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Uzbekistán 3: Khiva

Tercera etapa del viaje por Uzbekistán

Uzbekistán 3: Khiva

Situada al oeste del país, Khiva es la tercera ciudad histórica de Uzbekistán. Salimos hacia allá por la mañana desde Bukhara y le dedicamos día y medio. Se puede llegar por tren, pero preferimos contratar un coche, que sale muy barato, y se llega mucho antes, ya que la carretera que une las dos ciudades va prácticamente en línea recta y está bien asfaltada.

En cuanto dejamos atrás Bukhara, los campos de algodón dieron paso a un desierto arenoso y monótono que a mí me gusta mucho, aunque puede resultar aburrido si no te gustan los desiertos.

Itchan Kala

Khiva, más ligada a la cultura persa, frente a Samarcanda y Bukhara más volcadas hacia el mundo mongol, se levantó en un antiguo oasis entre los desiertos de Kara-Kum y Kizil-Kum. Era otro enclave estratégico de la ruta de la seda, la última parada antes de adentrarse por el desierto y gozó de cierta prosperidad en el siglo XVI por el comercio de esclavos.

Hoy en día se divide en dos zonas bien diferenciadas: la Itchan Kala, la ciudad histórica, rodeada por una muralla impresionante y la Dichan Kala, extramuros, donde crece la ciudad moderna, de casas bajas y colores marrones.

Itchan Kala
Itchan Kala

La ciudad intramuros es pequeña, en línea recta se recorre de punta a punta en un momento, pero merece la pena hasta el último rincón. En cierta manera, es casi un museo gigantesco al aire libre, un poco como sucede con Venecia, pero no tan salvaje. De hecho, es muy recomendable darse un paseo de noche, cuando las calles apenas alumbradas se vacían de turistas y tenderetes de souvenirs.

Un recorrido por la ciudad histórica

Hay decenas de sitios históricos dentro de Itchan Kala y conviene sacarse en la oficina de atención al turista en la puerta oeste una especie de pase que permite entrar a todos los sitios relevantes. El que más me gustó fue la mezquita de Juma. La entrada es muy sencilla, una puerta de madera un poco destartalada y poco más, pero en el interior hay un ejército de columnas delgadas, de madera tallada, impresionante. Hay poco más de 200 y algunas se remontan al siglo X, aunque la mayoría son posteriores.

La mezquita cuenta con un minarete que estaba cerrado cuando fuimos, pero no nos importó porque al lado se encuentra el más alto de la ciudad, el minarete de Islam Khodja (1908-1910), que alcanza los 51,5 metros de altura.

La subida a lo largo de una escalera de caracol muy empinada daba algo de claustrofobia, pero sin duda que vale la pena, ya que desde arriba hay unas vistas magníficas de todo el centro histórico.

El minarete forma parte de un conjunto más amplio, que incluye también una madrasa que se levantó en tiempos recientes, hacia 1908, pero siguiendo el estilo tradicional.

Hay otro minarete destacado, el de Kalta Minor, levantado hacia 1852 por orden del gobernador de la ciudad Mohammed Amin Khan. Pretendía alcanzar una altura tremenda de unos 80 metros, pero tuvieron que contentarse con mucho menos, quizás por falta de fondos, quizás porque si seguían subiendo se les venía abajo, por lo que les quedó un tanto regordete por su diámetro de casi 15 metros.

Otra de las joyas de la ciudad es el palacio de Tash Hovli, que fue construido entre 1830 y 1841 para servir de residencia a Alla Kuli Khan, gobernante de Khiva. Es enorme, con unas 270 habitaciones distribuidas en tres grandes patios.

En fin, una delicia de ciudad a la que conviene dedicarle un día entero o incluso dos si vas con más calma. Además, puede ser un buen campamento base para conocer el desierto, pero eso lo contaré en la siguiente entrada de este viaje.

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