero resulta curioso que en un pasaje de la migración azteca en el que se quedan «adheridos» en un sitio, poco antes hubieran comido tamales.

Y hasta aquí el análisis de esta lámina.

Posible lectura de la lámina

Tras salir de Teoculhuacan, los aztecas y los pueblos que los acompañaban llegaron a un lugar relacionado con un árbol truncado. Allí es probable que fundaran un templo en honor de Huitzilopochtli y celebrasen una ceremonia en la que se organizaba un banquete con tamales.

Aquel sitio podría ser el eco de una leyenda más antigua relacionada con Tamoanchan, un lugar vinculado con la generación de los dioses, de los seres humanos y del maíz.

Por razones desconocidas, quizás por orden de Huitzilopochtli, los pueblos se separan y se quedan solos los aztecas.

Continuará…

Notas y referencias

1. Federico Navarrete Linares. Los orígenes de los pueblos indígenas del Valle de México. UNAM, 2011. Consultar online.

2. Juan José Batalla Rosado. Documentación americana de los siglos XVIII y XIX. El caso de las falsificaciones de códices. VI Jornadas Científicas sobre Documentación Borbónica en España y América (1700-1868), págs. 43-58, 2006. Consultar.

3. María Castañeda de la Paz. El Códice X o los anales del grupo de la Tira de la Peregrinación. Evolución pictográfica y problemas en su análisis interpretativo. Journal de la Société des Américanistes, 91-1, págs. 7-40, 2005. Consultar.

4. María Castañeda de la Paz. La Tira de la peregrinación y la ascendencia chichimeca de los tenochca. Estudios de cultura Náhuatl, 38, págs. 183-212, 2007. Consultar.

5. Se puede encontrar una copia online del codice Aubin en amoxcalli.org. Consultar.

6. Entre las que cita Federico Navarrete se encuentran:

a. Códice de la historia mexicana desde 1221 hasta 1594 (s. XVIII).

«Luego allí se asentaron. Muy grueso era el árbol. Luego allí fueron a colocar su altar, sobre él pusieron a su dios, lo asentaron, luego le ofrendaron.

»Vinieron a tomar su provisión y luego ya comieron algo y enseguida sobre ellos se quebró el árbol. Luego, por esta causa, dejaron lo que comían, mucho se maravillaron, se sorprendieron, por mucho tiempo estuvieron con la cabeza agachada.

»Luego los llamó su dios, les dijo:

»—Despedid a los ocho calpulli que os han acompañado.
Decidles: —¡No iremos!».

Historia mexicana desde 1221…: 3.

b. Memoria de la llegada de los mexica azteca cuando vinieron aquí a México-Tenochtitlan.

«Se levantaba fresco y grande. Era muy ancho, tan ancho que cuatro [hombres podían] extender sus brazos [a su alrededor]; sus puntas tenían muchas ramas con sus hojas. Se levantaba, frondoso y muy verde. Sin embargo los antiguos no dijeron nada sobre el nombre del árbol. Quizás era un ciprés [ahuéhuetl]».

Memoria de la llegada: 19.

c. La versión de Alonso Franco, recogida por Alvarado Tezozómoc,
en su Crónica mexicáyotl, que afirma que los propios aztecas habían plantado el mismo árbol 1.008 años antes:

«Este mencionado árbol, que se rompió sobre los mexicanos, se convirtió asimismo en plantación de los aztecas, según dicen los ancianos, cuando hacía 12 años que estaban en Aztlan, en el año 12-casa; “61 años” (sic), cuando plantaron el árbol, el ahuehuete, hacía ya 61 años que había nacido Jesucristo, el hijo querido del Dios verdadero; en el año 5-pedernal, “1068 años”, fue cuando se rompió sobre de ellos».

Crónica mexicáyotl: 20.

d. La variante más extensa es la que recoge Chimalpahin en su tercera relación, pero el árbol sigue teniendo un papel secundario.

[…]

«Y cuando salieron de allí de Teocolhuacan, cuando emprendieron el camino para acá, fue durante el mismo año 1 técpatl mencionado aniba. Y al momento en que partieron de allí de Teocolhuacan, ciertamente cuatro vinieron cargando al diablo, al de nombre tetzáhuitl Huitzilopochtli que tienen por dios los azteca. Y aquí están los nombres de los cuatro teomamaque mencionados que vinieron cargando a Huitzilopochtli: la primera persona, de nombre Cuauhcóhuatl; la segunda, de nombre Apanécatl; la tercera, de nombre Tezcacohuácatl; la cuarta, de nombre Chimalma. Ya entonces se dirigen para acá, ya vienen caminando, durante el año 1 técpatl.

