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El laberinto 5: laberintos en la piedra

¿Fueron los laberintos prehistóricos tallados en la piedra la inspiración del laberinto cretense?

El laberinto 5: laberintos en la piedra

Tallados en piedras, por varios lugares de Europa se han descubierto laberintos cuya antigüedad podría remontarse a tiempos prehistóricos. Resulta de fundamental importancia conocer bien cuándo fueron realizados para situar el origen del mito. ¿Son anteriores o posteriores a la tablilla micénica de Pilos? Y, en caso de que sean más antiguos, ¿fueron la fuente en que se inspiró el mito griego?

Además, aparte de su posible parentesco con el laberinto cretense, todos constituyen por sí mismos un enigma fascinante. ¿Quién los realizó? ¿Qué simbolizaban? ¿Guardan alguna relación unos con otros?

Laberintos prehistóricos

El laberinto de Mogor

En Mogor, una localidad del municipio de Marín (Galicia), se encuentra uno de los laberintos más antiguos de Europa. Sigue un trazado unidireccional y en la entrada aparece un extraño signo que recuerda una puerta, aunque podría ser una mera decoración geométrica o la estilización de algún animal. Está tallado sobre la propia roca granítica que forma parte del suelo y la fina erosión que ha desgastado las líneas revela que fue realizado hace muchísimo tiempo. ¿Podemos saber algo más sobre este laberinto? ¿Quién lo talló? ¿Esconde algún significado profundo o se grabó por amor al arte?

Pedra do Laberinto, Mogor

Los petroglifos, es decir, los signos tallados en la roca, presentan una gran ventaja sobre otros soportes, como el pergamino: salvo por destrucción intencionada resisten muy bien los estragos del tiempo. Pero cuando se descubren al aire libre, como sucede con los petroglifos gallegos, para los arqueólogos suponen un grave problema. El fundamento esencial de la arqueología es la estratigrafía, la cual se basa en dos sencillos principios: primero, todo lo que está enterrado en el mismo estrato se corresponde al mismo período de tiempo; y, segundo, los estratos superiores se han formado más tarde que los inferiores. Por ejemplo, si en una tarta con muchas capas, en el estrato del chocolate encontramos una moneda romana y una gargantilla, podemos inferir que la gargantilla también se corresponde a la época romana porque se encuentra en el mismo estrato. Por lo tanto, el problema que presenta el laberinto de Mogor es que, al haber aparecido fuera de la tarta, del contexto arqueológico, apenas disponemos de elementos que nos sirvan de referencia cronológica y cultural.

Laberintos, ciervos y guerreros

Galicia es una tierra enigmática, llena de sugerentes misterios, y en esta ocasión nos vuelve a sorprender pues además del ejemplar de Mogor se han descubierto otros cinco petroglifos con forma de laberinto (Os Campiños, O Rosal, Barbanza, Armenteira y Oia-Terroña). Todos están tallados en afloraciones graníticas, cerca de montes próximos a la costa y siguen un trazado unidireccional en una planta ovalada. Esta forma, que vamos a ver un sinfín de veces a lo largo del libro, en jerga laberíntica se denomina cretense.

Pedra dos Campiños, en Marín, a la izquierda; Pedra do Outeiro do Cribo, en Meis, a la derecha

Estos laberintos forman parte del llamado grupo galaico del arte rupestre, un conjunto de petroglifos diseminados por Galicia que fueron realizados antes de la conquista romana de la Península (aunque algunos pueden haberse grabado mucho tiempo después). Entre estos petroglifos hay motivos abstractos y otros de carácter realista. En los abstractos abundan los círculos concéntricos y círculos con un punto en medio, cazoletas (un punto horadado en la roca) y, en menor medida, espirales, líneas onduladas, cuadrados y alguna que otra esvástica. Entre los realistas destacan figuras antropomorfas, que suelen ir armadas con puñales, espadas cortas, alabardas y escudos, caballos, el ídolo-cilindro (una divinidad de grandes ojos) y, sobre todo, ciervos, ya que era un animal que cazaban con frecuencia.

