La papisa Maifreda
Análisis del triunfo de la Papisa en la baraja de de Pierpont Morgan (siglo XV)
Questo articolo e publicato in italiano, tradotto da Andrea Vitali, nel sito web della Associazione Le Tarot
Dos papisas extrañas
Sólo se han conservado dos papisas de las barajas pintadas a mano del siglo XV. Una es del tarot de Pierpont Morgan y la otra forma parte de una colección de seis cartas, datadas de finales del siglo XV, que fueron vendidas en 1974 por un anticuario milanés alMuseo de Bellas Artes de Vitoria-Gasteiz, quien las incorporó a la colección Fournier. Entre estas seis cartas hay dos triunfos, la Papisa y el Emperador, pero, como destacó Dummett, es muy probable que la Papisa fuera de una baraja distinta que las otras cinco, ya que es más pequeña y tiene el reverso rojo en vez de negro.
En los dos tarots, la representación de la Papisa se aleja de los cánones habituales. La Papisa del tarot de Pierpont luce tres insignias papales características: la tiara, el báculo con la cruz y la Biblia. Sin embargo, el vestido que lleva no guarda relación con la vestimenta propia de un pontífice, sino con el hábito de una monja. Es una túnica ancha y de color marrón, acompañada de un velo blanco que cubre el pelo y los lados de la cara. En el pecho lleva una cuerda con tres nudos visibles sin contar el del extremo. Según la leyenda, este cordón simbólico, característico de los franciscanos, deriva de Francisco de Asís. Para ceñirse la cintura, los monjes empleaban una correa de cuero, pero Francisco decidió cambiarla por esta cuerda, mucho más humilde y sencilla. En su origen, llevaba tres nudos que simbolizaban los tres votos de la orden: obediencia, pobreza y castidad.
La Papisa de la colección Fournier es muy parecida, pero la túnica es negra y la capa de un marrón más oscuro. Los extremos de la cruz del báculo se han acentuado, lo que permite distinguir mejor su forma. Kaplan sostiene que es una cruz de Malta, pero más bien parece una cruz griega. En cualquier caso, este detalle no parece relevante y probablemente sólo obedezca al gusto del artista. El libro no es completamente negro, sino que tiene un reborde rojo para que se confunda con el color de la túnica. A la derecha, bajo el vestido asoma una curiosa mancha roja que Ross Caldwell asocia con un adorno del calzado pensado para destacar su dignidad eclesiástica.
Las guglielminas
En su ensayo pionero sobre el tarot, The tarot cards painted by Bonifacio Bembo, Gertrude Moakley relacionó la Papisa de la baraja de Pierpont Morgan con una lejana antepasada de Filippo Maria Visconti, una monja llamada Maifreda Visconti Pirovano, que fue nombrada papisa de una secta herética de Lombardía conocida como las «guglielminas». La mejor fuente documental disponible para saber algo de las guglielminas es el acta del proceso que emprendió contra ellas la Inquisición en 1300. En esencia, este grupo sostenía que Dios había vuelto a enviar otro hijo a la Tierra, pero en esta ocasión había sido una mujer. Se hacía llamar Guglielma de Bohemia y decía que su nacimiento había sido anunciado a su presunta madre, la reina Costanza de Bohemia, por el arcángel Rafael, el cual había explicado que su misión en la Tierra sería salvar a los judíos, los sarracenos y los falsos cristianos, al igual que por medio de Cristo se habían salvado los verdaderos cristianos.
Acompañada de su hijo, Guglielma llegó a Milán en 1262, donde fue acogida por los monjes de la abadía cisterciense de Santa María de Chiaravalle. Gracias a sus habilidades como curandera y su carisma, en torno a ella surgió un movimiento más o menos clandestino respaldado por los monjes de Chiaravalle, el cual resultó muy atractivo para algunas mujeres lombardas por sus connotaciones feministas. Sus dos seguidores más firmes fueron Andrea Saramita, un laico vinculado a la abadía, y Maifreda Pirovano, prima de Matteo Visconti (señor de Milán entre 1311 y 1322), que fue nombrada papisa del culto, tal y como se recoge en una de las acusaciones del acta inquisitorial (1):
«[10]. Che la suora Maifreda sarebbe vera papessa ed avrebbe la piena e vera autorità di vero papa; ch’essa sarebbe in terra la vera vicaria dello Spirito Santo, perchè siccome lo Spirito Santo in forma di donna era nella Guglielma, cosi la Maifreda dovea assere la vicaria Della Guglielma in forma di donna; che il papa e il papato Della Chiesa romana ch’era allora e i riti e l’autorità d’essa e la curia dei cardinali dovea cessare; che la suora Maifreda avrebbe la predetta autorità del papa e del papato Della Chiesa romana; che a un tempo eziandio avea a battezare i giudei, i saraceni e tutte l’altre nazioni che son fuori del grembo della Chiesa romana e non ancora battezzate».
