El códice Boturini: 5. La serpiente y el cuexteca
Análisis de la quinta lámina del códice Boturini

En capítulos anteriores de esta serie dedicada al Códice Boturini, también conocido como la Tira de la peregrinación, hemos visto cómo los aztecas salían de Aztlán y llegaban a Chicomoztoc, desde donde siguieron el camino acompañados por ocho calpullis. Luego llegaron a un sitio relacionado con un árbol truncado que quizás podría ser un lugar cósmico llamado Tamoanchan, se separaron de los demás calpullis y se enfrentaron con los mimixcoa, unos personajes míticos relacionados con Mixcóatl. Después de sacrificar a los mimixcoa pasaron a ser mexicas y obtuvieron el arco y la bolsa de red, dos poderosas herramientas asociadas a la imagen de los chichimecas.
Después de acontecimientos tan intensos, en esta quinta lámina parece que la acción es más sencilla, que nuestros aztecas-mexicas solo van de paso por dos sitios sin importancia, pero bien lejos de rebajar el ritmo tras esta aparente sencillez se esconde un nuevo episodio transcendental.
Lámina 5

En la quinta lámina vemos que la línea de pisadas pasa por dos cerros cuyo nombre se identifica por la figura superior. En un extremo se encuentran los mexicas, que ya no están representados por los cuatro teomamaque de las láminas anteriores, sino por cuatro personajes masculinos, todos anónimos. Ninguno de ellos lleva a Huitzilopochtli, que no volverá a aparecer ya en todo el relato.
Un cuexteca afligido
En el primer cerro aparece un personaje con la cabeza gacha que está llorando. En general, por la iconografía y una referencia en la Crónica Mexicáyotl, los especialistas identifican este sitio como Cuextecatl Ichocayan, «el sitio donde lloró el cuexteca», que derivaría de cuexteca, la manera que se denominaba en náhuatl a los «huaxtecas», el prefijo posesivo i-, el verbo llorar choca- y el sufijo locativo yan, «donde sucede algo».
Efectivamente, no cabe duda de que se trata de un cuexteca o al menos de un cuexteca tal y como lo veían los mexicas (1). Los cuextecas se llamaban a sí mismos teenek, «los hombres de aquí», eran un pueblo de origen maya que vivía al norte del Altiplano central y practicaban varias costumbres que desagradaban a los mexicas, que en general eran reacios a aceptar las diferencias culturales.
Entre el catálogo de rasgos con que solían representar a los cuextecas, en nuestro personaje se advierten la deformación craneana, el peinado especial —quizás rubio— y, sobre todo, la gran perforación del septo de la nariz (yacacoyonqui), una de las prácticas que más les llamaba la atención a los mexicas junto a la costumbre de afilarse los dientes.

Lo que no está claro es por qué llora tanto. En otras escenas de la Tira se ve a gente llorando, pero este cuexteca lo hace de forma exagerada. Del ojo le cae una lágrima que termina en dos ramas perladas en lugar de una, como es habitual en este códice, y, por si no quedase claro que está llorando mucho, el tlacuilo añadió lágrimas cayendo desde el rostro. No son desde luego las lágrimas comedidas de los aztecas que vimos hace un par de capítulos.
No parece que hubiera existido un topónimo real con el nombre literal del pictograma, «el sitio donde lloró el cuexteca», por lo que algunos especialistas, como Daniel Graña (2), lo asocian más bien con un episodio que se cuenta en los Anales de Cuauhtitlan relacionado con las Ixcuinanme, que eran cuatro advocaciones de la diosa Tlazoltéotl-Ixcuina. La historia es la siguiente (3).
En el año 8 tochtli sucedieron varios acontecimientos que presagiaban desdichas en la ciudad de Tula (Tollan), como la llegada de unas «diablesas que se decían Ixcuinanme». Aquellas criaturas llegaron a Cuextlan y en el sitio llamado «Cuextecatlichocayan (lugar en el que lloró el cuexteca)» apresaron a unos cautivos para llevarlos hasta Tula y sacrificarlos mediante flechamientos, es decir, lanzándoles flechas. Al oír el destino que les aguardaba, los cuextecas se afligieron y echaron a llorar, pero de nada les sirvió, pues en cuanto llegaron a Tula sacrificaron a dos y así comenzó la fiesta de las Ixcuinanme.
Dado que en cuanto pasan el sitio de la serpiente que veremos a continuación, los aztecas llegan a Tula, la hipótesis resulta sugerente. Ahora bien, en ese caso parece natural preguntarse ¿por qué se incluyó esta referencia en el itinerario legendario de los mexicas?
Tlazoltéotl – Ixcuina
El paso por Cuextecatl Ichocayan se puede explicar por diversas razones. La primera sería que hubiera sido de verdad una localidad y que hubieran pasado por ahí y lo recordaran, aunque lo cierto es que en esta fase del viaje no termina de cuadrar una razón tan anodina.
Otra posibilidad, apuntada por Federico Navarrete, estaría relacionada con los intereses geoestratégicos del imperio mexica. La huasteca era una región muy fértil, donde abundaban el cacao y el algodón, que eran muy apreciados, por lo que los mexicas trataron de conquistarla en varias ocasiones desde mediados del siglo XV, bajo el reinado de Moctezuma Ilhuicamina, aunque solo llegaron a controlar el sudeste de la región, que se había convertido así en el límite septentrional del imperio, un estado tapón frente a los beligerantes chichimecas que había más al norte. Y, de alguna manera, se estaría proyectando aquel límite en el recorrido de los mexicas. Sería como afirmar el derecho de conquista porque en el pasado ya habían pasado por allí, quién sabe si protagonizando historias más complejas que las que nos han llegado, a la vez que se enfatizaba la imagen de los cuextecas como enemigos opuestos que deben ser sacrificados.
No sería la primera vez en la historia donde un viaje mítico refleja los intereses geoestratégicos de un pueblo: valgan como ejemplo las aventuras juveniles del héroe ateniense Teseo por el Ática o las batallas de los hebreos contra los cananeos que se narran en la Torah y que buscaban legitimar los intereses expansionistas del reino de Jerusalén en el siglo VII a. C. Sin embargo, me interesa ahora que recorramos otro camino interpretativo y dejar este para más adelante, cuando hayamos acompañado un poco más a los aztecas en este largo viaje.
Es complicado separar la narración mitológica de la histórica en los relatos de las migraciones chichimecas, incluido el que se cuenta en la Tira de la peregrinación, dado que esta separación carecía de sentido para los antiguos mexicanos. Sin embargo, sí parece que en el códice se produce un cambio de tono más adelante y se abandona el ámbito legendario para narrar acontecimientos históricos. Volveré en otros capítulos sobre este tema, pero quiero destacar que todavía nos encontramos en un momento de la narración donde el mito tiene un gran peso, por lo que resulta muy sugerente la relación entre los cuextecas y las Ixcuinanme que tal vez dieron nombre al lugar.
Tlazoltéotl – Ixcuina era una diosa lunar originaria de la Huasteca que también fue adorada entre los mexicas. Es una diosa muy compleja que se desdoblaba en otras cuatro diosas o hermanas que decía Sahagún (libro I, cap. 12). La mayor se llamaba Tiacapan, la segunda Teicu, la tercera Tlaelquani y la menor Xucotzin. Y estas cuatro diosas (hermanas), añade Sahagún, «eran las diosas de la carnalidad. En los nombres bien significa a todas las mujeres que son aptas para el acto carnal […]. También decían que esta diosa o diosas tenían poder para provocar la lujuria y para inspirar cosas carnales, y para favorecer los torpes amores».
Como explica Ricardo Rincón Huarota, estas cuatro formas de la diosa están relacionadas con el ciclo lunar —la luna creciente, llena, menguante y nueva— y con «las cuatro etapas evolutivas por las que transita todo ser viviente: juventud, fecundidad, edad madura, edad avanzada y muerte» (4). Tlazoltéotl recibía en la Huasteca el nombre de Ixcuina, indica este investigador, que probablemente significase «las flechadoras», pues entre sus numerosos ámbitos de actuación se encontraba la caza. Era la patrona de las curanderas, de las parteras, los médicos, incitaba a la lujuria y el pecado, que también perdonaba al final de la vida de un ser humano, y estaba relacionada con los dioses del pulque y el ciclo agrícola. Era «la Gran Madre Tierra que simboliza la profundidad telúrica como Tlalli Iyollo “Corazón de la tierra”; la Diosa Madre creadora de todos los seres vivos o, en resumidos términos, la Gran Parturienta».
