Uzbekistán 2: Bukhara
Segunda etapa del viaje por Uzbekistán
Llegamos a Bukhara por la noche, después de haber visitado Samarcanda, y le dedicamos todo el día siguiente. La arquitectura histórica de Bukhara es un poco menos impresionante que la de Samarcanda, pero en general la ciudad me gustó más, tal vez porque el centro es más recogido y está menos machacado por la espantosa estética soviética, aunque quizás fuera sencillamente que estaba más descansado.
Fortaleza de Arq
Comenzamos el día yendo a la fortaleza de Arq que, además de servir de baluarte defensivo, albergaba la sede del gobierno y la administración. Hoy en día se puede visitar y desde arriba hay unas vistas magníficas.
El interior es bastante grande, te puede llevar una hora verlo a paso rápido, y tiene pequeños museos en alguna de las estancias.
En uno de los patios han dejado la silla del gobernador, o al menos una copia que da el pego, y los turis nos sentamos a hacer el monguer con alguna espada que han dejado de atrezzo ^^.
Po-i Kalan
A 5 minutos andando de la fortaleza se encuentra el conjunto religioso de Po-i Kalan, el más espectacular de la ciudad. Está formado por tres edificios que dan a una plaza muy acogedora.
Preside el espacio el minarete de Kalyan, que fue mandado construir por Mohammad Arslan Khan hacia 1127. Mide unos 45,6 metros de alto y tiene unos 9 metros de diámetro. Cuando estuvimos nosotros no se podía subir. Cuenta la leyenda que es tan hermoso, que fue de las pocas construcciones que no arrasó Gengis Khan cuando conquistó la ciudad.
A un lado del minarete se encuentra la mezquita de Kalan, que se completó hacia 1514. Son muy chulas las galerías que rodean el patio, que en total tienen 288 cúpulas apoyadas en 208 pilares blancos.
Por último, cierra el conjunto la madrasa de Mir-i-Arab (1535-1536), que solo se puede ver por fuera, ya que sigue siendo un centro de estudio coránico.
Mausoleos, madrasas y mezquitas
En Bukhara hay muchos sitios monumentales interesantes. A vuelapluma, además de los anteriores, estos fueron los que visitamos.
El mausoleo de Ismail Sasmani, un sepulcro sagrado cuya antigüedad se remonta al siglo X y que probablemente esté levantado sobre un templo dedicado a Zoroastro. En teoría hay huellas de este culto en el interior del mausoleo, pero se limitan a unos motivos geométricos de interpretación complicada.
La mezquita de Bolo Hauz, levantada hacia 1712, que durante la ocupación soviética sirvió de cantina. El pórtico está sustentado sobre un tipo de columnas características del Asia Central islámica. Son columnas muy finas, de madera, que se apoyan sobre una base especialmente protegida contra la erosión y las termitas.
El mausoleo de Chashma-Ayub, que se construyó hacia el 1208 en un sitio sagrado relacionado con la leyenda de Job. En el interior hay algunas fotografías sobre el desastre del mar de Aral.
La madrasa de Abdulaziz-Khan, del año 1651, en pleno centro histórico, cuyas paredes están decoradas de forma magnífica.
La madrasa de Ulugh Bek, de principios del siglo XV, situada enfrente de la anterior.
Lyab-i-Hauz
Mención aparte merece la plaza de Lyab-i-Hauz, una plaza que se abre a un estanque que es el núcleo social de la ciudad. El estanque es uno de los pocos que quedan de los varios que había antiguamente para abastecerse de agua.
La plaza está rodeada por tres centros históricos de interés. Uno es la madrasa de Nodir Devon Begi, que se caracteriza por las dos aves fantásticas que decoran la fachada, un motivo bien raro en el arte islámico.
Otro edificio del conjunto es la madrasa de Kukeldash, construida hacia 1568, que es la madrasa más grande de todo Uzbekistán.
Dando vueltas
Además de los lugares monumentales, la ciudad, a la que se pueden dedicar dos días o más si vas tranquilo, también tiene otro tipo de rincones muy chulos.
Uno de los que más me gusto fue el bazar central, que se encuentra muy cerca del centro histórico, con frutos secos que nunca había visto antes y puestos de especias de colores intensos. Tenían una pinta deliciosa.
En general, la comida está buenísima. Abundan los pinchos morunos, las empanadillas hervidas y unas sopas muy ricas. A la que sales de las zonas turísticas al principio cuesta un poco entender la carta, ya que están escritas en alfabeto cirílico, por no se tarda en reconocer algunos platos. El traductor de google hace el resto. La única pega es la dificultad para tomar vino o cerveza. Hay que contentarse con agua y té, aunque fuera del casco histórico se puede encontrar alcohol sin problemas. De hecho, por la larga ocupación rusa, la religión se vive de forma bastante relajada.
Aunque no hay forma de encontrar un cajero y en muchos sitios es complicado pagar con tarjeta, hay un muchas oficinas para cambiar dinero. Manejarse con soms uzbekos es algo confuso, porque las cantidades son tremendas (100 euros son unos 975.721 soms) y tienes la sensación de dejarte un dineral en cada sitio, pero en realidad es todo bastante barato. Conviene cambiar de a poquitos, no más de 100 o 200 euros por vez, para no andar con fajos gigantescos.
En fin, es una lástima que se me dé tan mal la fotografía, porque la verdad es que las imágenes no recogen con fidelidad la belleza de Bukhara.
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