El libro de Thot
El origen de la cartomancia con barajas del tarot y su relación con el hermetismo del siglo XV
Una lectora de mi antiguo blog llamada Solone me preguntó por el origen de la adivinación con las cartas del tarot o tarotmancia. La respuesta es muy compleja, pero en este artículo espero que el lector interesado encuentre al menos las referencias bibliográficas para encuadrar sus investigaciones.
1. El tres veces grande
Esta historia comienza a principios del siglo XIV en la península de Anatolia, cuando Orkhan afianza el poder de los turcos otomanos en detrimento del imperio bizantino y otras potencias locales. Alarmados por el avance islámico, los bizantinos comienzan a enviar una embajada tras otra a Occidente en busca de ayuda y con los embajadores llegaron también muchos libros del mundo clásico que llevaban perdidos para Europa desde hacía mil años. Las misiones diplomáticas fracasaron, los otomanos conquistaron Bizancio en 1453 y una gran oleada de refugiados bizantinos se exilió a Italia, donde terminaron de difundir el (re)conocimiento del mundo clásico. Y, con los filósofos, escritores y científicos de la Antigüedad, regresaron también los magos.
Hacia el año 1460, un monje bizantino entregó a Cosimo de Medici unos textos sobre unos antiguos magos de Egipto. Cosimo era un banquero muy rico y desde hacía décadas gobernaba desde la sombra en la República de Florencia, donde no se tomaba una decisión importante sin consultarle. Por entonces Florencia vivía un esplendor cultural extraordinario gracias al mecenazgo de los Medici, patrocinadores de artistas como Michellozzo, Alberti o Botticelli entre tantos otros.
Una de las grandes ideas de Cosimo había sido fundar una institución donde filósofos y demás intelectuales pudieran desarrollar su trabajo. Por el gran interés que aquellos autores sintieron hacia Platón, aquel centro de estudios fue conocido como la Academia Platónica de Florencia y entre sus primeros trabajos se encontraba traducir del griego al latín todas las obras clásicas que estaban llegando desde Bizancio. Cuando Cosimo recibió aquel libro sobre magia egipcia, quizás porque estaba ya a punto de morir, lo que suele aumentar el sentimiento religioso, se entusiasmó y encargó al filósofo Marselo Ficino que lo tradujera cuanto antes, por delante incluso de los textos platónicos. Ficino comenzó a traducir el documento y se quedó maravillado por lo que estaba descubriendo.
En aquel documento, que denominó Pimander, se hablaba de un hombre con habilidades mágicas llamado Hermes que había vivido mucho tiempo antes que Platón, que tal vez fuera el mismo Moisés, pensó Ficino, y se explicaba un esquema religioso similar al cristiano, pero mezclado con algunas concepciones platónicas sobre el ser humano y el universo, entre ellas, la idea de que el ser humano puede alcanzar la inmortalidad, el Cielo, a través del conocimiento del bien, es decir, de Dios.
Hoy en día sabemos que aquellos documentos, conocidos ahora como el Corpus Hermeticum y el Asclepio, en realidad es probable que fueran una recopilación realizada en el siglo II d.C del hermetismo, una doctrina religiosa muy sofisticada en la que se combinó el neoplatonismo con el cristianismo y otras corrientes filosóficas de la época. Sin embargo, para Ficino, los Medici y muchos autores del Renacimiento fue como descubrir un texto bíblico anterior a Jesús donde se anticipaba su venida al mundo.
Así, se asentó entonces la firme convicción de que en Egipto existió un hombre semi-divino con poderes mágicos llamado Hermes Trimegisto, apelativo que significa “el tres veces grande”, identificado con el dios romano Mercurio y con el dios egipcio Toth, el cual había dejado escrito en el Pimander una serie de claves ocultas cuya comprensión permitía conocer a Dios y el universo, lo que permitía alcanzar la inmortalidad.
Bueno, en realidad todo aquel proceso fue más complejo, ya que al hermetismo se sumaron otras corrientes mágicas y místicas del Renacimiento, como la alquimia, la cabala o el neoplatonismo florentino, pero lo que me interesa ahora destacar es que, durante la segunda mitad del siglo XV, comenzó a pensarse que en el antiguo Egipto se escondían las claves de un saber trascendente sobre Dios, lo cual despertó un gran interés por la cultura egipcia y su dios Thot, patrón de la escritura y la magia (1).