Entonces, en el caso de que Cuextecatl Ichocayan estuviera relacionado con los cuextecas y el mito de las Ixcuinanme, se abre un abanico de interpretaciones a cada cual más sugerente, pero antes de adentrarnos por ese sendero debemos analizar el siguiente lugar que aparece en esta lámina.
¿Coatlicamac?
El segundo sitio por donde pasan los mexicas está representado por una gran serpiente de fauces abiertas y quizás sea el sitio más complicado de identificar de toda la Tira. En una de las versiones sobre la peregrinación de los mexicas que recoge Chimalpahin en la Tercera relación, se habla de un lugar llamado Coatl Icamac, «En la boca de la serpiente», que derivaría de coatl, «serpiente», y camac, «boca». También se menciona entre paréntesis un sitio llamado así en la Crónica Mexicáyotl de Tezozómoc, pero es probable que también fuera una interpolación de Chimalpahin (5). En cualquier caso, en las dos fuentes no se añade ningún dato más al respecto.
En cambio, es más interesante la información que aporta Juan de Torquemada en su Monarquía indiana (Libro I, cap. XVII), una obra algo tardía que ha sido considerada una crónica de crónicas por la multitud de fuentes que utilizó el autor.
Según Torquemada, los mexicas salen de Chicomoztoc y llegan a Cohuatlycamac, donde se menciona por primera vez que su capitán se llama Huitziton del que solo sabemos «que era el que hacía los embustes y los declaraba», el cual no volverá a aparecer después. En Cohuatlycamac se detienen tres años y allí se produce un suceso que iba a envenenar la relación entre los mexicas de Tenochtitlán y los de Tlatelolco. Un día aparecieron dos quimiles, dos pequeños «envoltorios», y al abrirlos vieron en uno de ellos una piedra preciosa, una esmeralda, y en el otro, dos palos. Se dividieron entonces todos en dos bandos: los tlatelolcas y los tenochcas. Los primeros insistieron en quedarse con la esmeralda y Huitziton les dijo a los segundos que no se preocupasen y cedieran sin rechistar. Los tlatelolcas se quedaron muy contentos, pero Huitziton no tardó en mostrarles su gran error, pues la esmeralda no servía en realidad para nada, mientras que los dos palos eran en realidad la manera de hacer fuego.
«Y deseosos los mexicanos de saber el secreto de estos palillos, pidiéronle a Huitziton que se lo descubriese. Él, deseoso de quietarlos, los tomó y puesto uno en otro sacó fuego de ellos. de que quedaron grandemente admirados todos los presentes (porque jamás hablan visto cosa semejante) y de aquí quedó conocida esta invención del fuego, por este modo. Y aun también nació de aquesto que los que se habían llevado la piedra. quedasen arrepentidos y quisieran trocar los envoltorios. Pero como el secreto estaba descubierto no quisieron los mexicanos; y cada cual se quedó con el suyo».
Y así desde entonces andan enemistados tlatelolcas y tenochcas:
«Desde esta ocasión, aunque todos estos aztecas venían juntos. ya no con aquella hermandad y familiaridad que antes traían; porque desde esta disensión guardaron el rencor y odio, los unos contra los otros y vinieron parciales y divididos en las voluntades».
El pasaje, que no he encontrado en ninguna otra fuente, se puede interpretar como un cuento con moraleja de origen claramente tenochca (6). Los tlatelolcas se describen como gente de torpe entendimiento que se deja engatusar y prefieren una piedra vana a lo realmente importante, que es el fuego. De hecho, es probable que esos «quimiles» fueran en realidad bultos sagrados, los tlaquimilolli que vimos hace un par de capítulos, que contenían las reliquias de algún dios o, mejor dicho, al mismo dios, por lo que la mala decisión de los tlatelolcas fue también haber rechazado a un dios del fuego. En cualquier caso, el cuento parece una mofa de Tenochtitlan a sus vecinos de Tlatelolco.
No quiero aburrir al lector con un repaso exhaustivo de todas las fuentes, pero es importante que veamos otra más, el llamado Códice Mexicanus, en el que se describe la siguiente secuencia: los mexicas salen de Aztlán, pasan por un sitio que es un cerro partido, llegan a Chicomoztoc y de ahí siguen hasta Coatlicamac, donde pasan tres años.

Al lado de este sitio, a la izquierda, hay una figura prácticamente borrada que podía ser un cuexteca de gran nariz que está llorando.

Luego van a un sitio cuyo glifo es una red, quizás Matlahuacallan, y de nuevo llegan a Chicomoztoc, esta vez representado en la parte inferior de la tesela de los años y atravesado por un árbol. Como en la Tira, del lugar de las Siete Cuevas salen varios pueblos y a continuación llegan a Coatepec, el Cerro de la Serpiente, donde dos personajes miran el cielo, en el que parece haber un sol y una estrella. De todos estos nombres, ahora solo es necesario destacar Coatlicamac y Coatepec.


En síntesis, el tándem Cuextecatlichocayan – Coatlicamac aparece mencionado en los Anales de Chimalpahin y en la Crónica Mexicáyotl de Tezozómoc, pero es muy probable que en este caso fuera una interpolación de Chimalpahin. Además, es probable que también se encuentre en el Códice Mexicanus, pero solo podemos estar seguros de Coatlicamac. Y en esta obra también se encuentra una segunda salida de Chicomoztoc, pero ahora aparece Coatepec en lugar de Coatlicamac y sin Cuextecatlichocayan. Por último, sobre Coatlicamac tenemos una anécdota en la Monarquía de Torquemada, pero parece un caso aislado de origen incierto que podía no ir más allá de un cuentecillo popular oído por algún lado de Tenochtitlan.
Y el problema es que, salvo por la historia de Torquemada, Coatlicamac parece en general un sitio de poca relevancia. De hecho, el propio Barlow, un americanista colosal del siglo XX, se extrañaba por la poca información que había conseguido recabar de un sitio que a priori debía de ser más trascendente en tanto que se encuentra en este primer tramo legendario de la migración, y que las pocas que había encontrado eran de la región de Oaxca, bien lejos del trayecto que siguen las migraciones (7).
No sucede lo mismo con el segundo sitio que se indica en el Códice Mexicanus, Coatepec, que también aparece en la obra de Torquemada, en la Crónica Mexicáyotl y en numerosas fuentes más antes de que los mexicas lleguen a Tula. Y es que este lugar era uno de los sitios más sagrados para los mexicas de Tenochtitlan, pues allí había nacido Huitzilopochtli.
El nacimiento de Huitzilopochtli
Coatepec era una montaña cerca de Tula, al norte, que probablemente se correspondiese con el cerro que hoy en día se denomina Hualtepec, en el actual estado de Hidalgo, tal y como propone el arqueólogo Eduardo Yamil Gelo. Y era un sitio de gran importancia en el sentir religioso mexica, pues ahí era donde había nacido Huitzilopochtli, el dios principal de México Tenochtitlan, el dios que los había estado guiando desde que salieron de Aztlán.
El mito del nacimiento de Huitzilopochtli aparece en varias fuentes. Por comenzar por una podemos tomar como referencia el Códice Florentino de Sahagún (libro III, capítulo 1), donde se cuenta que había una sierra llamada Coatepec junto al pueblo de Tula, en la que vivía una mujer llamada Coatlicue, un nombre que significa literalmente «la falda de serpientes», la cual había sido madre de unos hijos llamados Centzon Huitznáhuac y una hija que tenía por nombre Coyolxauhqui.
Un día mientras hacía penitencia barriendo en la sierra de Coatepec, Coatlicue se encontró una pelotilla de pluma, como un ovillo hilado, y se la guardó junto a su seno, al lado de la barriga, debajo del vestido y de pronto la pelotilla desapareció y ella se dio cuenta de que se había quedado embarazada.
