mmfilesi

Jeroglíficos: 1. introducción

Introducción a los jeroglíficos egipcios

Jeroglíficos: 1. introducción

Los jeroglíficos egipcios me parecen fascinantes y hacía tiempo que me apetecía asomar la cabeza en este sistema de escritura tan intrigante. En esta serie iré compartiendo mis apuntes personales sobre la materia. No soy especialista en Egipto y mucho menos en jeroglíficos, pero quizás le resulten de utilidad a alguien más estas notas personales.

Introducción

Aprender una lengua es de por sí un proyecto interesante; si, además, esa lengua se hablaba durante el antiguo Egipto y por añadidura se escribía con dibujos, la aventura se prevé aún más divertida, pero en este caso hay un valor añadido y es que el aprendizaje de los jeroglíficos conlleva aproximarse al arte y el pensamiento de Egipto, pues los jeroglíficos reflejaban y condicionaban todas las representaciones gráficas y mentales de la realidad. En palabras de Christian Jacq:

«Como Champollion, genial descifrador, ya percibiera, todo es jeroglífico en Egipto, trátese de un pequeño signo dibujado por la mano de un escriba sobre un papiro, o de una gigantesca pirámide. Esta última, en efecto, es un signo que podemos leer y que es sinónimo de “amor”, de “canal” (por el que pasa la energía). Toda aproximación al Egipto faraónico pasa, pues, por un pensamiento jeroglífico, consistente en buscar el sentido de lo que observamos, y en encaminar nuestros pasos tras los de los sabios con humildad, respeto y y deseo de comprender “en el corazón” lo esencial de su mensaje».

Introducción a Las máximas de Ptahhotep. Alianza, 1999.

Esto se entiende mejor con un ejemplo que se menciona en Cómo leer el arte egipcio de Richard H. Wilkinson. En el yacimiento de la antigua ciudad de Tanis se descubrió una estatua de Ramsés II en la que aparece protegido por el dios Horus y está representado como un niño acurrucado sosteniendo un tallo vegetal, con el disco solar sobre su cabeza. Aparte de otras consideraciones simbólicas, el conjunto forma precisamente su nombre, pues el jeroglífico del disco se lee “ra”, el del niño “mes” y el tallo “su“, es decir Ra + mes + su, el nombre escrito del rey, que vendría a significar El que nació de Ra.

En síntesis, estudiar los jeroglíficos es una manera de aproximarse al arte y el pensamiento del antiguo Egipto, una recompensa que compensa los esfuerzos que demanda la tarea.

Tipos de signos jeroglíficos

Los signos jeroglíficos se agrupan en tres grandes conjuntos.

a. Fonogramas: representan sonidos —una letra o una consonante para entendernos— y, a su vez, se clasifican en función del número de sonidos que indican:

  • monolíteros: un sonido, equivalen a nuestro abecedario.
  • bilíteros: dos sonidos.
  • trilíteros: tres sonidos.
  • polilíteros: son muy raros y expresan más de tres sonidos.

Para formar una palabra, además de incorporar los determinativos que veremos después, iban añadiendo distintos fonogramas hasta completar su pronunciación. Normalmente, cada fonograma o grupo de fonogramas completaba una parte de la palabra. Por ejemplo, para formar la palabra “barca”, dpt,  además del determinativo final, podían añadir el monolítero con forma de mano, que se pronuncia d, la estera, que es p, y un panecillo que equivale a t: dpt.

Sin embargo, a veces también reforzaban algún sonido, sobre todo en el caso de los bilíteros, añadiendo un monolítero al final o al principio, como puede ocurrir con la palabra “ir”, “salir”, en egipcio transliterado pr, que en ocasiones se escribía añadiendo al bilítero con forma de casa que se pronuncia pr, el monolítero con forma de boca, que se pronuncia r, como termina el anterior.

b. Determinativos: Son jeroglíficos semánticos, no se pronuncian y sirven para determinar el concepto que se está escribiendo con fonogramas. Por ejemplo, la palabra “cocodrilo” se podía escribir agrupando los monolíteros de la lechuza (m), del cerrojo (z) y de la trenza de lino (), mzḥ, y añadiendo la figura de un cocodrilo al final para reforzar -determinar- el valor semántico de los signos anteriores.

Hay que prestar atención a los matices del dibujo de un determinativo, ya que algunos pueden ser muy parecidos aunque signifiquen conceptos totalmente distintos. Por ejemplo, el determinativo para designar una persona, al ser humano de forma genérica, es un hombre sentado con las piernas cruzadas; sin embargo, si se lleva una mano hacia la cabeza, denota acciones de la boca o intelectuales, como amar; y si tiene los brazos levantados hacia adelante, adoración.

Los determinativos se suelen escribir al final de una palabra formada por signos fonéticos, por lo que resulta útil para identificar dónde termina una y empieza otra, y normalmente solo suele haber uno, aunque también pueden haber dos, como sucede con la palabra cosas, que se puede escribir con el determinativo para designar conceptos abstractos, un papiro enrollado, y el determinativo de tres líneas que denota plural (bueno, en este caso, en realidad serían tres, porque el panecillo es otro determinativo para referirse a los nombres en femenino).