De todos estos motivos, las armas han supuesto la mejor ayuda para los arqueólogos pues algunas están realizadas con tal detalle que ha permitido identificarlas con armas halladas en contextos arqueológicos. Así, podemos saber que nuestros laberintos, junto con el resto de petroglifos, tal vez se hubieran realizado durante el III milenio a.C., una vez que hubieron llegado los metales a Galicia. Esta cronología aún es objeto de controversia, pero las últimas investigaciones del gran experto en petroglifos Antonio de la Peña así parecen demostrarlo:

Todos los argumentos manejados hasta ahora nos llevan a la imposibilidad de vincular los grabados rupestres del grupo galaico con las fases de plenitud de la Edad del Bronce y a señalar que formarían parte de la cultura material propia de las comunidades humanas asentadas en el área atlántica de Galicia, fundamentalmente por las Rías Baixas, durante el III milenio a.C.

Si esta datación de Antonio de la Peña fuera correcta, estos laberintos resultarían sorprendentes ya que podrían ser aún más antiguos que la tablilla micénica de Pilos. De todas maneras, insisto, no podemos olvidar que carecemos de un contexto arqueológico que nos permita fecharlos con seguridad.

El santuario de Lucillo

Mención aparte merecen tres laberintos recién descubiertos en la comarca leonesa de Lucillo, cerca del Teleno, un monte que durante la Antigüedad se consideraba sagrado. Están tallados sobre una enorme roca, horadada por decenas de cazoletas, que está situada en una especie de santuario megalítico. Siguen un recorrido unidireccional y la ovalada planta cretense. Por estilo, entroncan con los cercanos petroglifos gallegos aunque es la primera vez que aparecen alejados de la costa de Pontevedra.

Los tres laberintos de Lucillo. © ACIICA1981

Estén o no relacionados con los petroglifos galaicos, se nos plantea una pregunta de difícil respuesta ¿cómo llegaron aquellos pueblos de Galicia y León al diseño del laberinto?

Pudiera ser que lo inventasen por sí mismos, que fuera una representación autóctona. A fin de cuentas, entre tantos círculos concéntricos surcados por líneas se encuentra en potencia el laberinto, un recorrido sinuoso que converge en el centro. Sin embargo, resulta muy tentador asociarlo con la introducción de los metales en Galicia.

La adopción de la metalurgia por toda Europa debió de ser traumática. El metal fue a la piedra lo que el fusil al arco y las flechas de los nativos americanos. Los herreros eran un gremio misterioso, se los temía tanto como se los necesitaba. Incluso, en algunos lugares les cortaban los tendones de los pies para que no escaparan a otra aldea (de ahí la cojera de Hefesto). Por lo tanto, parece lógico que junto con las primeras armas de bronce circulasen también nuevos mitos y creencias, alguna de las cuales podría incluir un laberinto.

De hecho, se han establecido algunos paralelismos culturales entre las comunidades galaicas de la Edad del Bronce y otros pueblos de la costa atlántica europea, como la cultura de Wessex, en el sudeste de Inglaterra, o la cultura de los túmulos armoricanos de la Bretaña francesa, y ambas mantenían contactos comerciales con el mundo micénico. A falta de nuevos hallazgos arqueológicos solo podemos formular conjeturas, pero resulta llamativo que, una vez más, el laberinto pudiera estar asociado con el mundo de los herreros.

¿Qué significan?

Resultaría muy sencillo saber con precisión qué simbolizaban estos laberintos pero, por razones incomprensibles, los científicos aún no han descubierto una manera de viajar al pasado, así que no nos queda más remedio que movernos en el terreno de la especulación.

Es probable que, en general, los petroglifos galaicos formaran parte del ámbito religioso (como demuestran, por ejemplo, las representaciones del ídolo cilindro) y tal vez reflejen los profundos cambios sociales que por entonces se estaban produciendo en Galicia. Por lo que se infiere de la mayor riqueza en los ajuares funerarios de algunas tumbas, la incorporación de los metales conllevó una mayor estratificación social. El hecho de que entre las figuras antropomorfas solo hubieran representado guerreros y cazadores en vez de otro tipo de escenas cotidianas, como unos saludables agricultores, nos indica que los petroglifos están asociados con los que tienen las armas, es decir, con el poder. Y, desde que bajamos de los árboles, la mejor herramienta que han tenido los poderosos para legitimar el desigual reparto de la riqueza es la religión.