Cuando Coyolxauhqui descubrió que su madre estaba embarazada sin padre conocido, se cogió un enfado tremendo y alentó a sus hermanos, los Centzon Huitznáhuac, que fueran a por ella a matarla: «Hermanos matemos a nuestra madre, porque nos llenó de infamia habiéndose a hurto empreñado».
Coatlicue se asustó al oírlos, pero uno de los Centzon Huitznáhuac, de nombre Cuauitlícac, se puso de su lado y ayudó a escapar a su madre monte arriba y, cuando estaban a punto de llegar sus hijos, nació Huitzilopochtli con todas sus armas temibles:
«Y en llegando los dichos indios Centzonhuitznahuas nació Huitzilopochtli trayendo consigo una rodela que se dice teueuelli, con un dardo y vara de color azul, y en su rostro como pintado, y en la cabeza, traía un pelmazo de pluma pegado, y la pierna siniestra delgada y emplumada, y los dos muslos pintados de color azul y también los brazos».
Por si fuera poco el armamento, le pidió a uno que encendiese una serpiente hecha de teas, la terrible xiuhcoatl, y con ella despedazó a su hermana y se lanzó contra sus hermanos persiguiéndoles ladera abajo hasta que después de haber rodeado cuatro veces la montaña les dio alcance y mató a casi todos.

La versión de Sahagún sobre el enfrentamiento de Huitzilopochtli con los Centzon Huitznáhuac convivía con otra versión más popular donde se entremezclaba la peregrinación legendaria de los mexicas. Con pequeñas variantes, se cuenta por ejemplo en la Crónica Mexicana (cap. 2) y la Crónica Mexicayotl de Tezozómoc, así como en la Historia de Durán (págs. 33-34).
En la versión de la Crónica Mexicayotl, por ejemplo, se cuenta que cuando los mexicas llegaron a Coatepec, Huitzilopochtli levantó un juego de pelota —un espacio de gran valor simbólico relacionado con el ciclo solar—, un tzompantli, que era un altar hecho con cráneos humanos, y una presa que sirvió para convertir aquel lugar en un vergel lleno de plantas, peces y aves. Y a continuación se entonaron allí sus cantos, el canto llamado Tlaxotecayotl y el Tecuilhuicuicatl.
El lugar era tan formidable, que los «tíos» de Huitzilopochtli, los «Centzonhuitznahua», los «sacerdotes», le pidieron quedarse allí para siempre.
«Aquí concluirá la tarea para la que viniste, para regir, para enfrentarte a las gentes de los cuatro puntos cardinales, para impulsar el poblado y asirlo con tu poder, para que veas lo que nos prometiste, las diversas gemas, las piedras preciosas, el oro, las plumas de quetzal, las diversas plumas preciosas, el cacao polícromo, el algodón multicolor, así como las varias flores y frutos, las diversas riquezas, ya que con verdad has fundamentado y encabezado tu poblado aquí en Coatepec, pues ya has reunido aquí a tus padres, a tus vasallos, a los aztecas, a los mexicanos”, suplícanle los Centzonhuitznahua».
Huitzilopochtli entonces se enojó muchísimo, se preparó para la guerra y mató a sus tíos y a Coyolxauhcíhuatl, que en esta versión no es su hermana, sino su madre. Luego destruyó todo y los mexicas volvieron a ponerse en marcha camino hacia Tula (8).
Dioses solares, diosas lunares
El enfrentamiento de Huitzilopochtli contra sus hermanos se recreaba en México Tenochtitlan durante la fiesta de Panquetzaliztli, que sucedía probablemente al final del solsticio de invierno en una de las 18 veintenas en que estaba dividido el año solar. Entre otros rituales, el día álgido de la fiesta se llevaba en procesión desde el Templo Mayor una estatua de Huitzilopochtli por diversos lugares comenzando por el juego de pelota sagrado de Teotlachco, donde sacrificaban a cuatro esclavos —que probablemente representaban a los Centzon Huitznáhuac—, y de ahí seguían con gran velocidad por otras localidades vinculadas con la capital como Tlatelolco, Nonohualco, Tlacopan, Tlaxotlan, Coyohuacan, Mazatlan o Acachinanco, entre otras. En cada parada sacrificaban al menos a un esclavo y hacían diversas ofrendas hasta que finalmente regresaban al Templo Mayor después de unas cuatro o cinco horas de recorrido. En el Templo Mayor, se sacrificaba a otro grupo de esclavos y prisioneros y se comían la estatua de Huitzilopochtli, que estaba hecha de una especie de pasta de maíz y de harina de huauhtli llamada tzoalli.
Tal y como se habrá sospechado, el Templo Mayor de México Tenochtitlán simbolizaba en última instancia la montaña sagrada de Coatepec, como atestigua por ejemplo una estatua colosal de la Coyolxauhqui desmembrada que se descubrió a mediados del siglo pasado a los pies de la escalinata que conducía al templo de Huitzilopochtli. Y el recorrido rememora la peregrinación legendaria de los mexicas que culmina en la fundación de un altepetl que se creía elegido para dominar el mundo conocido.
Pero además de esta lectura política, explica Gabriel Kenrick, hay otra religiosa relacionada con el ciclo solar: «se trata de la victoria del dios solar sobre las fuerzas de la oscuridad, en un momento muy delicado del año, el solsticio de invierno» (2011, pág. 86). Y es que el enfrentamiento de Huitzilopochtli con sus hermanos podría estar muy relacionado con el Sol o al menos eso piensan algunos especialistas, pues no hay acuerdo al respecto.

En general, hay tres grandes corrientes interpretativas sobre el mito del nacimiento de Huitzilopochtli. Una, se conoce como astral, otra histórica y la tercera ha sido acuñada por María Castañeda de la Paz como conciliadora.
La interpretación astral fue formulada por Eduard Georg Seler y plantea el mito como una gran confrontación entre el Sol, representado por Huitzilipochtli, y las tinieblas, que estarían simbolizadas por la Luna, Coyolxauhqui, y sus hermanos los Centzon Huitznahua, las cuatrocientas estrellas del sur.
La interpretación histórica o evemerista, representada sobre todo por Yólotl González, sostiene que Huitzilopochtli sí que existió y fue un caudillo legendario, tal vez llamado Hutitzítl o Huitziton, que fue deificado tras su muerte y con el tiempo reemplazó en importancia al dios originario de los aztecas, que se llamaba Tetzauhteotl. El episodio de Coaetepec reflejaría un enfrentamiento interno entre grupos rivales en el transcurso de la migración. Uno de estos grupos sería el calpulli de los Huitznahuac, uno de los clanes más poderosos de México Tenochtitlán.
En Los orígenes de los pueblos indígenas del valle de México, Federico Navarrete resume la interpretación conciliadora, que aúna las dos anteriores al considerar que en el relato de la migración se entremezclan la historia y el mito y cada episodio puede leerse de varias maneras sin necesidad de que sean excluyentes. En cualquier caso, destaca Navarrete, ya hubiera sido una persona real o no quien dio origen al dios Huitzilopochtli, lo cierto es que una de sus lecturas principales es la reafirmación de su poder. Quién lo desafía termina destrozado, como le sucedió a los Centzon Huitznahua. En palabras del Navarrete (2000: 226-227):
«La primera consecuencia de esta violenta victoria es que los hombres sienten terror ante la fuerza del dios, lo que se manifiesta en el ruego que le hacen para que no los destruya. La violencia de la deidad y la temerosa y sumisa reacción humana definen las pautas para las subsecuentes relaciones entre ambos. A partir de ese momento, cualquiera que pensara siquiera en desafiar el poder y la autoridad de Huitzilopochtli, o de sus representantes, sabía bien cuáles serían las consecuencias de semejante temeridad. Esta lección resulta evidente tanto en las versiones históricas del relato, como en las míticas, aunque se presenta de manera diferente».
