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p. balcánica 6: Korça

El sitio que más me gustó de Albania

p. balcánica 6: Korça

Otra encrucijada

Tras pasar noche en Berati, desperté bastante reguleras. El sitio donde me alojaba tenía aire acondicionado, un artefacto al que no estoy acostumbrado más allá del trabajo, y lo dejé encendido toda la noche por descuido a una temperatura que creo que es más baja de lo habitual. Resultado, amanecí acatarrado y con fiebre. Bueno, quizás fue por otra razón, pero prefiero pensar que fue por el aire, que así me reafirmo en mi desprecio para esas máquinas que no paran de echar calor a las calles y mi amor por los ventiladores. Por fortuna el catarro solo me duró un par de días más y la fiebre solo me llegaba a media tarde, a partir de las siete o así, cuando ya menguaba la luz del sol y comenzaba a pensar en la cena. Bueno, pues el caso es que peor o mejor de salud tenía que tomar una decisión dolorosa.

Desde donde estaba tenía dos opciones: o bien seguía bajando hasta Gjirokaster y de ahí a Sarandá para ver Butrinto, un yacimiento arqueológico espectacular, o bien iba a Korça para pasar luego a Macedonia del Norte. Aún sin saber muy bien adónde iría, marché hasta la estación, adonde llegué poco antes de las 10 medio aturullado por la fiebre. Y ahí me dijeron que el siguiente autobús para Gjirokaster saldría hacia las 13. Fue definitivo.

De haber tenido tiempo, este es el viaje que me habría gustado hacer por Albania. Incluyo las horas reales, más o menos, que lleva llegar a cada sitio en autobús y los días que le habría dedicado a cada lugar

Me hubiera gustado seguir bajando, pero se me iban los días: por lo menos me habría llevado un día llegar a Gjirokaster y otro más para visitar esta ciudad, que al parecer es la más bonita de Albania después de Berati. Otros dos días más para visitar Sarandá – Butrinto y todavía otro más para llegar a la frontera de Macedonia desde tan abajo, una paliza de ocho horas de bus que igual compensa porque al parecer es una ruta muy chula que va atravesando unas montañas espectaculares. Realidad 1 – Dibujitos en el mapa 0. Y es que no aprendo. Uno puede trazar al milímetro una ruta en países donde hay muy buenas comunicaciones, sin montañas y con carreteras buenas, pero en otros es tontuna, ya que a veces recorrer una distancia muy corta puede llevarte todo el día entre los horarios de los transportes y la calidad de las carreteras.

Así que dejé el sur de Albania para otra ocasión y al final tiré hacia Korça pasando por Tirana, que la línea de autobuses funciona muy bien de forma radial, con el centro en la capital, pero es bastante más complicada para ir de lado a lado por las montañas. El paisaje es aún más bonito que los trayectos anteriores, sobre todo a medida que nos acercábamos a Korça.

La plaza principal de Korça

Una ciudad tranquila

Korça es una ciudad pequeña y muy cuidada que ha tenido gran importancia en el desarrollo cultural de Albania, ya que aquí se forjó parte del movimiento intelectual albanés del siglo XIX que terminó por conducir a la independencia del país en el siglo siguiente. El centro histórico apenas se extiende unas calles desde la plaza principal, pero está muy cuidado y es delicioso, para echarle horas tomando café, cerveza o whatever en una terraza. Solo pude echarle un día, aunque vale la pena dedicarle al menos dos.

A diferencia de Berati, aquí no se conservan muchos sitios históricos, aunque hay alguna excepción, como la mezquita de Iljaz Mirahori, de 1494, una de las más antiguas del país.

Además, en la ciudad hay unos tres o cuatro museos, aunque solo me dio tiempo de ver el de arte medieval, que entre otras cosas tiene obras del maestro Onufri, que me chifla tal y como expliqué cuando hablé de Berati.

Por último, una razón más para amar la ciudad: en Korça se encuentra la fábrica de cerveza homónima, la más rica de todas la que probé. Está buenísima.

La Iglesia de la Resurrección

Korça, como decía, es una delicia, para estar dos días viviendo la ciudad tranquilamente, sin embargo, el tesoro histórico artístico más importante está en las afueras, echando a andar hacia el monte, a unos 4 kilómetros, en la pequeña aldea de Mborje, donde se encuentra la iglesia de La Resurrección, levantada hacia 1400, que también es de las más antiguas de Albania y creo que la que más me gustó de todo el viaje.