Los determinativos a veces son una representación literal de la palabra que se está escribiendo con fonogramas, como el caso que acabamos de ver o el del término “viejo”, que se representa con un hombre encorvado apoyado en un bastón.

Pero a veces la relación es más sutil y se produce por asociación de ideas y metáforas, como sucede con el verbo “predecir”, “ver el futuro”, donde el determinativo es una jirafa, un animal que gracias a su cuello tan largo puede ver más lejos.

c. Logogramas o ideogramas. Representan una palabra completa. Se identifican a veces por una línea vertical debajo del ideograma. Es probable que el lenguaje jeroglífico estuviera formado en sus orígenes solo por ideogramas, pero con el tiempo tendieron a ir desapareciendo y en época clásica apenas se utilizaban.

Pueden estar acompañados por un determinativo en forma de raya vertical, pero otras veces van solo y se pueden confundir con los determinativos o un sonido fonético. Por ejemplo, el signo de casa, un rectángulo con una apertura que recuerda una puerta, puede ser el bilítero que equivale al sonido pr en la palabra “ir”, si está acompañada por unas piernas que van a la izquierda; pero también es un determinativo que indica que el término anterior está relacionado con una casa, como ocurre con la palabra “telar”; y, además, puede ser un ideograma por sí solo si está acompañado de una línea vertical abajo, como ocurre con el término para referirse al “palacio real”.

Suena complicado, pero no hay que preocuparse demasiado, ya que los ideogramas son bastante raros.

¿Cómo se lee un texto jeroglífico?

Los egipcios podían escribir textos jeroglíficos en casi cualquier sentido: de izquierda a derecha, al revés y de abajo arriba. De la única manera en que no escribían era de abajo arriba. Es un poco confuso, pero podemos saber cuál es la dirección correcta atendiendo a la disposición de los seres vivos que aparecen en el texto, ya que se orienta siempre hacia el punto de origen de una línea de lectura.

Así, por ejemplo, atendiendo a la dirección en la que están mirando los animales de la estela de Gatekeeper Maati (c. 2051 a.C.), en la que aparece representado el faraón Mentuhotep II, podemos saber que la línea superior debe leerse de derecha a izquierda y las verticales de arriba abajo empezando por la derecha.

Además de la dirección, para leer los jeroglíficos egipcios hay que tener en cuenta que no escribían de forma lineal como hacemos en la tradición occidental, con un signo después de otro, sino que trataban de distribuir los signos en un cuadrado imaginario que les permitía aprovechar todo el espacio disponible, además de obtener un efecto estético.

Este cuadrado se subdividía a su vez en cuatro cuadrados internos dispuestos en forma de cruz, en los cuales disponían los signos ocupando uno o más hasta completarlo. Así, atendiendo al número de subcuadrados que abarca cada signo y su dirección, podemos distinguir tres grandes grupos:

  • signos grandes que ocupan todo el cuadrado,
  • signos medianos que ocupan dos subcuadrados, ya sea en horizontal o en vertical,
  • signos pequeños que ocupan solo un subcuadrado.

El lío de las transliteraciones

En general, copiar las palabras de un idioma en otro lenguaje es una tarea difícil que se complica aún más si provienen de orígenes muy distintos, como sucede con el chino y el español. Pero en nuestro caso se vuelve todavía más arduo, dado que el antiguo egipcio es una lengua muerta y desconocemos cómo se pronunciaba en aquellos tiempos. Sin embargo, los especialistas han ido deduciendo a qué sonidos podían irse correspondiendo los distintos signos jeroglíficos y, aunque no hay un acuerdo unánime, más o menos podemos trasladar los dibujos a letras reconocibles del alfabeto latino ampliado con distintos signos diacríticos que matizan su pronunciación.

Este proceso de convertir los dibujos a letras equivalentes se denomina transliteración y no debe confundirse con la transcripción, que consiste en buscar la equivalencia de un nombre de una lengua en otra usando sus normas lingüísticas, como hacemos con el nombre de Confucio cuando transcribimos los caracteres chinos 孔夫子.

Una de las grandes diferencias entre la transliteración y la transcripción es que en el primer proceso no vamos a usar vocales, ya que en el antiguo egipcio -como ocurre con otras lenguas semíticas como el árabe o el hebreo- no se escribían las vocales, solo las consonantes y las semiconsonantes, al considerarlo innecesario para entender el significado de una palabra. Es como si en occidente se escribiera ptt en lugar de patata para ahorrar esfuerzo dando por sentado que todo el mundo sabe leer su significado. Ahora bien, como necesitamos poder pronunciar de alguna manera palabras como mr, que significa amar, los especialistas han establecido la convención de intercalar la vocal e cuando hay dos consonantes seguidas: mer.

mr

Amar se escribía con un determinativo que muestra un hombre llevándose una mano a la cabeza, el cual denota acciones mentales.