En síntesis, para los mexicas, Coatepec era un sitio sagrado, el lugar donde había nacido Huitzilopochtli o, al menos, donde se había enfrentado a sus hermanos en el transcurso de la migración, tal y como se rememoraba todos los años durante la fiesta de Panquetzaliztli. Es probable que aquel mito poliédrico estuviera relacionado con el ciclo solar y la victoria de Huitzilopochtli representase el triunfo del Sol sobre las fuerzas de la noche y la oscuridad, aunque la creencia podría haber nacido de un enfrentamiento real entre calpullis mexicas rivales. En cualquier caso, el mito también formaba parte del sistema ideológico de la sociedad militarista y expansionista de México Tenochtitlán: no hay rival para los seguidores de Huitzilopochtli, un dios que nació con las armas en mano dispuesto a enfrentarse y derrotar a quien se le pusiera por delante.
¿Coatepec?
Ahora que conocemos la importancia de Coatepec, retomemos el problema que veíamos antes sobre por qué aparece Coatlicamac en el pasaje que va desde la salida de Aztlán a Tula, el siguiente que veremos, que es un tramo que guarda más relación con la mitología que con la geografía.
Una de las claves para desenmarañar este enigma podría estar en el Códice Aubin, donde, al mencionar Coatlicamac, el copista añadió el topónimo de Coatepec, que es el pictograma que hay debajo del texto.
«Oncan ceppa impan molpi in xihuitl in cohuatlycamac cohuatepetl icpac huetz in tlequahuitl ipan in Ome acatl xihuitl»
[Aquí terminó el primer siglo; y en el cerro de Cohuatlycamac – Cohuatepetl fue encendido el fuego divino del nuevo año dos Acatl].

En la Historia mexicana desde 1221 hasta 1594 o Manuscrito Mexicano 40, una obra colonial tardía, también se explica que Coatepec era un cerro localizado en o cerca de Coatlicamac (en Navarrete, 2000), pero al ser una obra tan moderna hay que manejar la referencia con cautela.

¿Podría ser entonces que Coatepec y Coatlicamac se considerasen en el siglo XVI el mismo sitio? Estoy seguro, ya que es inconcebible un relato de tradición tenochca sobre la migración de los mexicas que no mencione Coatepec antes de llegar a Tula. Sería como escribir una historia del cristianismo sin decir nada sobre Jerusalén o hablar de los orígenes de Roma después de Virgilio sin mencionar a Eneas, ya que, como veremos más adelante, el nacimiento de Huitzilopochtli en Coatepec no era un episodio oscuro que solo conocían los sacerdotes de mayor rango, sino una creencia popular que se festejaba colectivamente todos los años durante la fiesta de Panquetzaliztli,
Por lo tanto, en el caso de la Tira de la peregrinación solo nos quedan en esencia dos opciones:
a. El tlacuilo no era de procedencia tenochca y desconocía o no le daba importancia a los sucesos de Coatepec, lo cual parece extraño porque en todo el resto del relato sigue el discurso canónico del grupo X, el mismo en el que se encuadra la Crónica Mexicáyotl.
b. Como sucede en el Códice Aubin, para el tlacuilo, Coatlicamac y Coatepec representaban el mismo sitio.
Yo creo que la segunda opción es la correcta, aunque no tengo forma de respaldar esta hipótesis con más argumentos que los expuestos, que no son suficientes para estar seguros por completo y también sospecho que esta mimetización de los dos lugares no fue una casualidad, pero para abordar esta cuestión antes es necesario que conozcamos a los toltecas y a Xolotl, el legendario líder de los chichimecas, por lo que de momento aparco esta cuestión, doy por sentado que este sitio es Coatepec y paso a analizar la tercera escena de esta lámina, el grupo de la derecha.
Los cuatro amigos
Desde esta lámina hasta el final, salvo algún episodio puntual, los aztecas ya no están representados por los cuatro teomamaque, los portadores del dios, sino por cuatro señores formando un cuadrado. Salvo por un detalle del vestido que veremos más adelante, no volverá a cambiar esta manera de representar al grupo.
Esta nueva representación podría deberse a la confluencia de dos relatos, al igual que Tezozómoc atribuye en la Crónica Mexicayotl a otra persona —el anciano mestizo Alonso Franco— toda la historia que hemos visto hasta; pero también es resultado de la gran transformación que vimos en la lámina anterior, cuando los aztecas pasaron a ser mexicas. En cualquier caso, nos quedaba una cuestión por resolver y es de dónde había salido este término de mexicas.
La respuesta no está clara en absoluto. En las crónicas que nos han llegado se menciona a un Mexi o Mexitlin o similar, a veces como dios, otras como sacerdote o caudillo, del que los aztecas cogerían el nombre una vez que emprendieron el camino o que sacrificaron a los mimixcoa díscolos que no cumplían su deber cósmico de alimentar al Sol. Así, por ejemplo, como vimos en el Códice Aubin se decía que:
«—De aquí en adelante ya no es vuestro nombre azteca, vosotros sois ya
mexicas.»Allá les emplumó las orejas, así que tomaron los mexica su nombre».
En el Códice Florentino, por poner otro caso, Sahagún buscaba una explicación que relacionaba el nombre con el maguey y las liebres.
«Este nombre mexicatl se decla antiguamente mecitli, componiéndose de me, que es metl por el maguey, y de atlí por la liebre, y así se había de decir mecícatl; y mudándose la e en x se corrompe y se dice mexícatl. Y la causa del nombre, según lo cuentan los viejos, es que cuando vinieron los mexicanos a estas partes traían un caudillo y señor que se llamaba Mécitl, al cual, luego después que nació le llamaron citli, liebre; y porque, en lugar de cuna, lo criaron en una penca grande de un maguey, de allí adelante se llamó mecitli, como quien dice, hombre criado en aquella penca de maguey; y cuando ya era hombre fue sacerdote de ídolos, que hablaba personalmente con el demonio, por lo cual fue tenido en mucho y muy respetado y obedecido de sus vasallos, los cuales, tomando su nombre de su sacerdote, se llamaron mexica o mexícac».
Libro VIII.
Sin embargo, aunque algún autor asocia el nombre de Mexi con el de Huitzilopochtli en los primeros episodios de la migración, lo cierto es que este personaje o dios no vuelve a aparecer en el panteón mexica y, como señala Federico Navarrete, parece extraña esta manera de formar el gentilicio, el nombre de un pueblo, pues en general se forman a partir de topónimos. De ahí que Navarrete no descarte una posibilidad apuntada por Duverger en L’origine des aztèques, que no he podido consultar aún personalmente, de que los mexicas hubieran formulado un mito tardío para explicar el nombre que se daban a ellos mismos (10).
En fin, la cuestión sigue abierta; en cambio sí parece más fácil explicar por qué hay cuatro personajes, al igual que en láminas anteriores había cuatro teomamaque. En consonancia con otras culturas mesoamericanas, como los mayas o los mixtecas, la cosmovisión mexica estaba muy influenciada por los números y sus relaciones y, en este sentido, el cuatro era uno de los dígitos más importantes en tanto que marcaba cuatro rumbos que convergían en el centro. Cuatro habían sido las edades solares antes de la llegada del quinto Sol y cuatro los rumbos del plano terrestre donde vivimos los humanos, cada uno presidido por uno de los cuatro grandes dioses que habían nacido de Tonacatecutli y su esposa Tonacacíhuatl, la gran pareja primordial: Tezcatlipoca, de color negro, Xipetótec, de color rojo, Quetzalcóatl, de color blanco y Huitzilopochtli, de color azul. Cuatro eran los cargos principales de gobierno por debajo del Huey Tlatoani tenochtlay cuatro fueron las vueltas que dio Huitzilopochtli persiguiendo a sus hermanos en Coatepec, al igual que eran cuatro los «barrios» o áreas metropolitanas principales de México Tenochtitlan: Moyotla, Teopan, Atzacoalco y Cuepopan. Son cuatro personajes, en síntesis, porque cuatro representa cualquier sinónimo de grupo o conjunto. Es decir, aquí se está hablando de los mexicas.
Y ahora que ya hemos analizado cada elemento de esta lámina por separado, vamos a tratar de entender qué relación existe entre ellos.
A vueltas con los cuextecas
Los cuextecas asoman por aquí y por allá durante los primeros episodios de la migración de los mexicas en varias fuentes. En la Crónica Mexicáyotl, por ejemplo, se contaba que había en Aztlán un rey llamado Moctezuma que tenía dos hijos. El menor se llamaba Mexi y era jefe de los aztecas; del mayor no se indica el nombre, sino solo que era caudillo de los cuextecas. Mexi se peleó con su hermano y decidió salir de Aztlán con su pueblo. La Crónica Mexicáyotl no aclara la razón de aquella discusión, pero podemos suponer que fue por alguna trastada de los cuextecas, que una y otra vez aparecen en las leyendas haciendo las cosas mal.
