Turquía 7: el imperio hitita
El viaje por Turquía sigue en Ankara y Boğazkale en busca de la antigua civilización hitita.
Después de varios días en Capadocia, cogí el primer bus que salía a la mañana hacia Ankara, la capital, adonde llegué unas 4 horas después. Busque un sitio en el centro, que está algo alejado de la estación de autobús, y salí a conocer la ciudad.
Después de haber estado varios días haciendo el cabra por el campo, meterme en una ciudad tan bulliciosa como Ankara se me hizo pesado. Sin embargo, en la ciudad que había un sitio que me interesaba muchísimo: el museo de las civilizaciones.
En el museo se encuentran dos conjuntos de piezas, entre otros, que me interesaban mucho. Por un lado, restos de los poblados neolíticos de Anatolia, como Çatalhöyük, que son los asentamientos humanos más antiguos que se conocen. Alguno se remonta al VIII milenio a.C., es decir, hace 10.000 años.
Y el segundo conjunto que me interesaba sobremanera es una colección fantástica de la cultura hitita. Los hititas fueron una civilización que se desarrolló en Anatolia entre los siglos XVIII y XIII a.C. Junto con los egipcios y Babilonia fueron una de las grandes potencias de oriente Próximo.
De hecho, en una ocasión los egipcios trataron de conquistarlos y se enfrentaron en la llamada batalla de Qadesh, donde tuvieron gran protagonismo los recién descubiertos carros de guerra. ¡Y los hititas ganaron a los poderosos egipcios!
Me intrigaron mucho unas figuras con forma de toro que aparecían en unas estelas. ¿Estarían relacionadas con el Minotauro?
Y también me gustó mucho encontrarme con una representación de Gilgamesh, que quizás podría ser también de Enkidu, a pesar de lo que decía la cartela.
Hattusa
Pasé una noche reguleras, que justo debajo del hotel donde me alojaba había un bar muy ruidoso, pero desperté entusiasmado porque justo ese día tocaba ir hasta el yacimiento arqueológico de Hattusa, la antigua capital del imperio hitita.
Es algo complicado llegar en transporte público. Hay que coger un autobús hasta una ciudad pequeña llamada Sungurlu y ahí encontrar la manera de llegar hasta Boğazkale, desde donde se puede ir andando a los yacimientos. Hay una marshrutka con horarios raros que cubre el trayecto, pero no conseguí cogerla ni para ir ni para volver. Otra opción es hacer autostop o acordar un precio razonable con un taxi, que sin duda conviene buscar en Sungurlu.
Boğazkale es un pueblo muy pequeño, de gente amable, donde es imposible encontrar ni una miserable cerveza. Apenas hay turistas a pesar de la importancia de Hattusa, por su mala comunicación y por estar fuera de los circuitos de los tours. Supongo que en unos años estará mejor comunicado.
La visita a la ciudad lleva su tiempo. El yacimiento es muy grande y hay que subir una colina empinada para llegar a uno de sus extremos. Mínimo son unas 4 horas si te vas deteniendo en los sitios. Conviene llevar una guía, porque de lo contrario cuesta mucho enterarse de nada. Yo llevaba Hattusha guide, de Jürgen Seeher. Muy recomendable.
La ciudad es muy grande y estaba protegida por una gran muralla en la que se abrían tres grandes puertas. La más celebre es la de los leones, nombre que recibe por dos esculturas muy chulas que custodiaban la entrada.
También es muy llamativa la Puerta Real, que estaba protegida por guerreros.
Otra muy chula es la puerta de las esfinges, que se encuentra encima de un talud recorrido por un túnel. Parece ser que era una entrada ceremonial.
Se han encontrado los restos de unos treinta templos dentro de la ciudad, que podían medir desde unos 500 metros cuadrados hasta mil quinientos. En el mejor de los casos, apenas se conserva la planta de los templos, pero guía en mano te permite intuir ya cómo eran.
En el primer templo, el que se encuentra en la parte baja, nada más cruzar la puerta de entrada había una gran piedra verde a la que probablemente se rendía culto en la Antigüedad, como sucede hoy en día con la piedra negra de la Meca.
Marché del yacimiento cuando empezó a anochecer e hice bien en darme prisa, pues fue caer el sol y la temperatura bajó muchísimo. Llegué al pueblo que estaba a punto de cerrar el único bar con comida que había localizado. Compré algo de comer y me refugié en la habitación del hotel, que hacía un frío tremendo.
Al día siguiente fui a ver el santuario hitita de Yazılıkaya, que se encuentra encima de una colina a unos dos o tres kilómetros del pueblo. Servía como centro ceremonial al menos desde el siglo XVI a. C. y constaba de dos grandes zonas: las cámaras A y B.
Las dos cámaras estaban decoradas con bajorrelieves que se conservan bastante bien.
Tras ver el santuario volví a Ankara, donde al atardecer tenía que coger un vuelo para volver a la costa oeste del país, a Troya.
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