Camino de Mborje
La Iglesia de la Resurrección

La iglesia estaba cerrada, pero una vez más la hospitalidad albanesa vino en mi auxilio. Pregunté a un paisano en la jerga italo-española-inglesa con que trataba de comunicarme y salió en busca de un hombre que participa en un programa albanés para facilitar la vida al turista llamado Smile from Albania, con cuyos colaboradores recomiendo contactar si no se tiene muy claro cómo viajar por el país. Le expliqué que estaba muy interesado en ver la iglesia por dentro y el hombre fue a su vez a buscar al guardián de las llaves. Les estoy muy agradecido, porque los frescos del interior son espectaculares.

El que más me gustó representaba el Apocalipsis. El Infierno, como ya vi en otras pinturas de Albania, está simbolizado por el Leviatán, una criatura bíblica de dimensiones gigantescas que vive en el mar. Durante la Edad Media fue lugar común situar al Leviatán en la puerta del Infierno. El monstruo se transforma en una especie de cancerbero que engulle a los condenados. No es una fiera pasiva, un umbral entre la superficie terrestre y el inframundo, sino un agente activo. Es la encarnación del Infierno que emerge de debajo de la tierra para arrastrar a los malvados hacia el suplicio eterno.En este caso, parece que está siendo cabalgada por el Diablo. Encima del Leviatán se encuentra la ramera de Babilonia, que por aquel entonces también se asociaba a la iglesia católica de Roma.

Los frescos son fabulosos y es una pena que algunos estén muy deteriorados. Urge una campaña de restauración y conservación, pero los albaneses no tienen pelas. A ver si la Unión Europea o no sé quién pone dinero, porque sería una pena que se perdieran para la humanidad.

Por cierto, hablando de iglesias y religión, ahí tienen cierto cacao con las cosas del creer como resultado de las distintas culturas que han ido pasando por el país. Las cifras son objeto de debate, pero más o menos parece que la mayor parte, en torno al 56.7% son musulmanes sunitas, sobre todo por el centro; el 10%, concentrados en el norte son cristianos católicos;  el 7%, por el sur, cristianos ortodoxos, pero de una iglesia autocefala, es decir, que no depende de otra; el 2.1% son musulmanes bektashista, y luego hay un montón de ateos y varias religiones muy minoritarias. como los protestantes o los judíos.

En cualquier caso, la religión se vive de forma relajada tanto por unos como por otros. De momento parece que se llevan muy bien y Albania es un caso ejemplar de convivencia interreligiosa, aunque si hay algo que ha demostrado la historia es que al personal le encanta matarse por cuestiones de fe. 

Desde fuera, por lo poco que se puede conocer una cultura pasando unos días turisteando de refilón, parece que por encima de todas las cosas adoran el café y el tabaco, que no he visto pueblo más fumador en mi vida, así que confiemos en que sigan siendo tan tolerantes y no pase nada terrible como las guerras de la antigua Yugoslavia.

Se acabó Albania : (

Y hasta aquí Albania, que el viaje siguió ya por Macedonia del Norte y Bulgaria, aunque me habría gustado haberme quedado más por este país,que me pareció formidable y que me ofreció todo lo que busco en un viaje: hospitalidad, arte, cultura y naturaleza.

Soy consciente de que mi descripción del país es subjetiva, aunque no mentirosa, pero es que los relatos de viajes son subjetivos, sino serían crónicas periodísticas. Es subjetivo lo que se cuenta y también lo que se documenta, se vive, se observa y se recuerda. Los turistas seleccionamos ver unas cosas frente a otras, por lo general las más hermosas o de mayor significación cultural, y, salvo por morbo o intención periodística, obviamos las más feas, sosas e intrascendentes, sobre todo si viajamos con tiempo limitado, que es lo normal. Y es razonable y natural que sea así. Parece más sensato y óptimo, por ejemplo, que si uno va a pasar unos días en Roma los dedique al magnífico legado artístico e histórico de la ciudad que a pasear por las torres de hormigón del barrio de Tor Bella Monaca.

En fin, que podría haber contado otras cosas de Albania menos chulas, como el machismo y la homofobia terrible que aún padecen, el auge de las mafias o las vendettas del sistema de clanes que siguen destruyendo familias enteras, pero he preferido hablar de otros temas, que los viajes cortos hay que hacerlos desde el cariño, sobre todo cuando ha sido así como te han recibido… Pero basta ya de ponerse estupendo, que el viaje aún no terminó.

Sigo el relato en la próxima entrada de este viaje por la península Balcánica.

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