En la versión de Sahagún sobre el origen de los mexicas, por ejemplo, se cuenta que estando todavía todas las tribus en Tamoanchan, los anahuaca mixteca descubrieron la manera de preparar pulque y convidaron a todos advirtiendoles de que sólo bebieran cuatro tazas para no terminar borrachos. Sin embargo, el caudillo de los cuextecas se tomó cinco, perdió el juicio y se quitó la ropa delante de todos. Cuando se recuperó sintió mucha vergüenza y se marchó con su pueblo a Panotlan.
Y estos cuextecas, sigue contando Sahagún, eran hechiceros que engañaban a la gente y les hacían ver cosas que no eran reales, pero sobre todo eran unos alcohólicos que andaban todo el día desnudos, sin maxtli, sin calzones, de ahí que cuexteca fuera casi un sinómino de borracho.
«Los [cuextecas] eran amigos de hacer embaimientos, con los cuales engañaban a las gentes, dándoles a entender ser verdadero lo que es falso, como es dar a entender que se queman las casas que no se quemaban, y que hacían parecer una fuente con peces y no era nada, sino ilusión de los ojos; y que se mataban a sí mismos, haciéndose tajadas y pedazos sus carnes; y otras cosas que eran aparentes y no verdaderas. Y nunca dejaron de ser notados de borrachos, porque eran muy dados al vino, y siguiendo o imitando a su caudillo o señor que había descubierto sus vergüenzas por su borrachera, andaban también sin maxtles los hombres, hasta que vinieron los españoles. Y porque el dicho su señor había bebido cinco tazas de vino en el monte que se dice Popozonaltépetl, los vasallos suyos siempre han sido tenidos por muy borrachos, porque parecían andar casi siempre tocados del vino, con poco juicio, y así por injuriar a algún alocado le llamaban de cuextécatl, diciendo que él también había bebido cinco tazas del vino, y que las acabó de beber sin dejar gota, y que por esto andaba como borracho».
Y esta imagen que tenían los mexicas de los cuextecas era aún peor, pues al alcohol y la brujería se le unía el sexo. Al igual que durante la colonización europea de África se formó la imagen del negro salvaje, ardiente, pagano y desenfrenado —que venía a reforzar la justificación moral de la conquista por parte de las potencias civilizadas y cristianas de Europa—, los mexicas vieron en los cuextecas unas bestias de grandes falos y desmesurado apetito sexual.

Un ejemplo muy interesante al respecto lo encontramos en la fiesta de Ochpaniztli que estaba relacionada con la fertilidad y el ciclo agrícola, en la cual se rendía culto al menos a tres diosas de la tierra: Atlan Tonan, Chicomecóatl, diosa del maíz, y Toci, que debía ser una advocación de Tlazolteolt y que también estaba relacionada con la fertilidad (9).
Entre las ceremonias que se celebraban durante esta fiesta religiosa debían de realizarse distintas procesiones delante de la diosa Tlazolteolt-Toci, representada por una muchacha que más adelante sacrificaban o por un sacerdote que vestía la piel de la muchacha ya sacrificada y desollada.
Según aparece reflejado en una lámina del Códice Borbónico, en una de aquellas procesiones se encontraban algunos cuextecas. El cortejo está guiado por Chicomecóatl, que lleva en la mano una especie de arma o bastón con forma de serpiente, y se dirigen hacia la diosa Tlazolteolt-Toci, que parece esperarles sentada. Detrás van dos mimixcoa, que se reconocen por el antifaz negro, y a continuación seis cuexteca, que se distinguen por el sombrero cónico y alargado. Los ocho personajes que siguen la diosa están caracterizados con grandes falos. Al lado de uno de los cuextecas hay una glosa en español que dice: «Todos estos son los papas putos que no salían del templo». En el centro de la lámina, sobre un altar, hay un personaje ataviado con un gran tocado del que caen tiras de colores. Probablemente se trate también de Tlazolteolt, ya que debajo está escrito que es la «diosa de los enamorados».
Lamentablemente ningún cronista describió este momento de la ceremonia, quizás por pudor cristiano, pero es bastante probable que el ritual terminase en alguna especie de cópula hierogámica entre los cuextecas con Tlazolteolt-Toci y luego los sacrificasen a todos. En cualquier caso, parece seguro que los cuextecas desempeñaban algún tipo de papel sexual en el ritual, quizás de naturaleza homosexual si nos atenemos al epíteto putos que hay en la glosa en español.
En síntesis, parece que los cuextecas no gozaban de buena prensa entre los mexicas y para terminar de enmarcar esta idea es recomendable que veamos qué pensaban los mexicas de ellos mismos.
Lo que está bien, lo que está mal
Como apunta Jaime Echeverría, aquella imagen del cuexteca resulta aún más extrema si se compara con el férreo esquema de valores que regía la sociedad mexica o, al menos, el de la clase dirigente. Y en este sentido resulta muy interesante la lectura de unos capítulos del libro X del Códice Florentino de Sahagún en los que va comparando el buen y el mal comportamiento de las personas y los oficios que forman la sociedad.
Así, por ejemplo, el buen hijo es «bien acondicionado, obediente, humilde, agradecido, reverente; imita a sus padres en las costumbres, y el cuerpo es semejante a su padre o a su madre»; sin embargo, el mal hijo es «travieso, rebelde o desobediente, loco, travieso, no acogido a buen consejo; echa a las espaldas la buena doctrina con desdén; es desasosegado, desbaratado, fanfarrón, vanaglorioso, malcriado, bobarrón y tosco…».
La hija virtuosa «es virgen de verdad, nunca conocida de varón, es obediente, recatada, entendida, hábil, gentil, mujer, honrada, acatada, bien criada y doctrinada…». En cambio, la hija viciosa «es mala de su cuerpo, disoluta, lozana, puta, polida; anda pompeándose; atavíase curiosamente; anda callejeando; dase al vicio de la carne; ándase a la flor del berro; su vida y su placer es andar a la flor del heno; anda hecha loca».
El hombre fuerte (tiácauh) «pelea con ánimo, vence, captura; al fin, asuela a los pueblos de modo que parece que los va barriendo, que no queda señal, y al cabo triunfa de los vencidos…», mientras que el malo es «vanaglorioso y jactancioso, dice que él es un águila y león en la guerra por ser muy valiente, pero es muy medroso».
Y en este listado de malas y buenas personas, entre los peores se encuentran los borrachos:
«el hombre perdido y alocado es desatinado y atontado en todo, lisiado en alguna parte del cuerpo, muy miserable, amigo del vino y de las cosas que emborrachan al hombre. Y anda como endemoniado que no teme, ni respeta a nadie, y se expone a cualquier peligro y riesgo.
»El mozo desbaratado anda como hechizado o muy beodo y fanfarronea mucho, ni puede guardar secreto; amigo de mujeres, perdido con algunos hechizos o con las cosas que sacan al hombre de su juicio, como son los malos hongos y algunas hierbas que desatinan al hombre».
Los borrachos, en síntesis, para aquella cultura intolerante, rígida y marcial forman parte de las personas más viles de la sociedad, como el «viejo putañero alocado, tonto y necio», el alcahuete, el embaucador que engaña con ciertas palabras a las mujeres o el peor de todos, según los informantes de Sahagún, el sodomítico paciente que es «abominable, nefando y detestable».
Volviendo con nuestro cuexteca: no sabemos con certeza por qué llora, quizás sea porque va a ser sacrificado por la diosa del lujuria, quizás porque está ebrio, quizás por alguna otra leyenda que no nos ha llegado, pero lo cierto es que representa el polo opuesto del esquema de valores aztecas. Y es aquí, en este esquema moral rígido, donde se esconde una pista para descifrar una de las lecturas esta lámina.
