El Golem
Breve introducción a la leyenda del Golem.
A principios del siglo XX, el Golem se convirtió en una criatura popular del cine y la literatura de fantasía. Es el caso, por ejemplo, de la película Der Golem (1920) de Paul Wegener y Carl Boese1 o de la célebre novela de Gustav Meyrink (1915).
Según Moshe Idel2, los orígenes de la leyenda se pueden rastrear hasta la Antigüedad y ya en el Medioevo se consolidaron sus elementos narrativos esenciales. Aunque hubo numerosas versiones3, por entonces la esencia del mito vendría a ser la siguiente. Un rabino muy erudito y de una rectitud moral perfecta fabrica un hombre artificial, el Golem, a partir de un puñado de tierra virgen, es decir, que nunca ha sido arada. Durante el proceso, para que la criatura cobre vida, recita combinaciones de las letras del alefato (el alfabeto hebreo) con las del Tetragrama (las que forman el nombre de Dios). El Golem así creado es perfecto en apariencia, pero carece o de habla o de entendimiento o de alma, pues habría que ser Dios para conseguir semejante proeza, tal y como hizo cuando creó al primer Golem, a Adán.
El proceso es reversible. En general, una vez creado el Golem, los rabinos se preocupan y lo transforman de nuevo en polvo, para lo cual siguen diversos procedimientos como recitar justo al revés todas las combinaciones creadoras o pronunciar otras distintas de carácter destructivo. La más curiosa es borrando una letra en un nombre que suele aparecer en la frente del Golem recién creado: emet, que significa verdad. Al borrar la primera letra (alef) se convierte en met, muerte, y el Golem se desintegra.
Moshe Idel explica que la versión moderna de la leyenda se fraguó a finales del siglo XIX, cuando cobró gran popularidad la leyenda del Golem de Praga: una criatura creada con intención de proteger a los judíos, pero que por su propia naturaleza monstruosa termina por descontrolarse y debe ser destruido. Al parecer, la obra clave al respecto fue Nifla’ot ha-Maharal (Maravillas del Maharal) del rabino polaco Yudel Rosenberg. En este libro, publicado en 1909, Rosenberg decía que había encontrado un antiguo manuscrito de la biblioteca de la comunidad judía de Metz, en el cual se explicaba en detalle como Loew ben Besalel de Praga (1525-1609), más conocido como Maharal, había creado un Golem. El manuscrito, señala Idel, fue una invención de Rosenberg, pero el libro consiguió una gran aceptación y el Golem de Rosenberg terminó por ser más conocido que el Golem de los textos medievales.
Notas
1. Wegener rodó varias películas relacionadas con el Golem, en las cuales los judíos son retratados con los tópicos antisemitas de la época (los mismos que desembocarán en el nazismo), pero que reflejan cierto estudio sobre el Golem. La versión de 1920 puede verse en You Tube.
2. Moshe Idel. El Golem. Tradiciones mágicas y místicas del judaísmo sobre la creación de un hombre artificial. Siruela. Madrid, 2008.
3. Valga como ejemplo de las numerosas versiones medievales y renacentistas del Golem, unos textos que escribió R. Eleazar de Worms en el siglo XIII:
“Quien estudia el Sefer Yesirah debe purificarse [y] vestir ropas blancas y no debe ocuparse de [ese estudio] solo sino con dos o tres [compañeros] según está escrito: «Dos son mejor que uno». Y está escrito: «No es bueno que el hombre esté solo, le haré una ayuda idónea para él». Por ello comienza [la Escritura] con [la letra] bet [=2], bereshit bara. Y debe tomar tierra virgen de un lugar montañoso que el hombre no ha cavado. Y amasará el polvo con agua viva y hará un Golem y permutará las letras de 221 pórticos para cada miembro por separado, cada miembro con la letra que le corresponde según el Sefer Yesirah […]”. (En Moshe Idel, pág: 98).
Otro texto muy interesante, en el cual podemos apreciar cómo se destruía un Golem, se encuentra en una colección de textos de los discípulos de R. Yehudah he-Hasid (el Sefer ha-Guematriot), que podrían haber sido redactados en el segundo tercio del siglo XIII:
“Ben Sira quería estudiar el Sefer Yesirah. Vino a él una voz y le dijo: «No puedes hacerlo solo». Lo estudiaron y al cabo de tres años les fue creado un hombre, y en su frente estaba escrito ´emet [verdad], como en la frente de Adán. Y el creado por ellos les dijo: «El Único Santo Bendito Sea creó al primer hombre y cuando quiso matar al primer hombre borró una letra de ´emet y quedó muerto [met]. Con más razón yo deseo hacer lo mismo, y no crearéis otro hombre, para que el mundo no se equivoque con él como la generación de Enoc». Por ello dijo Jeremías: «Maldito el varón que confía en Adán». Les dijo el hombre creado: «Invertid el orden las letras», y borraron la alef de ´emet de su frente y en seguida se convirtió en polvo»”. (En Moshe Idel, pág: 107).
Cito un tercer texto: una versión de un manuscrito escrito por un cabalista anónimo titulado El secreto del Nombre de 42 letras, que tal vez date del siglo XII, en el cual encontramos la razón más poderosa para desintegrar al Golem una vez creado, la misma que explica por qué por lo general suele carecer de alma: Si un ser humano fuera capaz de crear un humano perfecto, se convertiría en un Dios. De ahí el interés teórico por comprender cómo fabricar a un Golem, que no por llevar a la práctica el proceso, para entender mejor a Dios.
“[…] Y hallamos en el Sefer ha-Bitahon escrito por R. Yehudah que Jeremías, bendita sea su memoria, estudiaba solo el Sefer Yesirah, y oyó una voz que le dijo: «Procúrate un compañero». Fue hacia Siria su hijo y [ambos] estudiaron el Sefer Yesirah durante tres años para realizar lo que está escrito, «entonces los que temían a Dios hablaron cada uno a su compañero, etcétera». Al cabo de tres años, cuando quisieron combinar los alefatos según el seruf, el mikhol y el ma’amar, les fue creado un hombre y en su frente estaba escrito «Dios es verdad»,’Elohim ‘Emet. El hombre tenía un cuchillo en la mano y borró la ´alef de ´emet y quedó met. Jeremías desgarró sus ropas y le preguntó: «¿Por qué borraste la ´alef de ´emet?». Le respondió: «Te contaré una parábola […]. Así el Bendito os creó a imagen, semejanza y forma, y ahora que creasteis un hombre como lo hizo Él, la gente dirá que no hay en el mundo otro Dios sino vosotros». Jeremías le dijo: Si es así, ¿cómo podemos repararlo?». Les dijo [el hombre]: «Escribid el alefato al revés en el mismo polvo arrojado, con la intención de vuestro corazón, y no penséis en [su] honor o su orden sino hacedlo todo en sentido inverso». Y así lo hicieron y el hombre ante sus ojos se volvió polvo y ceniza. Entonces dijo Jeremías: «Por cierto, el hombre no debe estudiar estos asuntos sino para conocer la fuerza y el poder del Creador del mundo, y no para intentar realizarlas. Ahora estúdialas para comprenderlas y enseñarlas». (En Moshe Idel, pág: 110).
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