La mandrágora
La mandrágora se representaba de una forma muy curiosa, con forma de hombre....

Se cuenta en la Biblia que había un hombre llamado Jacob que estaba casado con dos hermanas (Génesis, 30). La pequeña se llamaba Lea y la mayor Raquel. Con Lea había tenido varios hijos, pero Raquel era infértil y la mujer andaba desesperada. Un día, un hijo de Lea encontró en el campo unas mandrágoras y Raquel se las pidió a cambio de que volviera a acostarse con Jacob.
«Fue Rubén en tiempo de la siega de los trigos, y halló mandrágoras en el campo, y las trajo a Lea su madre; y dijo Raquel a Lea: Te ruego que me des de las mandrágoras de tu hijo. Y ella respondió: ¿Es poco que hayas tomado mi marido, sino que también te has de llevar las mandrágoras de mi hijo? Y dijo Raquel: Pues dormirá contigo esta noche por las mandrágoras de tu hijo. Cuando, pues, Jacob volvía del campo a la tarde, salió Lea a él, y le dijo: Llégate a mí, porque a la verdad te he alquilado por las mandrágoras de mi hijo. Y durmió con ella aquella noche».
La razón por la que Raquel estaba dispuesta a todo por esas mandrágoras es porque en la Antigüedad se pensaba que esta planta curaba la infertilidad. No era la única virtud que le atribuían. En el De Materia Medica de Dioscurides, una obra monumental del siglo I, se dice de la mandrágora que:
«Algunos cuecen en vino las raíces hasta que quede el cocimiento reducido a su tercera parte, y, una vez colado éste, lo almacenan, y lo emplean dando de él un ciato a los que padecen de insomnio, a los que tienen muchos dolores o a los que quieren anestesiar para operarlos o cauterizarlos. Su licor bebido en el peso de dos óbolos, tras mezclarlo con miel, purga por arriba la bilis negra, como el eléboro. Bebido en mayor cantidad, quita la vida. Se mezcla también en preparados con propiedades oftálmicas o analgésicas y en supositorios emolientes. Aplicado solo, en el peso aproximado de medio óbolo, expulsa los menstruos y los fetos, y, aplicado por el ano a modo de supositorio, induce el sueño. Se dice que su raíz, cocida con el marfil durante 6 horas, lo ablanda incluso a él y lo hace fácil de moldear para confeccionar con él la figura que se quiera».
Además, es eficaz, dice, contra las inflamaciones de los ojos, las mordeduras de serpiente, los dolores articulares y alguna dolencia más. En síntesis: en grandes dosis es letal y en pequeñas se empleaba sobre todo como filtro amoroso y narcótico sedante, quizás alucinógeno.
Fue muy popular en durante la Edad Media y el Renacimiento y lo más divertido es la manera que tenían de representarla. Por la extraña forma de sus raíces y sus propiedades se consideraba una planta medio mágica y se dibujaba con formas antropomórficas: con cuerpo de mujer «la especie hembra, la negra, llamada ‘tipo lechuga’ (thridakía)», explica Dioscurides, y con cuerpo de hombre la que es «macho y blanca, a la que algunos llamaron ‘enloquecedora’ (mōrion). Sus hojas son blancas, grandes, anchas, lisas, <como las de la acelga>. Sus manzanas son el doble de grandes, azafranadas de color, bienolientes con cierta pesantez; los pastores las suelen comer y se quedan un tanto adormilados».
Además, también puede aparece un perro atado a la planta, ya que circulaba la superstición de que la mandrágora podía emitir un grito horrible y enloquecedor cuando era extraída, por lo que había que cubrirse los oídos con cera y ayudarse en la faena con un perro que se ataba a la planta.
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