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Turquía 1: Pérgamo

Primera etapa de un viaje por Turquía en septiembre de 2022

Turquía 1: Pérgamo

Hace una eternidad que no escribo nada. Entre otras cosas, tengo que terminar el viaje a Israel y los que he realizado en los últimos tres años, que son un montón. Para ir poniéndome al día comienzo por el último viaje y ya retomaré series que tengo pendientes.

En septiembre de 2022 marché a Turquía durante unos 16 días. El viaje fue muy entretenido y en esencia constó de cuatro grandes etapas: las ciudades clásicas de la costa oeste -como Éfeso o Pérgamo-; Capadocia y sus paisajes fantásticos; Ankara y el legado hitita; y, finalmente, Estambul.

El viaje comenzó en Izmir (Esmirna), donde llegué hacia las 20.00, después de unas 10 horas entre vuelos y aeropuertos. Cogí una SIM turca, saqué una tarjeta para el Izban, que es un tren de cercanías que conecta toda la región, y marché hacia el barrio de Alsancak, donde tenía el hotel, que se caracteriza por ser la zona más festiva de la ciudad.

Por lo que he leído, la visita a los sitios turísticos de Izmir podría hacerse en medio día, pero yo no tenía ni siquiera ese tiempo, pues quería llegar a Bérgamo cuanto antes para disponer de varias horas de luz, así que madrugué mucho y a primera hora de la mañana ya estaba en marcha.

En la estación de Alsancak

Para llegar a Bergama desde Izmir hay que coger el Izban hasta Aliağa y luego desde allí el autobús eshot 835, que sale desde al lado de la estación de tren. No tenía billete de bus -me habría valido el mismo bono del Izban, pero se me había acabado-, y no se podía comprar a bordo; sin embargo, el conductor me coló con una sonrisa. En total, el viaje son unas tres horas, pero hay que mirar con mucho cuidado los horarios del transbordo entre Menemen y Aliağa, pues en este último tramo los trenes solo circulan cada media hora.

Llegué a Pérgamo algo antes del mediodía. Caía un sol inclemente, pero no quería esperar a que bajara un poco. Dejé la mochila, compré unos anacardos para no perder tiempo comiendo y marché a conocer la antigua ciudad clásica de Pérgamo.

Pérgamo fue una ciudad muy importante en el mundo antiguo. Después de Alejandro Magno, en el siglo IV a.C. se convirtió en un reino independiente hasta el siglo I a. C., que fue conquistada por los romanos y la convirtieron en la capital de la provincia de Asia.

La acrópolis fue mi primer destino. Para subir se puede coger un teleférico que en algunos tramos se bambolea por el viento. Con las aceras licuadas por el calor, no lo dudé demasiado. Saqué la entrada con audioguía, algo que repetiría en otros momentos del viaje y que es clave para entender y apreciar mejor los sitios arqueológicos.

El teleférico no funciona los días de viento

La acrópolis se divide en tres niveles que se van escalonando en la ladera de la montaña. Los edificios más representativos se concentran en la parte superior.

Plano de Pérgamo

Pérgamo era una ciudad cosmopolita, donde confluían griegos, romanos, judíos y otros pueblos anatólicos. Su mayor esplendor fue durante el helenismo, cuando se constituyó como reino independiente, sobre todo durante los reinados de Atalo I (241 – 197 a. C.) y su sucesor Eumenes II (197 – 159 a. C.).

Las vistas desde la acrópolis son espectaculares

Uno de los edificios más llamativos que se conservan de la ciudad antigua es el teatro, que se extiende por una ladera de unos 250 metros de longitud. La altura era de unos 48 metros y tenía cabida para unos 10.000 espectadores.

También se conserva bastante bien el templo de Trajano, restaurado en 1980, que se alza en la parte superior. Al sur de este templo se levantaba la famosa biblioteca de Pérgamo, que era colosal, casi tan grande como la de Alejandría. Pero aquí hacían los libros con cuero, no con papiro. De hecho, de aquí deriva el nombre de pergamino.

Templo de trajano

Sin embargo, no queda apenas rastro del famoso altar de Zeus, que debía de ser espectacular. Estaba cubierto por unos frisos en los que se representaba una gigantomaquia y la historia de Télefo, el fundador legendario de la ciudad, los cuales se encuentran hoy en día en el museo de Pérgamo en Berlín. Estas cosas siempre son discutibles, pero creo que Alemania debería devolvérselos a Turquía y que se llevaran al museo de la ciudad.

Los restos del altar de Pérgamo

Tras la visita a la acrópolis, medio insolado, fui a ver la basílica roja (kizil Avlu), que estuvo dedicada a deidades egipcias. Chulísima.

La basílica también se conoce como la iglesia de las tres religiones por haber servido para rendir culto a tres panteones distintos. En un origen se honraba a Serapis, una divinidad sincrética greco egipcia; durante el período bizantino fue transformada en basílica cristiana; y con la llegada del islam sirvió de mezquita.

En uno de los dos torreones que flanqueaba la entrada, hoy en día se alza una mezquita

Luego me perdí por la ciudad, pasé por mezquitas random, por barrios ricos, por otros más pobres y llegué andando hasta los restos del antiguo santuario de Esculapio, el Asklepion, donde venía la gente a tratarse enfermedades físicas y psicológicas.

El santuario estaba rodeado de bosques y jardines y se accedía después de cruzar una calzada rodeada por columnas.

Entrada al Asclepion

El santuario se conserva muy bien y ayuda a hacerse una idea sobre cómo era la medicina durante la antigüedad clásica. Al parecer, en la entrada había una inscripción que decía algo así como “Para la grandeza de todos los dioses está prohibida la entrada de la muerte en este recinto”. Y para ayudar a que se cumpliera esta consigna, los enfermos eran examinados antes de ser admitidos. Aquellas personas de improbable recuperación no entraban.

Como sucedía en Epidauro, aquí también había un teatro en el recinto del hospital que podría estar relacionado con algún tipo de terapia. Curiosa esta relación entre medicina y artes escénicas.

Por aquí pasó Galeno (129-216), el célebre médico de la Antigüedad, cuyos estudios fueron la referencia de la medicina durante siglos. ¿Aprendería el arte médico con la ayuda de los ejemplares de la biblioteca del santuario?

De la biblioteca no queda nada.

Me gustó mucho también un edifico situado en un extremo donde se administraban los distintos tratamientos. Era como una especie de torreón circular al que se abrían distintas salas.

Terminé de visitar el Asclepion que se estaba yendo el sol, pero todavía me dio tiempo a ver el museo de la ciudad, muy pequeño, donde además de restos arqueológicos hay una sala dedicada al folclore local que me resultó más interesante que la parte arqueológica.

Representación de un telar tradicional

El día concluyó con una cena en un sitio al aire libre muy divertido, con todos los paisanos bebiendo cerveza mientras veían el partido en una tele gigante. Buf, qué mala la cerveza local, la Éfeso, muy dulzona y yo soy más bien de cervezas amargas. Lo único malo de todo el país : P.

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