El Sol de los guerreros
Como suele ocurrir en las sociedades expansionistas y militaristas, los mexicas recelaban del extranjero y ese desprecio aumentaba cuanto mayor fueran las diferencias culturales del «otro». Al igual que les sucedía con los otomíes y los mixtecas, los mexicas veían en los cuextecas todos los defectos de su espectro moral o, al menos, del que defendían los nobles y los sacerdotes, los mismos que contaron las historias que nos han llegado en las crónicas y los códices.
Los cuextecas eran poco más que bestias, gente extraña que iba desnuda, siempre ebrios por el alcohol y los alucinógenos. Eran en síntesis criaturas envilecidas por Tlazoltéotl, diosa de la lujuria y el pulque, un pueblo que solo merece ser pasado por las armas. De hecho, el otro término que usaron para referirse a los cuextecas, tohuenyome, venía a significar algo así como «el otro, el extranjero». En palabras de Anath Ariel de Vidas:
«La etimología del término tohuenyome, usado por los aztecas para referirse a los huaxtecas, es “lo que constituye nuestra ofrenda”; su sentido de “vecino” o “extranjero”, antes mencionado, revelaría la evolución semántica de esa palabra puesto que, para los aztecas, los extranjeros constituían por antonomasia las ofrendas sacrificadas a los dioses y los huaxtecas eran, además, sus más inmediatos vecinos». (12).
Por el contrario, los mexicas se veían a sí mismos en el otro polo moral. Eran valientes, amantes de la guerra, piadosos, obedientes, un pueblo digno de ese gran dios marcial que era Huitzilopochtli. Eran un pueblo en resumen con el derecho a conquistar, sojuzgar, esclavizar y sacrificar a todos sus vecinos, que son poco más que bestias. Es el mismo mecanismo ideológico que lamentablemente se ha reproducido tantas y tantas veces en la historia: se deshumaniza al «otro» y se le llena de defectos para que luego sea más fácil darle muerte y apropiarse de su territorio.
Y aquí se encuentra quizás una posible interpretación de los dos cerros que se muestran en esta lámina. A la izquierda se encuentran los cuextecas y la diosa lunar Tlazoltéotl, son el «otro», la humanidad degenerada por el sexo y el alcohol; a la derecha, están los mexicas y el dios solar Huitzilopochtli, son los escogidos por los dioses para gobernar el mundo conocido.
Pero tal vez el problema sea más complejo y siguen siendo muchas las preguntas sin responder: ¿por qué se decidió incluir esta referencia a los cuextecas en la Tira de la peregrinación, una referencia que, por otra parte, no aparece en ninguna otra fuente justo antes de pasar por Coatepec?, ¿existen otras lecturas simbólicas tras este mensaje ideológico?, ¿Coatepec es una montaña sagrada porque allí nació Huitzilopochtli o, al revés, allí nació Huitzilopochtli porque ya era una montaña sagrada?, ¿existe alguna relación de opuestos entre Tlazoltéotl y Huitzilopochtli?
Para aproximarnos a estas cuestiones antes debemos conocer las siguientes dos láminas del códice, así que de momento vamos a dejarlo aquí y en el próximo capítulo las retomamos junto a nuevos personajes, como un cuexteca misterioso que sedujo a una princesa tolteca, el tramposo dios Tezcatlipoca y el gran Quetzalcoatl, el más sabio de todos los dioses.
Posible lectura de la lámina
Los aztecas-mexicas llegaron a Cuextecatl Ichocayan y de ahí marcharon a Coatlicamac – Coatepec.
ver otras entradas de esta serie
Notas y referencias
1. Sobre la imagen de los huastecas (cuextecas) entre los mexicas ver:
Echeverría García, Jaime. Extranjeros y marginados en el mundo mexica. El Otro, 2013.
Echeverría García, Jaime. La construcción del cuerpo del “otro”: el loco, el miedoso y el extranjero entre los antiguos nahuas. En Cuicuilco Revista de Ciencias Antropológicas. Cuerpo, alteridad y cosmovisión entre los nahuas, 70, 2017. Consultar.
Johansson Keraudren, Patrick. La imagen del huasteco en el espejo de la cultura náhuatl prehispánica. En Estudios de cultura Náhuatl, 44, 2012. Consultar.
León-Portilla, Miguel. Los huaxtecos, según los informantes de Sahagún. En Estudios de cultura Náhuatl, 5, 1965. Consultar.
Sobre la Huasteca en general:
Ariel de Vidas, Anath. Huastecos a pesar de todo: Breve historia del origen de las comunidades teenek (huastecas) de Tantoyuca, norte de Veracruz. Centro de estudios mexicanos y centroamericanos, 2009. Consultar.
Stresser-Péan, Guy; Guilhem, Olivier (dir). Viaje a la Huasteca con Guy Stresser-Péan. Centro de estudios mexicanos y centroamericanos, 2008. Consultar.
2. Daniel Graña Behrens. El llorar entre los nahuas y otras culturas prehispánicas. Estudios de cultura Náhuatl, 40, 2009. Consultar.
3. El pasaje completo traducido por Primo Feliciano Velázquez dice así:
«En este año estuvo habiendo muchos agüeros en Tollan. También en este año llegaron ahí las diablesas que se decían Ixcuinanme. Así es la plática de los viejos. Cuentan que salieron y vinieron de Cuextlan; y donde se dice Cuextecatlichocayan (lugar en que lloró el cuexteca) hablaron con sus cautivos, que apresaron en Cuextlan, y les certificaron esto que les dijeron: “Ya vamos a Tollan; seguramente llegaremos a la tierra y haremos la fiesta; hasta ahora nunca ha habido flechamiento y nosotras vamos a iniciarlo; nosotras os flecharemos.” Después que·lo oyeron sus cautivos, se afligieron y echaron a llorar. Ahí empezó este flechamiento, con que se celebraba la fiesta de las Ixcuinanme, cuando se decía (el mes) lzcalli. 9 acatl. En este año llegaron a Tollan las Ixcuinanme: llegaron a la tierra con sus cautivos, y flecharon a dos. Los demonios eran diablesas; sus maridos eran sus cautivos cuextecas. Ahí por primera vez comenzó el flechamiento».
Anales de Cuauhtitlán. UNAM – INAH. Edición online, 2019. Consultar.
4. Algunas referencias bibliográficas sobre Tlazoltéotl (recomiendo comenzar por el trabajo de Rincón Huarota):
Cabada Izquierdo, Juan José. Tlazolteotl, una divinidad del panteón azteca. En Revista española de antropología americana, 22, págs. 123-138. 1992. Consultar.
Gajewska, Marta. Tlazolteotl, un ejemplo de la complejidad de las deidades mesoamericanas. En Ab Initio, 11, 2015. Consultar.
Mikulska, Katarzyna. Tlazolteotl, una diosa del maguey. En Anales de antropología, 35, págs. 91-123, 2001. Consultar.
Rincón Huarota, Ricardo. Presencia de Tlazoltéotl- Ixcuina en la Huaxteca prehispánica. ITCA. Consultar.
5. El Grupo X estaría formado por una serie de crónicas y códices que se toman unos de otros como referencia para desarrollar otra obra. Vendría a ser lo que María Castañeda ha llamado un enorme «refrito» histórico en el que se supone que habrían partido de una Crónica X y un Códice X, fuente primera del resto. Entre las crónicas se encuentran la Crónica Mexicáyotl y la Crónica Mexicana de Tezozómoc, las Relaciones III y VII de Chimalpahin, la Historia de Durán, la Relación de Tovar y la Historia de Acosta; y entre los códices, el Códice Boturini, el Códice Aubin, el Ms. Mex. 40 y el Ms. Mex. 80 (el Códice Azcatitlan, se podría descartar ya que es tardío y probablemente falso).
Los especialistas han desmenuzado y comparado cada frase de estas crónicas tratando de localizar de dónde deriva cada pasaje con el objetivo de reconstruir aquella fuente original y en lo que atañe a las crónicas se distinguen dos grandes ramas. Una estaría formada por la Crónica Mexicáyotl, la Crónica Mexicana y la obra de Chimalpahin, y otra por las obras de Durán, Tovar y Acosta.
