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Turquía 8: Troya

El viaje por Turquía sigue hasta la mítica ciudad de Troya.

Turquía 8: Troya

Cogí un vuelo en Ankara hacia las 20.00 que me dejó en el aeropuerto de Çanakkale hacia las 21.30. De ahí marché al centro de la ciudad y me alojé en un sitio barato que se encontraba encima de un bar que tuvo la música a toda pastilla hasta las cuatro de la mañana las dos noches que me alojé allí. No me importó lo más mínimo, pues a la mañana siguiente me esperaba Troya.

Al yacimiento se llega con un minibús que sale cada dos horas desde la entrada al puente de Atatürk Köprüsü. La parada para volver se encuentra a la entrada de la plazoleta que da al yacimiento. Importante situarse a la entrada de la plaza, que no da la vuelta hasta la entrada del sitio.

Restos arqueológicos de Troya.

El sitio arqueológico de Troya es complicado de apreciar. Apenas cuenta con estructuras en pie y la estratigrafía dificulta mucho entender dónde empieza y termina cada cosa. Sin embargo, cada instante que pasé allí fue muy emocionante, pues Troya es un sitio fundamental en mi vida.

La estratigrafía enrevesada de Troya.

La primera vez que supe algo del enfrentamiento mítico entre aqueos y troyanos fue por un libro que me regaló mi tía Chata cuando tendría unos seis años. Creo recordar que fue por navidad. Era un libro magnífico, muy grande, con unas ilustraciones espectaculares.

La siguiente vez que me acerqué al mito fue con las enseñanzas de Alda, una amiga muy estrecha de mi madre y que ha sido otra de las grandes referencias afectivas e intelectuales de mi vida. En su casa en Parma, en un viaje a Grecia, en Madrid: cada vez que aparecía en nuestras vidas traía un montón de historias sobre la antigua Grecia, la Ilíada incluida, que fueron determinantes en mi formación intelectual.

Ya de adolescente seguí interesado en los mitos griegos y no me cabe duda de que todas aquellas lecturas fueron decisivas para que quisiera estudiar la carrera universitaria de Historia, que disfruté desde el primer hasta el último día. Desde entonces, los mitos y la historia de Grecia han estado siempre a mi lado y son uno de mis intereses recurrentes.

Así las cosas, careció de importancia que apenas se distinguiese nada en todo el yacimiento. Estaba en Troya y a cada paso resonaban en mi cabeza las artimañas astutas de Odiseo, la honradez impecable de Héctor, las peripecias de Eneas. En fin, que disfruté un montón.

Además del yacimiento, a unos cientos de metros se encuentra un museo dedicado a Troya de construcción reciente que me encantó. Está planteado con mucho cariño y aprueba con nota el reto complicado de levantar un museo a la altura de la leyenda troyana.

De vuelta en la ciudad fui a dar una vuelta por el paseo marítimo, donde me zampé una mazorca de maíz que vendían en un puesto callejero que me supo a gloria.

Luego cogí un ferry y crucé al extremo de la península de Gallipoli, que se encuentra enfrente, al pueblo de Kilitbahir donde se alza una fortaleza otomana muy chula que servía para defender el estrecho de Dardanelos.

De vuelta en Çanakkale, hay un ferry cada poco, marché hasta el museo naval, que me gustó mucho. El museo cuenta con tres grandes puntos de interés. Primero, el espacio en sí, una antigua fortaleza que sirve para mostrar cañones y otras armas de guerra.

Segundo, una colección dedicada a la célebre batalla de Galípoli que se celebró precisamente en ese estrecho y por la que sienten orgullo patrio, ya que fue una victoria de los otomanos frente a las fuerzas aliadas occidentales. Es algo truculenta, sobre todo por la luz roja con la que han decidido iluminar el espacio, pero interesante.

Y tercero, es una réplica de un antiguo barco de guerra, el Nusret, un minero botado en 1911 que jugó un papel importante durante la batalla de Galípoli al sembrar de minas el canal y provocar así el hundimiento de algunos barcos aliados. Como me chiflan los barcos históricos, fue un fin de jornada colosal.

Ya de vuelta al barrio donde me alojaba, después de varios días sin apenas cenar por el cólico que arrastraba, conseguí comer un pescado con un par de cervezas que me supieron a gloria. No estaba aún del todo bien, pero por fin se avecinaba el final.

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