Guglielma murió 1281 y sus huesos fueron enterrados en la capilla del cementerio de Chiaravalle. Los guglielmitas pensaban que regresaría a la Tierra durante la fiesta de Pentecostés del año 1300, momento en el que empezaría el preludio del Apocalipsis. Entre otros rituales, celebraban tres fiestas al año, una en Pentecostés, otra el 24 de agosto, día en que murió Guglielma, y la tercera en octubre, cuando se organizó su entierro oficial en la abadía. Durante unos años, su tumba fue venerada y se habló también de milagros relacionados con la salud:
«[1]. Lo stesso sepolcro poi di Guglielma iluminavano i di lei segnaci con ceri e lampade accese: più ponevano sovr’esso delle ostie, quali si usano da sacerdoti nella messa, quasi che da quel contatto venissero santificate e diventassero potenti a cacciare le infermità. Gli ammalati pertanto con grande riverenza le mangiavano, ricevendole dalle mani principalmente della Maifreda, come quella che anche in questo ministero sembrava farla da vicaria della Guglielma».
No podemos saber con certeza cuántas personas componían el movimiento. En el acta inquisitorial se recogen unos treinta miembros entre hombres y mujeres, pero es probable que fueran varios más, sobre todo provenientes de los umiliati, una orden religiosa muy extendida en Lombardía durante los siglos XIII y XV. El centro neurálgico del culto se encontraba en la abadía de Chiaravalle, aunque no podemos descartar que se hubiera propagado por otros centros religiosos relacionados con los umiliati, como el “convento” de Biassono, donde vivía Maifreda en un principio. Durante el juicio, además, se descubrió que en algunas iglesias se habían incluido imágenes de Guglielma bajo la apariencia de santa Caterina, como ocurrió en Santa Eufemia y en la misma Santa Maria Maggiore, ambas en Milán.
El movimiento de las guglielminas no difería mucho de otras asociaciones de mujeres religiosas de la época llamadas genéricamente beguinas. Estas asociaciones comenzaron a surgir a partir del siglo XII, sobre todo, por Flandes, Francia y el sur de Alemania. Como explica Margaret Wade (2), las beguinas se reunían en casas que solían levantar cerca de un hospital, una abadía o una leprosería. Eran de procedencia humilde, pues los conventos solían estar reservados a las mujeres más adineradas y, en la práctica, solían establecer sus propias normas, aunque oficialmente estaban al cargo de un fraile o cualquier otro director espiritual. No fueron raros los casos en los que fueron perseguidas, sobre todo bajo la acusación de herejía.
En 1300, en un contexto de creciente tensión entre los Visconti y el papado, los guglielmitas cayeron en manos de la Inquisición. Después de un duro interrogatorio, la papisa Maifreda, Andrea Saramita y otros cargos del movimiento fueron arrojados vivos a la hoguera en septiembre de 1300. Junto a ellos, quemaron también los restos de Guglielma. Aún así, como ha puesto en evidencia Barbara Newman (3), el culto debió de perdurar de alguna manera, ya que en el siglo XV salió a la luz una extendida leyenda popular sobre “santa” Guglielma. Es una versión muy edulcorada, en la que no se menciona a Maifreda y que hace de Guglielma una especia de reina húngara muy celosa de su castidad. El texto que fraguó esta leyenda es la Vita di S. Guglielma regina d’Ungheria, escrito hacia 1425 por un fraile franciscano llamado Antonio Bonfadini (4).
En algunas localidades, esta Guglielma santificada por el pueblo, incluso, ha perdurado hasta nuestros días. Esto ha sucedido por lo menos en el pequeño pueblo de Brunate, al norte de Lombardía, en cuya iglesia de San Andrea apóstol se encuentra un retrato de Guglielma bendiciendo a Magdalena Albrizzi, abadesa agustina del convento en el siglo XV y su primo Piero Albrici, quien costeó unas obras de la época. En 1842, el párroco de San Andrea escribió una carta al historiador Michelle Caffi explicándole quién estaba representado en este cuadro y quién había sido Guglielma:
«E viva in Brunate una tradizione, che qui sia anticamente venuta ad abitare per più anni una signora d’oltremonte, per nome Guglielma, costretta a partire di casa per domestica sventura, e che il marito di lei, avutane notizia, sia qui venuto a ricondurla in patria. In questa chiesa parrocchiale si ha una sua immagine a fresco (venerata dalle pie persone, che qui in alcuni mesi dell’anno intervengono), che mi pare dell’anno 1450 o circa» (5).