Dos reflexiones rápidas sobre esta cuestión:
Una, el hecho de que una obra tome otra como referencia no la invalida por completo, ya que no eran copias directas, sino que cada autor reajustaba y complementaba el relato con otras fuentes. Así, por ejemplo, Cuextecatl Ichocayan no aparecen mencionado en el Códice Aubin, pero sí en la Tira.
Y dos, como explica Federico Navarrete en Los orígenes de los pueblos indígenas del valle de México, al igual que sucedía en la Grecia clásica, los relatos legendarios y míticos distintos podían convivir sin problemas, incluso, dentro del mismo altépetl, por lo que cuando un tema se repite aquí y allá cobra aún más interés, ya que significa que debía de ser lo suficientemente importante como para sobrevivir a la miríada de creencias locales.
Sin embargo, debemos ser cautelosos cuando hablamos de una tradición general si solo se encuentra en las fuentes del Grupo X, ya que no podemos estar seguros si es resultado de que existiese realmente o solo era fruto de haberse copiado unos a otros. Dicho de otra forma, es más interesante si un tema se encuentra por ejemplo en la obra de Sahagún y en la de Durán, que en la obra de Chimalpahin y en la Crónica Mexicáyotl.
Es el caso de los dos topónimos de esta lámina que aparecen mencionados en la Crónica Mexicáyotl: Cuextecatl Ichocayan y Cóatl Icámac.
«Bastante tiempo, así pues, vagaron los mexicanos por tierras chichimecas; cuando se asentaban en algún lugar bueno permanecían como por unos veinte años; cuando se hallaban a gusto se establecían en el sitio por dos, tres, cuatro, cinco, diez o quince años; cuando no se sentían a gusto se establecían como por veinte o cuarenta días (fueron a salir a Cuextecatl-Ichocayan y a Coatl-Icamac); por todas partes daban nombres a la tierra; por alimento y sustento venían comiendo carne, frijol, bledos, “chía”, chile y ji tomate». (35).
El primero también aparece en los Anales de Cuautitlan, una obra ajena al grupo X, por lo que adquiere doble interés. Sin embargo, el de Cóatl Icámac solo se repite en una de las versiones de la peregrinación que hay en la obra de Chimalpahin, la misma que recoge el episodio de los mimixcoa.
«Y una vez más los llamó el diablo Huitzilopochtli; les dijo a los
azteca:»—Vayan a tomar a los que están tumbados al pie del huei cómitl. Éstos serán los primeros que asuman el trabajo.
»Y enseguida cambió allí su nombre a los azteca; les dijo:
»—Ahora ya no es el nombre de ustedes el de azteca. Yo les doy un nuevo nombre: ahora son mexitin.
»Y también allí les emplumaron las orejas, puesto que cambiaron su nombre, puesto que ya son mexitin; además, al entregarles
allí la flecha y el arco junto con el escudo y la chitatli, aquello que
va por las alturas podían flecharlo los mexitin.»De allí vinieron a salir a Cuixtécatl ichocayan y a Cóhuatl
(Tercera Relación).
icámac».
Sin embargo, como explica Gabriel Kenrick Kruell (43, 2011), es probable que hubiera sido el propio Chimalpahin quien hubiera interpolado esos dos topónimos en la Crónica Mexicáyotl:
«La Crónica Mexicáyotl, en náhuatl, retoma los topónimos de Cuextécatl Ichocayan y Cóatl Icámac, los cuales son fácilmente clasificables como una inserción de Chimalpahin por estar incluidos entre paréntesis: ya Jiménez Moreno había notado que todo lo que aparece entre paréntesis en la Crónica mexicáyotl debe ser atribuido al autor chalca».
Algo de bibliografía:
Castañeda de la Paz, María. El Códice X o los anales del “Grupo de la Tira de la peregrinación”. Copias, duplicaciones y su uso por parte de los cronistas. Tlalocan, 189, 2008. Consultar.
Castañeda de la Paz, María. El Códice X o los anales del grupo de la Tira de la Peregrinación. Evolución pictográfica y problemas en su análisis interpretativo. Journal de la Société des américanistes, 91-1, .2005. Consultar.
Kruell Kenrick, Gabriel. La Crónica mexicáyotl: versiones coloniales de una tradición histórica mexica tenochca. En Estudios de Cultura Náhuatl, 45, 2013. (Resumen de la tesis de maestría indicada más abajo). Consultar.
Kruell, Gabriel Kenrick. La Crónica X: nuevas perspectivas a partir del problema historiográfico de la Crónica mexicáyotl y su cotejo con la Crónica mexicana. Tesis de Maestría en Estudios Mesoamericanos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras, 2011. Consultar.
Kruell, Gabriel Kenrick. Reconstrucción filológica de un fragmento inicial de la crónica mexicáyotl de Hernando de Alvarado Tezozómoc. Tlalocan, 19, 2013. Consultar.
Rojas, José Luis de. Una historia: dos versiones. Durán, Tezozomoc y el pasado mexica. En Itinerarios: revista de estudios lingüísticos, literarios, históricos y antropológicos, 5. 2007. Consultar.
Las citas vienen de las ediciones online de la UNAM:
Chimalpahin. Primer amoxtli libro. 3a. Relación de las Différentes
Histoires Originales. Consultar.
Tezozómoc. Crónica mexicáyotl. Consultar.
6. En las notas de su estupenda edición de la Monarquía Indiana, León-Portilla sospechaba que el informante de Torquemada provenía de Tlatelolco.
«La versión que ofrece luego Torquemada acerca de la ocasión y motivo que determinaron la separación de los que más tarde habrían de establecerse en Tlatelolco no ha podido localizarse en otra fuente. Posiblemente corresponda a alguna tradición oral obtenida por él, de manera directa, de algún anciano de Tlatelolco».
Sin embargo, no tengo claro que hubiera sido un tlatelolca, ya que estos son los que quedan como tontos frente a los tenochcas listos que saben identificar lo que es realmente importante.
Consultar la edición online de la Monarquía Indiana León-Portilla en la UNAM.
7. Exactamente, Barlow no es que no encontrase ninguna pista sobre Coatlicamac, sino que las únicas referencias le llevaban muy lejos del recorrido descendente y sin grandes saltos espaciales del relato de la migración, como si se estuvieran refiriendo a otro lugar con el mismo nombre.
«Acosta ha hecho notar que de Ia Peregrinación de los azteca mexica tenemos un grupo principal de fuentes que señalan itinerarios que pasan por Tula. De este grupo, solamente tres omiten un importante Iugar anterior a Tula, que se llama Coatlicamac (Boca de Serpiente).
Esta nota pretende reunir los pocos datos antiguos que tenemos sobre Coatlicamac, contribuyendo así, aunque en un solo detalle, a la aclaración de Ia intrincada cuestión del origen de los aztecas que después se llamaron mexica. Cinco referencias antiguas hay de Coatlicamac y todas indican una ubicación bien sorprendente, como adelante veremos, y no tenemos otros datos.»1. La Historia de los mexicanos por sus pinturas, escrita por 1530 o 1535, trae Ia noticia de que Coatlicamac estaba “enfrente de Panuco”.
»2. La Segunda Carta de Cortes (1520), explica cómo, inmediatamente después de Ia prisión de Moctezuma, varios españoles fueron a conocer diversas partes de su Imperio, para organizar su explotación. Algunos fueron a Tamazulapa (Oaxaca), donde comentaron Ia alta cultura de sus habitantes. Otros se dirigieron hacia Malinaltepec, hacia Ia costa y cerca de un gran rio, que debe ser el Malinaltepec, situado al oeste de Coaxomulco y al suroeste de Ucila, del cual tenemos una relación del siglo XVI. El río grande, entonces, es el de Tuxtepec o uno de sus afluentes. Otros, sigue Cortes, fueron adelante por este río hasta una provincia llamada Teniz, donde hablaban otro idioma distinto de mexicano. Esta provincia estaba situada en una sierra alta e inaccesible, los habitantes no estaban sujetos a Moctezuma, y peleaban con lanzas de veinte o treinta palmas de largo. El señor de esta provincia se llamaba Coatlicamat. Cortes agrega que otros aventureros fueron a “Tuchitepeque”, en línea casi recta hacia el mar, doce leguas adelante de Malinaltepec.