En el mundo antiguo, hablar de religión es hablar de agricultura, de ciclos anuales de vida y muerte, en los que, como vimos, cobra gran relevancia el conocimiento de las señales naturales que nos indican cuánto tiempo falta para sembrar, almacenar el forraje o recolectar los metales (que se conciben como algo orgánico, algo vivo, que crece dentro de las montañas).

En este contexto, el único límite es la imaginación. ¿Los laberintos simbolizan unas trampas con las que cazaban ciervos un grupo de selectos guerreros y se grabaron durante un ritual propiciatorio? ¿Recogen un mito en el que un héroe identificado con los jefes de la comunidad se adentraba por el interior de una montaña en busca de la fértil divinidad de la primavera? ¿Representarían alguna constelación que les servía para regular el paso del tiempo y las estaciones agrícolas? ¿Son el desarrollo artístico de los abundantes círculos concéntricos? ¿Guardan alguna relación con las numerosas sustancias psicodélicas que crecen en Galicia?

Sin más datos arqueológicos resulta complicado responder estas preguntas, pero quizá obtengamos alguna pista comparándolos con otros laberintos de la Prehistoria.

El laberinto de Val Camonica

En Val Camonica, un extenso valle de los Alpes italianos, se encuentra uno de los yacimientos más ricos y sorprendentes de toda la Prehistoria europea. A lo largo de las paredes del valle se distribuyen más de 300.000 petroglifos, entre los cuales destaca un curioso laberinto.

Roca 1 de Naquane, Val Camonica (Italia)

Forma parte de un abigarrado mural rupestre (la llamada Roca 1 de Naquane), en el que también grabaron guerreros, jinetes, ciervos y una paleta que podría representar una trampa de caza. Las figuras más próximas al laberinto son dos guerreros que sostienen sendas espadas en alto, una especie de ave de puntiagudo pico y un tercer hombre superpuesto al laberinto. Además, en el centro hay unas muescas que quizá sean dos ojos.

Los investigadores aún no se han puesto de acuerdo sobre la cronología del valle, pero en líneas generales del período más antiguo, entre el año 8000 y el 6000 a.C., se consideran los ciervos, alces y otros animales de gran tamaño, propios de la economía cazadora del momento. Con la llegada del Neolítico y la domesticación de animales y vegetales, a los ciervos se incorporan nuevos motivos, como figuras humanas con los brazos en alto y representaciones del Sol.

Durante el tercer milenio, los habitantes del valle empezaron a usar el bronce y, reflejo de sus nuevas inquietudes, en los petroglifos incluyeron nuevos motivos: escenas de caza narrativas (que antes eran estáticas), guerreros, aldeas y mapas. Es a finales de este período cuando se realizan la mayoría de los petroglifos, en los que cada vez abundan más los guerreros.
Resulta complicado de datar, pero se piensa que nuestro laberinto corresponde al siguiente período de la Edad de los Metales, a la Edad del Hierro y, si esta fecha fuera correcta, su origen podría deberse a influencias griegas o etruscas. Lo que resulta más intrigante es el ave que está por encima, ¿guardará alguna relación con las grullas que sobrevuelan con insistencia el laberinto cretense? Y ¿quién es el guerrero que se superpone al laberinto? ¿Estará emparentado con Teseo?

Dioses cornudos

Entre los petroglifos de Val Camonica destaca una de las representaciones más antiguas del dios celta Cernunnos, el Astado. Este dios era el patrón de la caza y los animales salvajes y, en tanto que cazador, estaba relacionado con rituales de fertilidad, de vida y de muerte. Dado que los cérvidos son a la Europa central lo que el toro es al Mediterráneo, y que también luce una soberana cornamenta, algunos autores, como Santarcangeli, asocian a Cernunnos con el Minotauro y demás astados sobrenaturales que pueblan el antiguo folclore europeo:

Y llegamos a la gran sorpresa: junto al laberinto aparece también el Minotauro, aunque con los rasgos propios de otro estilo cultual e inserto en un sistema de creencias de un marco cultural y ambiente diferente.

