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Turquía 4: Capadocia I

Después de visitar los yacimientos clásicos, la segunda etapa del viaje fue por la Capadocia.

Turquía 4: Capadocia I

Llegué a Goreme, mi campamento base en Capadocia, hacia las 7 de la mañana en un bus nocturno desde Denizli. Apenas dormí unas 4 horas porque detrás tenía un joven que no paró de hablar por teléfono hasta muy tarde. No había nadie en la recepción del hotel donde me alojaba, pero por suerte había una tienda abierta al lado, así que dejé ahí la mochila, me cambié, me tomé un café y salí a pasar el día.

En general, Capadocia me encantó y se ha convertido en uno de mis lugares favoritos del mundo, pero antes de seguir conviene aclarar que hay dos Capadocias o, mejor dicho, dos formas totalmente distintas de conocer y vivir la región. Hay una Capadocia masificada que es una especie de parque recreativo y escenarios Instagram, con paseos en globo, quads, hoteles de lujo, miradores preparados para el selfismo desenfrenado, batallones de tiendas de souvenirs, tours organizados y demás tópicos del turismo más superficial y consumista. Y hay otra Capadocia de sitios de gran interés histórico en medio de paisajes muy sugerentes, con formaciones geológicas muy curiosas, donde se puede practicar el senderismo sin apenas gente. No hay que dejar que la primera nos impida ver y disfrutar la segunda, que es una delicia.

En total me quedé 4 días en la región y con ganas le hubiera echado más de haber tenido más tiempo. El primer día, como decía, me puse en marcha al poco de llegar y comencé la jornada yendo al Valle de las Palomas, un camino que conduce desde Goreme hasta la vecina Uçhisar, a unos 4.5km de distancia. El nombre se debe a los palomares que se construyeron en las paredes del desfiladero, pues antiguamente las palomas eran un animal muy preciado en la región por el guano, que se utilizaba como fertilizante. De hecho, hay más Valles de las Palomas además de este.

Los senderos en Capadocia no están señalizados por lo que hay que ir un poco atento. Este no era complicado, en un momento dado -antes de llegar a un bar abandonado- se bifurca hacia la montaña y hay que coger el sendero de la derecha.

Al cabo de un rato se comienza a divisar el castillo de Uçhisar, que es la referencia para cualquier trekking por la zona, y cuando te quieres dar cuenta está ya subiendo la cuesta que lleva al pueblo. En las afueras ya se encuentra alguna casa cavernícola, es decir, excavada en la roca. Como la piedra es muy fácil de trabajar, en la región hay varias estructuras excavadas en la roca: casas, iglesias, monasterios y hasta ciudades.

De hecho, el propio castillo de Uçhisar está excavado en la roca. Es el punto más alto de la zona y ya se utilizó en época bizantina como defensa contra las invasiones árabes. En la actualidad se puede ver la parte más externa, en la que se abren corredores y escaleras que nos conducirán a la cima, desde donde hay unas vistas espectaculares.

Después de visitar el castillo, bajé todo el pueblo y me dirigí al llamado valle Blanco, que se encuentra poco antes del valle del Amor. Antes de bajar hacia el valle me tomé un zumo de naranja recién exprimida en un puesto callejero que me supo gloria.

El valle Blanco se funde con el llamado valle del Amor, apelativo que parece un eufemismo para no referirse al lugar como la imagen que realmente viene a la cabeza cuando ves algunas formaciones geológicas que hay por el lugar.

Disfruté mucho el camino, en el que prácticamente estuve solo, y entre un desvío y otro llegué al final del sendero, ya prácticamente en Çavuşin, hacia las cinco de la tarde, hora y media antes de que comenzase a anochecer. Y ya de ahí fui siguiendo la carretera hasta regresar a Goreme, que se encontraba como a una hora de camino. Después de tres o cuatro meses sin caminar por el campo, fue un día de lo más agradecido.

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