»3. En un documento inédito del Archivo del Hospital de Jesús (Archivo General de Ia Nación), el Dr. Aguirre Beltrán encontró mención de un pueblo llamado Coatlicamalin, dato que generosamente me ha proporcionado. El Dr. Aguirre Beltran localizaría este pueblo en la congregación de los Médanos del Municipio de Alvarado.
»4. Burgoa, en el siglo XVII, hace mención de los “Guatinicamanes” en la región evangelizada desde Villa Alta (Oaxaca), junto con los zapotecos, mijes, y chinantecos.
»5. En el pueblo de Mazatlan (Oaxaca) se dice hoy día que los dos frondosos tempexquistles situados en la plaza fueron plantados por “el rey Guatinicamane”.
»Las anteriores son todas las notas antiguas o modernas que conozco sobre Coatlicamac. Todas lo sitúan por el noreste de Oaxaca y sur de Veracruz: la región general de Tuxtepec. No coincide esta ubicación con los orígenes tradicionales de la tribu por la costa occidental, pero es preciso consignar el dato. El hecho de que Matlahuacalla (otro punto que mencionan las mismas fuentes inmediatamente después de Coatlicamac) se encuentra como nombre de dos rancherías del Edo. de Puebla -una en el norte y la otra situada entre Coyomeapan y Cozcatlan-no ayuda a menospreciar este dato tan en pugna con las teorías existentes sobre la procedencia de los azteca-mexica». [R. H. B.].
R. Barlow. Coatlicamac. En Tlalocan, vol. 2, Núm. 2, págs. 190-191, 1946. Consultar.
6. La versión de la Crónica Mexicana es más extensa y presenta algunas diferencias. La razón por la que Huitzilopochtli se enfada con los Centzon Huitznáhuac no queda clara, quizás porque se estaban comiendo a sus padres, y Coyolxauhqui no es su madre, sino una especie de líder de los Centzon Huitznáhuac. En cualquier caso, les arranca el corazón a todos y se lo come.
La versión de Durán es muy parecida a la Crónica Mexicayotl, por lo que no me extendiendo al respecto, pero en cambio sí que presenta diferencias muy interesantes la que se cuenta en la obra anónima Historia de los mexicanos por sus pinturas.
Después de salir de Chicomoztoc, los mexicas pasaron por diversos lugares —como Panuco y Cuaticamat— hasta que llegaron a un cerro que está antes de Tula llamado Coatebeque (Coatepec), donde estuvieron nueve años. Llevaban consigo unas «mantas», quizás bultos sagrados (tlaquimilollis), con los restos de cinco mujeres legendarias que había creado Tezcatlipoca con otros cuatrocientos hombres para alimentar al Sol, los cuales no deben confundirse con los mimixcoa, aunque el mito presente varios paralelismos.
Estas mujeres resucitaron y se pasaron cuatro años haciendo penitencia en el cerro sacándose sangre de la lengua y las orejas. Pasados cuatro años, una de ellas llamada Coatlicue cogió unas plumas blancas y se quedó embarazada sin «ayuntamiento de varón». Entonces resucitaron también aquellos otros cuatrocientos hombres y viendo que que Coatlicue estaba embarazada quisieron matarla. Pero de ella nació Huitzilopochtli, «otra vez, allende de las otras veces que había nacido, porque como era dios hacía y podía que quería» y les dio muerte. Los mexicas pasaron un tiempo más en Coatepec y luego siguieron su camino.
8. La bibliografía Sobre Coatepec y el nacimiento de Huitzilopochtli es muy extensa. Algunas referencias que se pueden consultar online para empezar.
a. Sobre la fiesta de Panquetzaliztli ver:
Graulich, Michel. Ritos aztecas. Las fiestas de las veintenas. INI, 1999.
Kenrick Kruell, Gabriel. Panquetzaliztli. El nacimiento de Huitzilopochtli y la caída de Tezcatlipoca. En Revista de Estudios Mesoamericanos, 10, 2011. Consultar.
Mazzetto, Elena. Mitos y recorridos divinos en la veintena de Panquetzaliztli. En Trace, 75, págs. 46-85, 2019. Consultar.
b. Algunas referencias sobre Coatepec muy interesantes:
Maria Castañeda de la Paz y Bas van Doesburg. Coatepec en las fuentes del centro de México y su presencia en el valle de Coixtlahuaca. Pictografía y escritura alfabética en Oaxaca, IEEPO, págs. 161-196. 2008. Consultar.
Yami Gelo. El Cerro Coatepec en la Mitología Azteca y Templo Mayor, una Propuesta de ubicación. En Arqueología, 47, 2014. Consultar.
Yami Gelo. Hallazgo de una escalinata en el cerro Hualtepec, sitio del mítico Coatepec. 2015. Consultar.
c. Sobre el nacimiento de Huitzilopochtli en el contexto de la migración azteca:
González Torres, Yolotl. Seler y Huitzilopochtli. En Eduard y Caecilie Seler. Sistematización de los estudios americanistas y sus repercusiones. UNAM, INAH, 2003. Consultar.
González Torres, Yolotl. El dios Huitzilopochtli en la peregrinación mexica. De Aztlán a Tula. En Anales del Instituto Nacional de Antropología e Historia, 48, 1966. Consultar.
Johansson K, Patrick. Gestación y nacimiento de Huitzilopochtli en el monte Coatépetl. consideraciones mítico-obstétricas. Estudios de cultura Náhuatl, 53, 2017. Consultar.
Uchmany, Eva Alejandra. Huitzilopochtli, dios de la Historia de los Azteca-Mexitin. En Estudios de Cultura Náhuatl, 13. 1978. Consultar.
10. Federico Navarrete Linares. Los orígenes de los pueblos indígenas del Valle de México. UNAM, 2011. Consultar.
11. Sobre la fiesta de ochpaniztli ver:
Graulich, Michel. Ochpaniztli, la fiesta de las siembras de los antiguos mexicanos. En Arqueología Mexicana, 91, 2008.
Grave Tirado, Luis Alfonso. Barriendo en lo ya barrido, un nuevo repaso a Ochpaniztli. Estudios de cultura Náhuatl, 35, 2004. Consultar.
Johansson K., Patrick. Lo lúdico y lo trágico en la fiesta náhuatl Ochpaniztli. En Caravelle, 73, págs. 11-25, 1999. Consultar.
Mazzetto, Elena. La veintena de Ochpaniztli. Una posible metáfora de crecimiento del maíz en los espacios del Templo Mayor de México-Tenochtitlan. En El maíz nativo en México. Una aproximación desde los estudios rurales, págs. 65-92, 2016. Consultar.
10. Sobre la extensión del cuexteca para referirse en general al otro, al extranjero hay un pasaje definitivo en el Códice Florentino de Sahagún que dice así:
«Su nombre es también tohueyome, también es su nombre pantecas o panotecas. Su nombre proviene de (su) tierra: el nombre de ese lugar llamado Cuextlan. Quienes viven en esa tierra, según se dice, son nombrados Cuextecas. El nombre de uno (en singular) es cuextécatl, y respecto de su nombre tohueyome, uno solo se dice tohueyo. Este nombre de tohueyo significa nuestro vecino […]».
Muy interesante. Da la impresión de que los aztecas tomaron de o que quedaba del lejano esplendor maya muchas cosas. Supongo que en próximas entradas hablarás de Tamtoc.
Espero con impaciencia la próxima entrega.
Muchas gracias, Daniel.
Tamtoc es muy interesante, pero no sé yo si entrará 😛
ME GUSTARIA QUE CADA LÁMINA TRAJERA SU INFORME DEL DESARROLLO QUE SEA LO QUE SUCEDE EN CADA UNA DE ELLAS … GRACIAS
Hola Eduardo, eso intento : )
Primero analizo cada escena y luego trato de explicar qué significa el conjunto, aunque a veces no está claro. Al final de cada capítulo, en el rectángulo gris, hay una lectura literal de lo que está sucediendo.
Lamento que no sea más claro, pero el códice no da más pistas o al menos yo no las encuentro, jejejjee.
Un saludo.
Me gustaría saber quien es el autor de los artículos del códice boturini, es muy interesante la información como para tener un autor anonimo 😀
Hola José Luis, muchas gracias. Escribí yo todos, Marcos Méndez Filesi : )