Sin embargo, por el momento no hay prueba arqueológica alguna que permita relacionar ambas figuras con seguridad. La coincidencia de los cuernos, por sí sola, no basta para establecer un nexo fiable. Dado el valor mágico con que se percibía el arma más poderosa de alces y toros, resulta lógico que en aquellos tiempos se dotara de cuernos a muchas criaturas sobrenaturales. Asociar a Cernunnos con el Minotauro, y a los dos con otras divinidades cornudas del Mediterráneo, como el diablo cristiano, puede ser aventurar hipótesis a partir de meras coincidencias. Lo que sí sucedió, en cambio, es que el cristianismo metió en el mismo saco diabólico a cuanta criatura con cuernos poblaba las religiones paganas, incluido nuestro buen Minotauro.

El dios Cerunnos en Val Camónica (siglo IV a.C.), a la izquierda, y el Minotauro transformado en Diablo en un manuscrito del siglo XII

El laberinto de la Casa de las Hadas

Nuestro siguiente laberinto también viene envuelto en misterios. Se encuentra en la isla de Cerdeña, en la agreste tumba de Luzzanas. Sigue un trazado unidireccional, de planta cretense y cuenta con siete niveles que se deben recorrer por completo antes de alcanzar el centro. Por encima hay unos dibujos realizados con cera azul que se atribuyen a alguno de los numerosos pastores que usó la tumba para refugiarse del mal tiempo o cualquier otro problema.

Está tallado en la pared de una tumba que los sardos llaman Domus de Jana, casa de hadas. Estas tumbas colectivas, de las que hay un millar por toda la isla, fueron realizadas hace siglos por un pueblo del Neolítico conocido como cultura de Ozieri (3400 – 2500 a.C.). Están excavadas con rudimentarias herramientas de piedra sobre la roca caliza que asomaba sobre la tierra y fueron reutilizadas por los primeros cristianos cuando Cerdeña ya se había incorporado al imperio romano. ¿Se remonta este laberinto al Neolítico sardo, hace 5.000 años, o fue dibujado en tiempos romanos?

El laberinto de Luzannas. © Sergio Melis

En el mundo religioso de los Ozieri, la vida en el más allá ocupaba un lugar destacado, como demuestra el trabajo que invirtieron en excavar estas casas de hadas. En ocasiones, sobre las paredes grabaron barcos, bancos, camas, círculos, figuras antropomorfas y toros de aguda cornamenta, pero el laberinto de Luzzanas es el único del que tenemos constancia. Este detalle no es de poca importancia. El laberinto es un símbolo complejo y, como sucede con los petroglifos gallegos, lo normal es que se repita una vez que se ha incorporado a la iconografía de una cultura. Resulta extraño que, como en este caso, aparezca un solo ejemplo en un amplio repertorio iconográfico.

Con esta sospecha, Jeff Saward, una autoridad sobre laberintos, lo visitó en 2005 y efectivamente comprobó que el tipo de incisión, fina y profunda, parece fruto de un puñal de hierro, un metal desconocido en tiempos de los Ozieri. Aún así plantea cuestiones muy interesantes. En caso de que fuera un grafiti romano, ¿por qué el autor escogió precisamente un laberinto? Como veremos, muchos laberintos romanos servían como talismán protector contra los malos espíritus, difuntos incluidos, ¿podría estar relacionado con esta creencia? ¿Lo grabó alguien para sentirse más protegido en aquella lúgubre tumba de la que no podría salir por alguna razón, como una fuerte tormenta?

Las respuestas aguardan a que algún día los arqueólogos terminen de excavar esta casa de hadas; mientras tanto, nosotros debemos seguir nuestro viaje pues en la isla de Gran Bretaña nos aguardan otros dos laberintos prehistóricos.

Los dos laberintos del mago Merlín

Seguimos este viaje por la Prehistoria visitando Rocky Valley, cerca del castillo de Tintagel, en Cornualles, al oeste de Gran Bretaña. En este hermoso valle se descubrieron en 1948 dos pequeños laberintos tallados en la roca, enfrente de un antiguo molino abandonado a finales del siglo XIX. Ambos siguen un recorrido unidireccional y presentan nuestra conocida forma ovalada. Aunque fueron datados de la Edad del Bronce, entre el 1800 y el 1400 a.C., la cercanía al mítico Tintagel hace imposible no asociarlos con el legendario rey Arturo.