¿La papisa Maifreda?
La posibilidad de que las Papisas del tarot de Pierpont Morgan y de la colección Fournier pudieran hacer referencia a Maifreda cuenta con fervientes entusiastas, como la propia Newman: «The Papessa of the Visconti-Sforza tarots is […] Sister Maifreda da Pirovano, an attribution first made by Gertrude Moakley in 1966, well before modern historians had rediscovered the Guglielmites». En su web log, la historiadora del tarot Mary K. Greer se muestra aún más convencida:
«It seems reasonable to conclude that Bianca Maria Visconti may have had a special devotion to the woman whom, 150 years after being condemned by the Inquisition, so many Lombards venerated as a saint, and that she honored an earlier family member, Maifreda, who served as Guglielma’s Vicar—hiding her in plain sight as an allegory of Faith. Let’s ask the question about the source in a slightly different way: Would it have been possible for Bianca Maria Visconti to have not seen this card as Maifreda?» (6).
Sin embargo, para confirmar esta hipótesis se deben resolver antes tres cuestiones fundamentales. Primera, ¿hay detalles iconográficos relacionados con las guglielminas en las Papisas de Pierpont y de Fournier? Segunda, ¿qué podía saber Bianca Maria Visconti sobre las guglielminas? ¿Los hechos históricos de 1300 o la leyenda de Bonfadini en la que no aparece Maifreda? Y tercera, ¿se ha encontrado algún documento que atestigüe el interés de Bianca por Maifreda?
Las dos Papisas visconteas son atípicas. No llevan un vestido papal sino la túnica y el velo característicos de las monjas. Este detalle es importante, ya que Maifreda primero había sido una monja umiliata y, más tarde, guglielmina, pero también debemos tener en cuenta el color del hábito. Las principales órdenes religiosas activas en el norte de Italia en la segunda mitad del siglo XV eran los franciscanos, cuyo hábito era marrón; los dominicos, que vestían una túnica blanca y una capa negra; los agustinos, con hábito negro; y los umiliati, vestidos de blanco. Según el acta de la Inquisición, el hábito de los guglielmitas era «de morello, es decir, de color oscuro, ya que la mencionada Guglielma llevaba vestidos de marrón moreto». Por los matices de la frase, podemos inferir que en esta ocasión el término «morello» hacía referencia a un marrón muy oscuro, casi negro. Según estos colores, la Papisa de Pierpont parece inspirarse en el hábito franciscano, aunque si fuera un poco más oscura también podría identificarse con los vestidos de los guglielmitas, como parece más evidente en el caso de la Papisa Fournier.
El detalle de la cuerda también es ambiguo. Resulta tentador relacionarlo con el célebre cordón franciscano. De hecho, en las representaciones de Chiara de Asís, fundadora de las Clarisas, el orden femenino de los franciscanos, se muestra con el hábito marrón y el cordón con nudos. Sin embargo, también es cierto que se contaba un curioso milagro sobre tres nudos que habían aparecido en el cordón de un vestido durante una celebración de los guglielmitas:
«In questa camera alla presenza di tutte le summentovate persone suor Maifreda disse che la signora santa Guglielma aveva ordinato a lei suor Maifreda di dire a tutti gli astanti che ella era lo Spirito Santo, vero Dio e vero uomo; che pertanto tutti i predetti là presenti non avrebbero comparsi alla presenza di lei. E aggiungeva la predetta suor Maifreda: “Sia di me quel che può essere”. E del pari disse l’Allegranza di ricordarsi che la predetta signora Carabella in quella casa sedeva allora sul suo propio mantello, e che quando ella si fu levata, trovò che nella cintura o corda del suo mantello s’eran fatti tre gruppi che prima non v’erano: e si fecero intorno a ciò le maraviglie e le bisbigli fra di loro, e molti fra essi e la stessa testimone credeva ciò essere un gran miracolo».