2. Un libro secreto
En 1772, Antoine Court de Gébelin comenzó a publicar Le Monde primitif (el Mundo Primitivo), una obra enciclopédica que dejó inconclusa al morir en 1784, y en el volumen octavo escribió una afirmación soprendente:
«Si anunciáramos que en nuestros días existe una Obra de los antiguos Egipcios que ha escapado de las llamas que destruyeron sus bibliotecas formidables, una obra que contiene la doctrina más pura de los Egipcios sobre algunos argumentos interesantes, ¿quién no estaría impaciente por conocer un libro tan precioso y extraordinario?
»Y si añadiéramos que este libro está muy difundido por toda Europa y que desde hace siglos va de mano en mano, estamos seguros de que la sorpresa aumentaría y probablemente llegue a su máximo si dijéramos que nadie ha sospechado jamás que este libro —que tenemos como si no lo tuviéramos, y del que nadie ha intentado descifrar ni una sola hoja— es egipcio y que el resultado de tanta sabiduría exquisita se mira como una baraja de figuras extrañas privadas de sentido, ¿quién no pensaría que estamos bromeando o que nos queremos aprovechar de la credulidad de los lectores?
»Sin embargo, este hecho es cierto: este Libro Egipcio, el único superviviente de sus magníficas bibliotecas, existe en nuestros días. Es tan conocido que ningún erudito se ha preocupado de él, nadie antes que nosotros ha sospechado su ilustre origen […] Este Libro tiene un nombre: EL JUEGO DEL TAROT» (2).
¿El tarot es un libro secreto de los antiguos egipcios? Sin duda, el hallazgo parecía extraordinario, pero, ¿quién era exactamente aquel hombre que había realizado semejante descubrimiento?
Antoin Court de Gébelin había nacido en Suiza en 1728 o unos pocos años antes. Su padre era un pastor protestante de origen francés que había tenido que huir del país por sus convicciones religiosas. Gébelin también se hizo pastor y hacia 1763 marchó a Francia, donde consiguió introducirse en los círculos aristocráticos. En 1778 fue nombrado Censor Real, algo curioso dada su nacionalidad suiza, a la que nunca renunció, y sus creencias protestantes, lo cual quizás se explique por su buena reputación en los círculos masónicos. Entre otras logias, parece ser que estuvo adscrito a Les Neuf Soeurs, por la que también habían pasado Benjamín Franklin y Voltaire, entre otros intelectuales.
3. En 15 minutos
Durante el resto del ensayo, Gèbellin siguió explicando el origen egipcio del tarot y la manera en que había sido preservada esta maravilla ocultándola bajo la apariencia de un mero juego de cartas. Además, incluía un segundo artículo de un tal M. le C. de M. —que Decker, Depaulis y Dummet identifican con Louis Raphael Lucréce de Fayolle, conde de Mellet (1727 – 1804)—, en el que se insistía en la procedencia egipcia y se ensalzaban sus virtudes adivinatorias.
Según el conde de Mellet, el tarot sería un libro secreto, el libro de Ta-Rosh, en el que un hijo del faraón egipcio Thot, un tal Athothes, habría depositado algunos fundamentos del antiquísimo saber hermético, por lo que las cartas en realidad escondían un significado simbólico tras su mera apariencia. Así, por ejemplo, el nueve de espadas era una carta terrible que anunciaba ruina, desastres y muerte.
Lo curioso es que para descubrir todas estas verdades ocultadas durante siglos, Gèbellin no había necesitado ninguna fuente documental, ni había tenido que consultar libro alguno, ni siquiera debió de analizar la gran variedad de barajas del tarot que ya existían por entonces. Todo lo contrario, cómo el mismo decía, para realizar semejante hazaña intelectual le habían bastado quince minutos mientras tomaba vino en una fiesta organizada por madame C. d’H:
«Si este juego que se ha mantenido silencioso para todos aquellos que lo conocían se ha revelado a nuestros ojos, no ha sido fruto de una profunda meditación, ni tampoco por el deseo de aclarar el caos que lo envuelve: no perdimos ni un instante analizándolo. Fui invitado hace unos años a conocer a la señora C. d’H, que acababa de llegar de Alemania o Suiza, y la encontré jugando a las cartas con otras personas. Jugamos a un juego que seguramente no conoces, o tal vez sí. ¿Cuál es? El juego del tarot. Había tenido ocasión de verlo cuando era muy joven, pero entonces no tenía ningún conocimiento sobre él… Era una rapsodia de figuras extrañas de lo más extravagante. Así, por ejemplo, hay una carta que no guarda relación alguna con su nombre, es el Mundo. Cuando la vi, en seguida reconocí la alegoría.
