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Georgia 5: Vardzia

El sitio que más nos gustó de toda la expedición por Georgia.

Georgia 5: Vardzia

Tras pasar la noche en Bordzhomi, marchamos hacia Vardzia, donde llegamos poco después del mediodía. Nos alojamos en un sitio fantástico llamado Valodia’s Cottage, a unos dos kilómetros del yacimiento. Es una especie de resort al lado del río Mtkvari lleno de flores y plantas. Con comida y cena incluidas, pagamos menos de 30 euros por cabeza por dormir y la verdad es que nos encantó. Cultivan la verdura ahí mismo, sin basuras industriales, al igual que el vino, y entre el escenario y lo bien que comimos decidimos pasar en el sitio dos noches en lugar de una.

Una ciudad en la roca

Después de dejar las mochilas en el Valodia, marchamos por fin a ver Vardzia, a la que le dedicamos la tarde cada vez más entusiasmados. Aunque el asentamiento se remonta tiempo atrás, comienza a ser importante en el siglo XII, cuando el rey Giorgi III, padre de la legendaria reina Tamara, escogió el sitio para desarrollar un plan arquitectónico muy ambicioso: convertir un monasterio en una ciudad fortificada donde resguardarse de las invasiones de los ejércitos musulmanes. A su muerte, su hija siguió con el proyecto y al final la ciudad en la roca llegó a tener unas 3.000 habitaciones dispuestas en 13 niveles conectados por una red de túneles.

Aunque hay espacios únicos, como los establos o una farmacia, muchas estructuras son muy parecidas, una entrada a una habitación con una pared al fondo en la que se abre una puerta que da a lo que debía de ser el dormitorio. Junto a la puerta suele encontrarse un nicho donde imagino que antiguamente habría iconos religiosos.

En su día debía de ser espectacular, un laberinto inmenso donde habitaban monjes, soldados, comerciantes, artesanos y funcionarios reales en un valle muy fértil, pero rodeados de enemigos que podían llegar en cualquier momento. Sin embargo, el fin de la ciudadela no llegó por la espada, sino por un terremoto que en el año 1283 destruyó gran parte del sitio. A partir de entonces fue languideciendo hasta que en el año 1578 fue abandonada por los últimos monjes que quedaban por la inminente llegada de los otomanos.

Yo estoy convencido de que antes de marcharse, aquellos monjes ocultaron una biblioteca llena de libros perdidos por algún lado perfectamente estanco y que se descubrirá en pocos años, pero lo mismo me ha pasado cuando he visto Masada, Petra, Teotihuacan, Lalibella o cualquier otro sitio antiguo donde hayan circulado libros, que la esperanza es lo último que se pierde.

En el centro de la ciudad aún se conserva la iglesia de Dormition, del siglo XII, en la que hay varios frescos ennegrecidos y cada vez más deteriorados por el humo de las velas. En una de las paredes está representada la reina Tamara, que es uno de los grandes símbolos nacionales.

La pequeña Vardzia

Monasterios, castillos, iglesias y hasta un caravansar: la zona entre Vardzia y Khertvisi está sembrada de centros históricos de interés y habría sido formidable haberle podido echar más días para recorrerla con calma. Nosotros solo pudimos quedarnos un día más aparte del que le dedicamos a Vardzia. Nos levantamos pronto y echamos a andar por el valle siguiendo el curso del río Mtkvari. Fue un trekking muy chulo en el que pasamos un buen rato acompañados por un perro vagabundo muy simpático que iba alejando todo arrojo a otros perros asilvestrados que se acercaban en busca de algo de comer.

Por el camino pasamos por Vanis Kvabebi, un monasterio medieval que también estaba excavado en la roca. Se remonta al siglo VIII, está en lo alto de una cuesta muy empinada y es mucho más pequeño que Vardzia. Por algunas zonas hay que tener cuidado, que el lugar no está habilitado para el turismo y la pendiente es alta, pero lo disfrutamos mucho, quizás porque solo estábamos nosotros y era un placer disfrutar de las vistas en silencio.

En la actualidad algunos monjes pasan temporadas en el monasterio. Han construido una iglesia pequeña al pie del yacimiento, al lado de una cueva muy bien equipada, con su nevera y su cocina, que les sirve de comedor y dormitorio para los invitados, tal y como nos enseñó un monje muy simpático, delgado y de barba larga que nos ofreció agua cuando bajamos.

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