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Bomarzo

Un paseo por Bomarzo con Teresa Filesi

Bomarzo

Todo era formidable en el Sacro Bosque, y a las figuras mencionadas se unían muchas más, como los tritones viejos y los tritones jóvenes de la fuente, como la sierpe bífida, como la arpía con cola de ofidio, y la serie de vasos ornamentales de más de cuatro metros de altura, y las piñas soberbias y los osos que alzaban la rosa de nuestro escudo y los Cerberos infernales. Su dédalo de actitudes calmas o violentas se entrelazaba e intricaba con las inscripciones que yo mismo redacté para turbar al visitante del laberinto […]

Manuel Mujica Lamiez. Bomarzo.

En consonancia con las premisas del renacimiento, durante el siglo XVI por todas las grandes villas de Italia se trazaron jardines racionales en los que primaba la armonía en las proporciones. La única excepción fue el dantesco escenario que diseñó el duque Pier Francesco Orsini en Bomarzo, una pequeña localidad a unos 80 kilómetros de Roma, adonde fuimos Teresa Filesi y yo hacia 2007 aprovechando una parada que debíamos hacer en la capital antes de ir a Calabria.

El Palazzo Orsini visto desde el parque
El Palazzo Orsini visto desde el parque

Todo el jardín se concibe como un laberinto, una confusión del espacio que no se deriva de la complejidad de la planta, aunque en su día el bosque era mucho más impenetrable, sino de la intención de aturdir y desconcertar al visitante. Como señala Paolo Santarcangeli:

«En el caso de Bomarzo, se trata a todas luces del trazado ideal e intelectualizado de un viaje, de un camino que reviste la forma del misterio, de la peligrosidad, del horror, de la purgación, de la pérdida de la recta senda; y también de un descenso a los Infiernos, de una Nékyia y, en fin, del propósito de alcanzar –una vez atravesados los engaños del mundo y las representaciones atroces que aquéllos suscitan en nuestra alma– un centro ideal de llegada y de purificación. En resumidas cuentas, están presentes todos los elementos de un itinerario laberíntico propiamente dicho, con el apoyo de la filosofía neoplatónica, que siempre asoma en esa esfera de representaciones».

El Sagrado Bosque, como lo llamaba Francesco Orsini (1523-1585), formaba parte del complejo palaciego de Bomarzo, una de las residencias de la ilustre familia italiana de los Orsini. El apellido se remontaba a siglos atrás y lo habían ostentado papas, santos y, sobre todo, condotieros. El jardín se empezó a construir en 1552 pero a los pocos años se interrumpieron las obras, cuando Francesco se alistó como condotiero en el ejército del papa Pablo III. En 1567, el señor de Bomarzo regresó de la guerra y retomó su gran proyecto sin descanso hasta que lo concluyó en 1583. Aparte del duque, en el proyecto intervinieron el arquitecto Pirro Ligorio, arquitecto del jardín de Villa d’Este en Tivoli, el escultor Bartolomeo Ammannati y el artista Jacopo del Duca.

Valle de Bomarzo
Valle de Bomarzo

Tras la muerte de Francesco Orsini, este laberinto formidable cayó en el olvido durante más de 400 años. Los aldeanos evitaban el bosque convencidos de que estaba poblado de fantasmas y un manto verde envolvió las enigmáticas estatuas volviéndolas aún más asombrosas. Siglos después, en 1954, Giovanni Bettini adquirió la propiedad y lo rescató del limbo acometiendo diversas obras de restauración que permitieron su disfrute público. Poco después, en 1962, el escritor bonaerense Mujica Lainez publicó una monumental novela, Bomarzo, en la que narraba la imaginaria vida de Francesco Orsini y la innegable calidad literaria de la obra terminó de abrir las puertas del Sagrado Bosque al resto del mundo.

Pueblo de Bomarzo
Pueblo de Bomarzo
Pueblo de Bomarzo
Pueblo de Bomarzo

Mujica nos describe a un Francesco Orsini culto, apasionado del arte y la Antigüedad, romántico, cruel, excéntrico, inteligente y, sobre todo, atormentado por su cojera y joroba congénitas. Además, le atribuye una intensa vida sentimental y sostiene que su matrimonio con la hermosa Giulia Farnese resultó un desastre. Otros autores, como Kretzulesco-Quaranta, sin pruebas documentales, argumentan justo lo contrario, que se amaron con gran intensidad y que la prematura muerte de Giullia en 1564 se refleja en la honda tristeza de Bomarzo (Los jardines del sueño).

En su día, un pequeño muro delimitaba el jardín. Dos esfinges protegían el acceso principal y un par de inscripciones advertían al visitante sobre lo insólito del lugar:

«Tú que aquí entras con la idea de verlo de parte a parte, dime luego si tantas maravillas se han hecho por engaño o bien por arte.

»Quien no va por este lugar con las cejas enarcadas y los labios apretados, tampoco sabrá admirar las famosas siete maravillas del mundo».

Tras el ingreso, hacia la izquierda un sendero conduce a una estatua de Proteo; a la derecha, hasta el Mausoleo, un templo en ruinas inspirado en un templo del Sueño de Polífilo donde moran las almas de los muertos por amor.

Proteo
Proteo
El templo
El templo

A continuación, en medio de los árboles, dos gigantes luchan con fiereza y un poco más adelante esperan tres estatuas fabulosas. En una se muestra a Pegaso, en otra a la Fama veloz sobre una gigantesca tortuga y, en la tercera, las mandíbulas de una orca abiertas de par en par cual ballena dispuesta a engullir a Jonás.

Los gigantes
Los gigantes
Pegaso
Pegaso
La Fama
La Fama
Un estanque tremendo
Un estanque tremendo
Neptuno y Leviatán
Neptuno y Leviatán

Venían luego el Ninfeo, inspirado en los templos y ninfas de El Sueño; una estatua de Afrodita saliendo del mar; y un rostro colosal dedicado, tal vez, a Zeus Amón.

El Ninfeo
El Ninfeo
Afrodita
Afrodita
Proserpina
Proserpina

Tras este grupo, se encuentran la llamada bella durmiente, que quizá represente a Ariadna abandonada en Naxos, un pequeño teatro y una de las construcciones más insólitas del jardín: una casa inclinada a punto de desplomarse. En el extremo opuesto, enfrente de un laberinto de setos hoy desaparecido, se levantaba un pequeño templo en memoria de Giulia Farnese.

Ariadna
Ariadna
La casa inclinada
La casa inclinada
No podía faltar un elefante
No podía faltar un elefante

Retomando uno de los senderos, al visitante le esperaban aún más sorpresas. Valgan como ejemplo la gran sirena de dos colas, la estatua de Hades, dios del reino de los muertos, el dragón o el Orco, una espantosa criatura cuya boca esconde la puerta del Infierno.

Cancerbero
Cancerbero
Sirena
Sirena
El dragón
El dragón
La puerta del Infierno
La puerta del Infierno

Tengo pendiente un estudio en profundidad sobre este jardín fantástico, sembrado de todas las corrientes intelectuales más simbólicas de la época.

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