»Todo el mundo dejó de jugar y vino a ver esa carta maravillosa de la que yo había comprendido lo que ellos nunca habían percibido. Todos me preguntaron qué significaban aquellas cartas que yo había comprendido en un cuarto de hora. Expliqué que eran egipcias y que su significado estaba relacionado con el conocimiento de los egipcios. Nos prometimos que algún día compartiríamos con el público ese conocimiento, persuadidos de que era un magnífico descubrimiento, un libro egipcio que un día había escapado de la barbarie, de la devastación del tiempo, de fuegos accidentales y deliberados y del gran desastre de la ignorancia» (3).
Quizás si le hubiera dedicado más tiempo, su investigación habría arrojado otros resultados, porque el tarot no se inventó en el antiguo Egipto, sino en el norte de Italia durante la primera mitad del siglo XV. En cualquier caso, sus teorías fueron muy bien aceptadas en los círculos esotéricos, el tarot se convirtió en el libro de Thot y los triunfos pasaron a ser arcanos cuyos verdaderos secretos sólo podían descifrar los iniciados y los tarotistas. En concreto, sus teorías fueron continuadas por el francés Jean-Baptiste Alliette (1738 – 1791), que firmaba sus obras con el apellido al revés, Etteilla, en aras del exotismo artístico que debe rodear a un mago. Etteilla también formaba parte de una logia masónica y ya había publicado en 1770 un libro sobre cartomancia empleando una baraja normal (Etteilla, ou manière de se récréer avec des jeu de cartes).
En 1783, al hilo de las propuestas de Gèbellin, Eteilla escribió Manière de se récréer avec le jeu de cartes nomées Tarots, en el que ofrecía más detalles sobre el presunto libro de Thot. Así, según Eteilla, el tarot habría sido realizado por diecisiete magos egipcios en Menfis en el año 1828 a.C., entre los cuales se encontraba un descendiente de Mercurio-Athotis. Además, Eteilla diseñó una baraja del tarot, la primera de una larga serie de barajas esotéricas, y escribió un manual de instrucciones para la lectura mántica en el que combinaba tarot y astrología. Había descubierto un filón de oro. Su popularidad fue cada vez mayor y en 1788 fundó la Société des Interprètes du Livre de Thot, la primera empresa de la historia que hacía de la lectura de cartas del tarot su modelo de negocio.
El proceso fue más complejo de lo que he explicado aquí, claro, y para comprender bien la génesis de la tarotmancia habría que analizar otros fenómenos históricos, como la cartomancia, cuyos orígenes se remontan al siglo XV o XVI, los libros de la suerte del Renacimiento o la astrología, cuya decadencia en el XVIII permite explicar el auge de otras técnicas mánticas. Por otro lado, tampoco he explicado la influencia de Gébelin en los autores ocultistas posteriores, como Eliphas Levy, Papus o Alisteir Crowley, pero eso lo dejamos para otro día.
Notas
1. Para empezar a conocer qué es el hermetismo y su influencia en el Renacimiento, creo que el mejor punto de partida sigue siendo el libro de Frances Yates, Giordano Bruno y la tradición hermética, que en español me parece que fue publicado por Ariel. Luego sugiero leer la edición del Corpus Hermeticum y el Asclepio de Brian P. Copenhaver editada por Siruela.
2. «Si l’on entendoit annoncer qu’il existe encore de nos jours un Ouvrage des anciens Egyptiens, un de leurs Livres échappé aux flammes qui dévotèrent leurs superbes Bibliothèques, & qui contient leur doctrine la plus pure sur des objets intéressans, chacun seroit, sans doute, empressé de connoître un Livre aussi précieux, aussi extraordinaire. Si on ajoûtoit que ce Livre est très-répandu dans une grande partie de l’Europe, que depuis nombre de siècles il y est entre les mains de tout le monde, la surprise iroit certainement en croissant: ne seroit-elle pas à son comble, si l’on assuroit qu’on n’a jamais soupçonné qu’il fût Egyptien; qu’on le possède comme ne le possedant point, que personne n’a jamais cherché à en déchiffrer une feuille: que le fruit d’une sagesse exquise est regardé comme un amas de figures extravagantes qui ne signifient rien par elles-mêmes? Ne croiroit-on pas qu’on veut s’amuser, se jouer de la crédulité de ses Auditeurs?