Bianca María Visconti pudo estar al tanto de estos detalles por la propia acta inquisitorial. Este documento fue descubierto casualmente en una droguería de Pavía por Matteo Valerio (1582-1645), prior del monasterio de Certosa de Pavía, el cual lo entregó al historiador Giovanni Puricelli, que a su vez lo legó a la Biblioteca Ambrosiana, donde se conserva en la actualidad. El hecho de que el acta apareciera en Pavía a principios del siglo XVII y no se encontrara en el archivo general de la Inquisición de Milán constituye otro gran misterio. Según Newman, esto pudo deberse a que Matteo Visconti, el primo de Maifreda, confiscó el documento cuando él mismo fue acusado de hereje años después:
«The likeliest explanation of the manuscript’s disappearance, I believe, is that Matteo Visconti confiscated it from the Dominicans around 1317, when he “violently expelled from Milan four inquisitors of heretics called by the authority of the Lord Pope.” If the document incriminated not only his cousin Maifreda, but also his son Galeazzo, his friend Francesco da Garbagnate, and several of his trusted counselors, he would have had good reason to do so […].
»Like all arguments from silence, this one remains on the level of speculation but seems to fit the evidence better than any alternative theory. For example, it would explain why the manuscript was eventually found in Pavia, for that is the place where the vast Visconti-Sforza library was housed before it was pillaged and dispersed in the sixteenth century, after the fall of the dynasty. My theory does raise a perplexing question, however: If Matteo Visconti saw fit to confiscate the trial record as soon as he had the opportunity, why did he not simply destroy it, rather than preserving a bowdlerized version? The answer, I suggest, is that in spite of the inquisition, the Visconti continued to cherish the memory of St. Guglielma and Sister Maifreda, and were determined to preserve a record of their religious movement in private hands where the knowledge could do no further harm».
La hipótesis es sugerente. Si fuera correcta significaría que Bianca Maria pudo leer de primera mano la verdad sobre su antepasada Maifreda, pero no podemos estar seguros hasta que no se encuentren más documentos que permitan saber dónde se encontraba exactamente el acta en el siglo XV. Tampoco tenemos constancia documental de que Bianca estuviera directamente interesada por Maifreda, aunque sí podría haberlo estado por Guglielma, por lo menos en su versión light del siglo XV. Según Newman, Bianca intervino en varias ocasiones en favor de Maddalena Albrizzi, abadesa del, por entonces, convento de San Andrea, donde se rendía culto a Guglielma. Por lo tanto, Maddalena podría haber contagiado a Bianca de su entusiasmo por Guglielma, tal y como afirma Newman, aunque carecemos de textos que atestigüen esta conjetura.
Otra opción razonable y más sencilla para explicar la peculiar iconografía de la Papisa de Pierpont, de la que derivó la Papisa de Fournier, es que Bonifacio Bembo se inspirase en la iconografía de Clara de Asis y las clarisas, ya que desde 1429 existía un convento de esta orden en Cremona, ciudad predilecta de Bianca Maria. De hecho, justo para cuando se diseñó esta baraja, las clarisas estaban muy bien consideradas por Caterina Vigri, también conocida como Caterina di Bologna (1413 – 1463). Era hija de un noble de Ferrara y se había educado en la corte de los Este de Ferrara, donde trabajó como dama de compañía de Margherita, hija de Niccolò. Hacia 1428 ingresó en la orden de las clarisas y en 1456 fue nombrada abadesa del convento de la orden en Boloña. Escribió diversas obras, que ella misma se encargaba de ilustrar y también se dedicó a la pintura. Además, como ha señalado Rosanne Oakley-Browne, la iconografía de ambas figuras se ajusta a los elementos simbólicos que lucían las abadesas en las grandes ocasiones durante el Renacimiento en el norte de Italia: un báculo similar al papal (férula) y una mitra.
En conclusión, no podemos concluir nada. Hasta que no se descubran nuevos documentos, la cuestión sigue abierta. Carecemos de los suficientes argumentos para afirmar que las Papisas de Pierpont y Fournier estén relacionadas con la papisa Maifreda, pero tampoco bastan para refutar la hipótesis de Moakley.
Notas
1. Todas las citas del proceso provienen de Pietro Tamburini. Storia generale dell’ Inquisizione. Volumen 2. Milán, 1866. Leer en Google Books.
2. Margaret Wade. La mujer en la Edad Media. Nerea. Donostia-San Sebastián, 2003. Leer en Google Books.
3. Barbara Newman. The heretic saint: Guglielma of Bohemia, Milan, and Brunate. Church History, March, 2005. Ver on line.
4. Antonio Bonfadini. Vita di S. Guglielma regina d’Ungheria. No encuentro ahora ninguna edición on line.
5. Michelle Caffi. Dell’abbazia di Chiaravalle in Lombardia. Milán, 1842. Leer en Google Books.
6. Mary K. Greer. Web Log personal, ver.
[Publicado en febrero de 2012]
Sin comentarios