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Reyes abandonados

Sargón, Moisés, Rómulo y Remo, Teseo... en la Antigüedad abundan los mitos relacionados con reyes abandonados.

Reyes abandonados

A finales del tercer milenio antes de Cristo, Mesopotamia seguía siendo una gran mescolanza de pueblos y culturas. A orillas del Golfo Pérsico se alzaban orgullosas las antiguas ciudades sumerias –como Uruk, Ur o Eridú– donde mil años antes se habían realizado descubrimientos tan importantes como la escritura. Cada una de estas ciudades controlaba un pequeño territorio y, a juzgar por las recias murallas que las defendían, las guerras debían de ser habituales. Más al norte, algunas poblaciones semitas se habían asentado en algunas ciudades sumerias y al este se encontraban los elamitas y algunos pueblos nómadas –como los guteos– de probada ferocidad guerrera.

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Hacia el año 2334 a.C., Sargón, un hombre humilde de origen semita que trabajaba como “copero” en la corte del rey de Kish, de alguna manera se hizo con el poder. Trasladó la corte a la ciudad de Akad, que aún no se ha descubierto, y emprendió una serie de victoriosas campañas militares que dieron lugar al primer gran reino de la antigua Mesopotamia. Por el sur, conquistó el núcleo de ciudades sumerias (etcétera) y el vecino reino de Elam; por el norte, su imperio se extendía hasta los montes Tauro, en la actual Turquía.

En torno a Sargón (Sharru (Un) Kin, 2350-2295), cuyo nombre significa algo así como «el rey legítimo», se forjaron diversas leyendas. Una de ellas cuenta que era de padre desconocido y que fue abandonado por su madre. Por una razón que no se explica, cuando aún era un bebé, su madre le puso en una cesta de juncos y la lanzó al río. Corriente abajo fue encontrado por un hombre llamado Akki, quien lo adoptó como hijo propio. El profesor G. Fatás recompone esta leyenda a partir de algunas tablillas:

«Yo soy Sargón [Sharru kinu, rey verdadero], el rey poderoso, el rey de Acad [fundada por Sargón. Cerca de Bagdad?]. Mi madre fue gran sacerdotisa [para otros traductores: “pobre”. Enitum como femenino de enu; pero puede ser una variante de entum, gran sacerdotisa] y no conocí a mi padre [un texto de la Dinastía de Isín, 2000-1817, llama Laibuum al padre de Sargón]. Los hermanos de mi padre [los semitas] amaban las colinas [la zona de Amurru, probablemente]. Mi ciudad es Azupiranu [“la del azafrán”, acaso en la confluencia del Jabur], en las riberas del Éufrates.

»Mi madre, gran sacerdotisa, me concibió y me alumbró en secreto. Me puso en un cesto de juncos y selló con pez sus aberturas. Me puso en el río, que no se alzó contra mí. El río me llevó hasta Akki, el escanciador del agua. Akki, el escanciador del agua, me sacó cuando hundía su cubo en el río. Akki, el escanciador de agua, me adoptó como hijo suyo y me crió. Akki, el escanciador de agua, me designó su jardinero.

»Mientras era jardinero, Ishtar me otorgó su amor [A Ishtar, la Inanna sumeria, le placen los jardineros, como señala el Poema de Gilgamesh VI 64]. Y ejercí la realeza durante [cincuenta] y seis años. Goberné y regí al pueblo de los cabezas negras. Con hachas de bronce conquisté poderosas montañas], subí a las sierras superiores, crucé las sierras inferiores [hasta el Líbano y el Tauro, incluida Mari, por el N.; el Elam, por el S.]. Por tres veces recorrí los países [de más allá] del Mar [Chipre, Golfo Pérsico]. [Mi mano] conquistó Dilmun [el Edén sumerio. Acaso Bahrein]. Subí hasta Der, la Magna [act. Badra, en Irán], y la conquisté. Destruí Kazallu [al O. de Kish] y (…) Cualquier rey que me suceda [si quiere estar en parangón conmigo, que dirija sus pasos por donde yo encaminé los míos]. Que gobierne al pueblo de los cabezas negras, que conquiste poderosas montañas con hachas de bronce, que suba a las sierras superiores, que cruce las sierras inferiores, que recorra por tres veces los países de más allá del Mar, que su mano conquiste Dilmun, que suba hasta Der, la Magna, y la conquiste, […] de mi ciudad, Acad […]»

Moisés, otro gran caudillo semita, también fue abandonado en un río. Según el libro del Éxodo, el faraón de Egipto, cuyo nombre no se facilita, estaba preocupado porque los hebreos –a los que mantenía sojuzgados– tenían más hijos que los egipcios. Para contrarrestar este peligro, ordenó que se les explotara aún más pero, como seguían teniendo muchos hijos, mandó que todos los varones recién nacidos fueran arrojados al Nilo.

A la madre de Moisés, Jozabed, le daba mucha pena abandonar a su hijo y lo mantuvo escondido durante tres meses. Cuando ya era tan grande que no podía ocultarlo, cogió al bebé, lo metió en una cesta de papiro, la selló con betún y pez y la dejó en la ribera del río. Allí fue encontrado por la hija del faraón, quien, tras adoptarlo confió su cuidado a Jozabed. Muchos años después, siendo ya adulto, Moisés fue elegido por Yavé para liberar a los judíos del yugo egipcio y sus hazañas le convirtieron en uno de los líderes más importantes del pueblo de Israel.

Rómulo y Remo, los legendarios fundadores de la ciudad de Roma corrieron la misma suerte. Numitor, su abuelo, había sido destronado de la ciudad de Alba Longa por su hermano Amulio. Temeroso de que los descendientes de Numitor trataran algún día de reclamar el trono, Amulio mandó matarlos a todos menos a una hija de Numitor llamada Rea Silvia. Aún así, para evitar que tuviera hijos, ordenó que se hiciera vestal, es decir, sacerdotisa de la diosa Vesta, pues las vestales debían de permanecer vírgenes so pena de muerte durante 30 años.

Un día, el dios Marte vio a Rea Silvia dormitando a la orilla de un río, se acostó con ella y se quedó embarazada. Cuando nacieron los dos gemelos, Rómulo y Remo, para no ser descubierta los abandonó en una cesta que arrojó al río Tíber. Por fortuna, el canasto terminó embarrancando en una orilla y una loba se hizo cargo de los pequeños. Años después, los gemelos fundaron la ciudad de Roma y uno de ellos, Rómulo, se convirtió en su primer soberano.

En la tradición mitológica griega también encontramos ejemplos de reyes legendarios que fueron abandonados al nacer. Un caso muy conocido es el de Edipo. A su padre, Layo, rey de Tebas, un oráculo le había predicho que su hijo le mataría, según algunas versiones, o, según otras, que su nacimiento habría provocado grandes desastres en su linaje. Layo hizo caso omiso de estas advertencias y Yocasta, su mujer, tuvo al desdichado niño. Temeroso del vaticinio, Layo ordenó abandonar al niño a su suerte, ya fuera en un monte o en un cesto arrojado al mar, dependiendo de cada versión. Edipo fue adoptado por un rey llamado Polibo y años después mató a Layo sin saber aún que era su padre y se convirtió en rey de Tebas.

Sería interesante analizar casos semejantes en el mundo antiguo –como el de Perseo o el de Teseo– y comprobar si están relacionados y si se puede encontrar algún patrón común. Por cercanía geográfica y tradición cultural, es probable que las leyendas de Sargón y Moisés sí que estén emparentadas, pero no sé si pudieron influir en los casos de Grecia y Roma.

Publicado en La Casa de Asterión (21-02-2009)

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