»Año 2 calli, 1065

»Aquí en éste, algunos antiguos señalan que fue cuando arribaron los
azteca [70v] al pie del gran árbol que se quebró sobre ellos al
momento en que llegaron los azteca.

»Año 3 tochtli, 1066

»Año 4 ácatl, 1067

»Año 5 técpatl, 1068

»Aquí en éste fue cuando arribaron los azteca al pie del gran árbol. Y cuando aquellos teomamaque, el de nombre Cuauhcóhuatl y el de nombre Apanécatl y el de nombre Tezcacohuácatl y la de nombre Chimalma, llegaron al pie del árbol, enseguida tomaron asiento en donde está el corpulento árbol; luego, allí en su base, colocaron su momoztli de tierra en el que asentaron al diablo Huitzilopochtli.

»Cuando lo asentaron, enseguida tomaron sus bastimentas; y estaban a punto de comer los azteca cuando de pronto se quebró sobre ellos el gran árbol. Y al punto abandonaron lo que iban a comer; durante muchísimo tiempo permanecieron cabizbajos los azteca, pero enseguida los llamó el diablo, les dijo Huitzilopochtli:

»—Despidan a las ocho poblaciones que los acompañan, a los colhuaque.
Díganles que no iremos a donde habríamos de ir, que de aquí nos volveremos.

»Y enseguida dieron licencia a los colhuaque, a las ocho poblaciones. Pero después que les hablaron, se entristecieron mucho los ocho pueblos, puesto que los despidieron. Y enseguida dijeron las ocho poblaciones:

»—Señores nuestros, ¿a dónde iremos? Sólo iremos en compañía de
ustedes.

»De inmediato les dijeron una vez más:

»—Pues no será posible. Solamente ustedes partirán.

»Y cuando escucharon esto los colhuaque, inmediatamente tomaron la delantera; los ocho pueblos mencionados, los colhuaque, partieron dejándolos al pie del gran árbol que se quebró sobre ellos.

»Y allí estuvieron durante largo tiempo [71 r] los azteca, allí donde se quebró el árbol sobre ellos, pero a la postre, cuando partieron para acá, cuando se desplazaron por el camino, vinieron a dar con los tlatlacatecolo que estaban tumbados entre huei cómitl y algunos al pie de mezquites. Éstos son a los que llaman mimixcohua: uno, de nombre Xiuhnel; el segundo, de nombre Mímich; el tercero, mujer, hermana mayor de ambos».

El Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, y no tengo palabras suficientes para estar agradecido, ha publicado online la edición de Víctor M. Castillo de la tercera relación de Chimalpain. Consultar.

7. Sobre Tamoanchan sugiero consultar:

López Austin, Alfredo. Tamoanchan y Tlalocan. Fondo de Cultura Económica. México, 1993.

López Austin, Alfredo. Los mitos del tlacuache. Universidad Nacional Autónoma de México. México, 1998.

Navarrete Linares, Federico. La sociedad indígena en la obra de Sahagún. En Bernardino de Sahagún. Quinientos años de presencia, págs. 95-116. 2012. Consultar.

Johansson K., Patrick. Tamoanchan: una imagen verbal del origen. Estudios de cultura Náhuatl, 49, págs. 59-92, 2015. Consultar.

8. La Leyenda de los Soles (III). Códice Chimalpopoca: Anales de Cuauhtitlán y Leyenda de los Soles. Traducción de Primo Feliciano Velázquez. UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, 1992. Consultar.

9. Sobre el tamal en tiempos prehispánicos recomiendo consultar:

Enrique Vela. El tamal en México. Breve historia. Arqueología Mexicana Especial 76, págs. 8-21, 2017. Hay algunos fragmentos online.

10. Desconozco si hay una edición online de la obra de Sahagún. En papel, yo manejo la edición de Juan Carlos Temprano en Historia 16 (Madrid, 1990). Lo que sí está disponible en la red es una edición facsímil del Códice Florentino. Consultar.

11. Patrick Johansson K. Estudio comparativo de la gestación y del nacimiento de Huitzilopochtli. Estudios de cultura Náhuatl, 30, 1999. Consultar.

12. Albert Davletshin y Alfonso Lacadena. Signos numéricos y registros de cuenta en la escritura jeroglífica náhuatl. Revista Española de Antropología Americana, 49, 2019. Consultar.

13. Daniel Graña Behrens. El llorar entre los nahuas y otras culturas prehispánicas. Estudios de cultura Náhuatl, 40, 2009. Consultar.

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