»Le fait est cependant très-vrai: ce Livre Egyptien, seul reste de leurs superbes Bibliothèques, existe de nos jours: il est même si commun, qu’aucun Savant n’a daigné s’en occuper; personne avant nous n’ayant jamais soupçonné son illustre origine. Ce Livre est composé de LXXVII feuillets ou tableaux, même de LXXVIII, divisés en V classes, qui offrent chacune des objetes aussi variés qu’amusans & instructifs: ce Livre est en un mot le JEU DES TAROTS, jeu inconnu, il est vrai, à Paris, mais très-connu en Italie, en Allemagne, même en Provence, & aussi bisarre par les figures qu’offre chacune de ses cartes, que par leur multitude […]».
3. «Si ce Jeu qui a toujours été muet pour tous ceux qui le connoissent, s’est développé à nos yeux, ce n’a point été l’effet de quelques profondes méditations, ni de l’envie de débrouiller son cahos: nous n’y pensions pas l’instant avant. Invité il y a quelques années à aller voir une Dame de nos Amies, Madame la C. d’H., qui arrivoit d’Allemagne ou de Suisse, nous la trouvâmes occupée à jouer à ce Jeu avec quelques autres Personnes. Nous jouons à un Jeu que vous ne connoissez sûrement pas… Cela se peut; quel est-il?.. Le Jeu des Tarots… J’ai eu occasion de le voir étant fort jeune, mais je n’en ai aucune idée… C’est une rapsodie des figures les plus bisarres, les plus extravagantes: en voilà une, par exemple; on eut soin de choisir la plus chargée de figures, & n’ayant aucun rapport à son nom, c’est le Monde: j’y jette les yeux, & aussi-tôt j’en reconnois l’Allégorie: chacun de quitter son Jeu & de venir voir cette Carte merveilleuse où j’appercevois ce qu’ils n’avoient jamais vû: chacun de m’en montrer une autre: en un quart-d’heure le Jeu fut parcoutu, expliqué, déclaré Egyptien: & comme ce n’étoit point le jeu de notre imagination, mais l’effet des rapports choisis & sensibles de ce jeu avec tout ce qu’on connoît d’idées Egyptiennes, nous nous promîmes bien d’en faire part quelque jour au Public; persuadés qu’il autoit pour agréable une découverte & un présent de cette nature, un Livre Egyptien échappé à la barbarie, aux ravages du Tems, aux incendies accidentelles & aux volontaires, à l’ignorance plus désastreuse encore».
Bibliografía
Estudios generales:
Berti, Giordano. Il tarocco esoterico in Francia. Appunti di Storia, Iconografia, Divinazione. Edizioni Le Tarot, Faenza, 1989.
Berti, Giordano. Tarocchi ed esoterismo. En Il castello dei tarocchi, coordinado por Andrea Vitali. Lo Sacarabeo. Turín, 2010.
Caldwell, Ross Gregory. The Devil and the Two of Hearts. En The Playing-Card, Vol. 37 (2008-2009). The International Playing-Card Society. Londres, 2009.
Decker, Ronald; Depaulis, Thierry; Dummett, Michael. A wicked pack of cards – The Origins of the Occult Tarot. Duckworth. Londres, 1996.
Lonardoni, Gerardo. Court de Gébelin e la tradizione occulta. En Il castello dei tarocchi, coordinado por Andrea Vitali. Lo Sacarabeo. Turín, 2010.
Tubau, Daniel. La verdadera historia de las sociedades secretas. Alba. Barcelona, 2008.
Zanetti, Terry. Genesi della Cartomanzia. Carte e divinazione nel Rinascimento. En Il Tarocchino di Bologna. Storia, Iconografia, Divinazione dal XV al XX secolo, de Andrea Vitali y Terry Zanetti. Edizioni Martina. Bologna, 2005.
Fuentes:
Alliette, Jean-Baptiste. Etteilla, ou la seule manilere de tirer les cartes. (París, 1773).
Alliette, Jean-Baptiste. Maniere de se récréer avec le jeu de cartes nommées Tarots. (París, 1783).
Alliette, Jean-Baptiste. Cour thèorique et pratique du Livre du Thot, (París, 1790).
De Gèbelin, Antoine Court. Le monde primitif, analysé et comparé avec le monde moderne, vol. 8, tom. 1, (París, 1781). Se puede consultar también una edición on line del Libro VIII traducido al inglés por Donald Tyson en:
http://www.donaldtyson.com/gebelin.html
El original francés se puede leer en la web Tarock de Hans-Joachim Alscher:
http://www.tarock.info/gebelin.htm
[Publicado en febrero de 2012]
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