Los laberintos de Rocky Valley. © Tuxraider reloaded (talk)

Contaba Geofrey de Monmouth en la Historia de los Reyes de Britania (c. 1136), semilla de todo el ciclo artúrico, que en Tintagel gobernaba el duque Gorlois, de cuya esposa se enamoró con locura el rey Uter Pendragón. Para que pudiera acostarse con la duquesa, el mago Merlín le dio una pócima que le permitió adquirir el aspecto del duque y, de esta guisa, aprovechó que una noche el marido andaba fuera para ocupar su lugar en la alcoba. Nueve meses después, la duquesa dio a luz al futuro rey Arturo.

El castillo donde nació Arturo, una cueva cercana en la que desapareció Merlín, los dos laberintos, las olas del mar golpeando las rocas de un acantilado: lo cierto es que el lugar invita a mezclar todos estos elementos y no resulta extraño que se haya convertido en un lugar de peregrinación para algunos seguidores de la New Age. Ahora bien, ¿existe algún nexo histórico entre estos laberintos y el ciclo artúrico?

Para responder esta pregunta debemos saber cuándo fueron realizados. Aquí empiezan los problemas. La fecha en que han sido datados, la Edad del Bronce, en realidad no se fundamenta en ningún dato arqueológico. Se supuso esta antigüedad por su parecido formal con otros laberintos antiguos, pero este argumento resulta endeble por dos razones. Primera, porque este diseño ovalado y unidireccional es muy sencillo y solo conviene establecer estas equivalencias culturales cuando se trata de formas complejas y, por ende, intencionadas; y, segunda, porque precisamente este diseño ovalado es muy habitual en los laberintos ingleses de épocas posteriores (como los turf maze que veremos más adelante).

En este sentido, Abegael Saward plantea una hipótesis muy razonable. Según Saward, el hecho de que en el sureste de Gran Bretaña apenas se encuentre arte rupestre debería hacernos sospechar de su antigüedad. Además, ambos laberintos se conservan en muy buen estado para haber permanecido a la intemperie, en teoría, desde hace 3.500 años. Por ello, sostiene que probablemente sean mucho más recientes y que pudieron ser grabados por alguien que viviera en el molino, dado que en sus paredes hay inscripciones de finales del siglo XVIII, momento en que los laberintos, como veremos, causan furor por toda Gran Bretaña.

La piedra de Hollywood

Otro laberinto que también se consideraba prehistórico está grabado en la llamada piedra de Hollywood, que hoy se expone en el Museo Nacional de Dublín. Fue descubierta por azar a principios del siglo XX en el condado de Wicklow, en Irlanda, cerca del camino de san Kevin, el cual conduce a un monasterio medieval que se alza en medio de las montañas. Una vez más, volvemos a toparnos con el mismo problema: la ausencia de un contexto arqueológico nos impide saber cuándo fue realizada. Cualquier intento de datar este laberinto por la semejanza de la planta con otros ejemplares prehistóricos, como los galaicos, es muy arriesgado. De hecho, quizá fue realizado durante la Edad Media por alguien del vecino monasterio.

En conclusión, de todos los laberintos prehistóricos que hemos visto, solo los de León y Galicia podrían ser anteriores a tiempos micénicos, y aún así conviene manejar con cautela la datación de estos petroglifos galaicos. Por lo tanto, a falta de nuevos descubrimientos arqueológicos, por el momento podríamos atribuir la paternidad del laberinto a los micénicos, con seguridad, o, con menos certeza, a los minoicos. Sin embargo, aún no hemos visto si existen laberintos en alguno de los dos primeros focos culturales de la Edad Antigua: Egipto y Mesopotamia, donde surgieron las primeras civilizaciones hacia el año 3000 a. C. ¿Encontraremos aquí las raíces del laberinto?

Notas y lecturas complementarias

  • Antonio de La Peña, José Manuel Vázquez Varela. Los petroglifos gallegos: grabados rupestres prehistóricos al aire libre en Galicia. Ediciós do Castro, 1979.
  • Abegael Saward. The Rocky Valley Labyrinths. En la revista Caerdroia, nº 32 (2001).
  • Jeff Saward. The Tomba del Labirinto, Luzzanas, Sardinia. En la revista Caerdroia, nº 35 (diciembre de 2005).

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