Esta convención de situar una e entre consonantes no se utiliza en los casos de la ȝ () y la ˁ (), que se utiliza la a; ni en el caso de la w (), que se puede utilizar la u, más fácil de pronunciar.

No es la única convención que se utiliza en la transliteración. Aunque depende de cada escuela y no es norma generalizada, una corriente defiende utilizar determinadas convenciones gráficas para facilitar la lectura:

  1. La terminación que distingue los sustantivos femeninos, -t, se separa del nombre principal con un punto: sj (hombre); sj.t (mujer).
  2. Lo mismo sudece con las terminaciones -kw, -tj y -w: jj.kw (yo he llegado).
  3. Las palabras compuestas se unen con un guion: ḥw.t-nṯr (templo).
  4. Las letras que no aparecen en un conjunto de jeroglíficos, pero que deberían aparecer si se escribieran de forma canónica, se ponen entre paréntesis: ḥ(n)q.t (cerveza).

Evolución

La historia la civilización egipcia es muy extensa. Siguiendo el marco cronológico que estableció en la Antigüedad un sacerdote egipcio llamado Manetón, se suele dividir en grandes períodos interrumpidos por momentos de crisis. Estos períodos, a su vez, se subdividen en dinastías, un concepto que introdujo Manetón y que quizás estuviera relacionado con el linaje.

En este largo período de tiempo, la lengua egipcia fue evolucionando. Primero se hablaba y escribía el llamado egipcio antiguo, una lengua del tronco camito-semita. A partir del imperio medio, el idioma evolucionó al denominado egipcio clásico o medio, que es el que se suele utilizar en los manuales actuales para aprender jeroglíficos. A partir del imperio nuevo, el egipcio clásico se convirtió en una lengua muerta que solo se utilizaba para algunos textos sagrados y el común de la gente comenzó a hablar el neoegipcio, que podría estar relacionado con los cambios que introdujo Akenatón. Por último, a partir del período tardío aparecen el demótico, que es una evolución del neoegipcio, y el copto, que surge durante el período ptolemaico y sobrevive de forma generalizada hasta la invasión árabe del siglo VII.

Además, también fue evolucionando la manera en que se escribía el egipcio. El jeroglífico se remonta al imperio antiguo, pero desde el imperio nuevo se encuentra otra denominada hierática, que serían una simplificación de los jeroglíficos, como si se quisieran escribir de forma más rápida que la clásica. Del hierático evolucionó el demótico, aún más estilizado, que surgió durante el período tardío. El jeroglífico se siguió utilizando en los monumentos y el hierático para los textos sagrados. Por último apareció el copto, que es el egipcio escrito con letras griegas.

Herramientas

Termino esta introducción hablando de dos herramientas fundamentales para traducir jeroglíficos: un catálogo de los signos que incluya, cuanto menos, los signos más habituales y, claro está, un diccionario.

Para el catálogo, la obra de referencia clave es el trabajo de Alan Gardiner, el cual clasificó los jeroglíficos en 26 grupos en función de la naturaleza representada: el hombre, la mujer, deidades, partes del cuerpo humano, mamíferos, etcétera. A la hora de referirse a un jeroglífico es convención utilizar este sistema. Así, por ejemplo, el jeroglífico B2 es el segundo jeroglífico del segundo conjunto del sistema de Gardinder (una mujer embarazada)

Para lo segundo, la obra fundamental es el A Concise Dictionary of Middle Egyptian de Raymond O. Faulkner, donde podemos encontrar los términos jeroglíficos principales. En español, ver el diccionario de Ángel Sánchez que menciono más adelante.

Bibliografía

A mí me han resultado muy útiles estos trabajos:

Diccionarios

Faulkner, Raymond; Jegorovic, Boris. A Concise Dictionary of Middle Egyptian. Griffith Institute, 2017.

O’ Neill, Damien Daniel. English/Hieroglyph Dictionary. App para Android.

Sánchez Rodríguez, Ángel. Diccionario de jeroglíficos egipcios. Alderabán, 2013.

Manuales

Cervelló Autuori, Josep. Curso gratuito Introducción a los jeroglíficos egipcios. Coursera 2022.

Collier, Mark; Manley, Bill. Introducción a los jeroglíficos egipcios. Alianza Editorial, 2013.

Gardinder, Alan. Egyptian Grammar. Griffith Institute Publications, 2001.

Huertas López, Laura. Curso de jeroglíficos egipcios. Vídeos. 2022. La autora tiene otros dos cursos mucho más completos en su plataforma digital Academia de Egiptología.

Kemp J., Barry. 100 jeroglíficos. Crítica, 2005.

Padró, Josep. La lengua de Sinuhé, Gramática del egipcio. Crítica, 2006.

Sánchez Rodríguez, Ángel. Cuadernos de Lengua Egipcia. Amigos de la Egiptología.

Selden, Daniel. Hieroglyphic Egyptian: An Introduction to the Language and Literature of the Middle Kingdom. Academia.edu.

Wilkinson, Richard H. Cómo leer el arte egipcio. Crítica, 1995.

Por último, recomiendo el procesador de texto Jsesh.

Comentarios

*

Sin comentarios