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Uzbekistán 4: Korasmia

En busca de las fortalezas del desierto

Uzbekistán 4: Korasmia

En el extremo oeste del país se encuentra la región de Karakalpakstan, que es una república autónoma dentro de Uzbekistán. Conviene dedicarle cuanto menos uno o dos días, pero en cualquier caso es imprescindible visitarla en coche, salvo que se vaya en un viaje organizado, claro. No debería ser un problema no saber conducir, como era nuestro caso, ya que no cuesta demasiado contratar un coche con conductor, entre otras razones por lo barato que es el combustible, y se puede encontrar en cualquier lado. Nosotros lo contratamos con el dueño del hostal donde dormíamos en Khiva.

Suele ser habitual visitar lo que queda del mar de Aral, hoy convertido en un desierto como consecuencia de los excesos provocados por el cultivo intensivo del algodón desde tiempos de la ocupación soviética; pero pensamos que este desastre ecológico tenía poco que ofrecernos y preferimos dedicar el día a conocer las antiguas fortalezas de Corasmia y luego dormir en Nukus, donde a la mañana siguiente cogimos temprano un vuelo hasta Taskent, la capital. Llegamos hacia el mediodía y desde ahí bajamos en coche hasta la frontera con Kirguistán por el valle de Fergana, donde llegamos hacia las 18, para cruzarla a pie y de ahí a Osh en autobús, pero eso lo cuento mejor en otra entrada. Volvamos a Karakalpakstan.

La región de Corasmia se extiende por el norte occidental del río Amu Daria, que antiguamente llegaba hasta el mar Aral, y ha sido zona de encuentro entre los pueblos nómadas del norte y los grandes imperios del sur. En el primer milenio a.C. estuvo poblada por los escitas (saka), un pueblo nómada de jinetes legendarios y hacia el siglo VI a.C. la región pasó a formar parte del imperio persa aqueménida. Tras la derrota de los persas por Alejandro Magno en el siglo IV a.C., la satrapía se convirtió en un reino próspero que se mantuvo más o menos tranquilo hasta que fue invadido en el siglo II a.C. por unos pueblos bárbaros del noreste. El reino volvió a florecer poco después con la dinastía Afrighid que se mantuvo durante siglos hasta la llegada del Islam.

En medio del desierto se han encontrado numerosas fortalezas y emplazamientos arqueológicos del período previo a los afrighid, que entre otros encantos tienen el haber estado muy vinculadas al zoroastrismo, aunque de esta religión poco se puede apreciar en las construcciones del desierto que se conservan hoy en día, al menos en las que visitamos nosotros, que son las mejor conservadas.

Las fortalezas del desierto

Comenzamos la mañana visitando el conjunto de Ayaz Kala, que está formado por tres fortalezas, cada una a un nivel. La que más me gustó es la que está en el nivel superior, Ayaz Kala I. Aunque apenas se conserva el muro exterior y alguna galería abovedada, las vistas desde lo alto del emplazamiento son impresionantes. Desde esa posición podían controlar a simple vista gran parte del antiguo valle. Su antigüedad podría remontarse al siglo IV a.C. y perduró unos 500 años.

Ayaz Kala I

No se han encontrado grandes estructuras en el interior de las murallas, ni siquiera depósitos de agua, por lo que quizás la fortaleza con su gran explanada central solo servía como refugio temporal para un campamento de yurtas de grandes personajes que iban ahí de vez en cuando. De hecho, gracias a su altura, unos pocos arqueros podían defender con facilidad todo el conjunto.

Hablando de yurtas… al lado del complejo hay un campamento de yurtas para turistas donde se puede dormir y cenar por un precio algo caro, pero asumible. Sin embargo, nosotros habíamos preferido pasar la noche en Khiva para aprovechar hasta el último minuto en esta ciudad tan bonita. De yurtas, sabíamos, ya íbamos a pegarnos un atracón cuando cruzáramos a Kirguistán.

Ayaz Kala II

La segunda fortaleza es Ayaz Kala II y se alza en un nivel intermedio sobre una colina pequeña enfrente la anterior. Si no hiciera tanto calor y no fuera tan pesado andar sobre la arena, se podría llegar de una a otra andando en un rato, pero nosotros nos acercamos en coche hasta la base, luego hay que subir por un sendero de unos pocos metros.

Se desconoce cuándo fue levantada, pero al parecer es la más moderna de las tres. Se calcula que debió erigirse entre los siglos IV y VIII d.C. y se mantuvo con altibajos como residencia de algún pequeño señor feudal hasta la invasión mongola del siglo XII.

El conjunto abarca tres zonas: un fuerte, por el que se entra, un palacio y un área residencial. No hay ni un solo cartel, por lo que conviene ir documentado previamente si se quiere entender algo. No he podido consultarlo aún, pero parece ser que un buen punto de partida es el libro Following the Tracks of Ancient Khorezmian Civilization de Sergeĭ Pavlovich Tolstov, que estuvo excavando en la zona a mediados del siglo XX.

La tercera fortaleza del conjunto, Ayaz kala III, es la más pequeña. Se levantó en la llanura inferior, por lo que se puede ver bien desde cualquiera de las otros dos. Debió de levantarse entre los siglos I y II d.C. y estaba relacionada con el trabajo del campo.

Ayaz kala III

De Ayaz Kala marchamos a Toprak Kala, que es la fortaleza sin restaurar mejor conservada. Sigue una planta rectangular de unos 500 por 350 metros y también estaba rodeada por una muralla. Albergaba un palacio pequeño, de unos 80 metros cuadrados, y todavía hoy se advierten a simple vista varias habitaciones. Podría remontarse al siglo I a.C. y estuvo ocupada hasta el siglo XIII.

Aún nos dio tiempo de ver una última fortaleza, Janbas Kala, que están reconstruyendo. Al parecer, podría remontarse al siglo I a.C. y curiosamente carece de grandes torres defensivas, por lo que su función podría ser básicamente administrativa.

Janbas Kala

Mizdakhan

Antes de ir a Nukus, una ciudad muy acogedora, nos detuvimos en Mizdakhan, una de las necrópolis más impresionantes que he visto nunca. Se extiende a lo largo de una colina cerca de Hojeli, a unos 13 km de Nukus, y está formada por millares de tumbas, desde las más sencillas, apenas delimitadas por unas cadenas, a las más sofisticadas, incluida una con forma de yurta. Parece ser que ya desde el siglo IV a.C. servía de cementerio y fue un lugar sagrado durante el zoroastrismo, al igual que siguió sucediendo cuando llegó el islam.

Alberga un par de espacios destacados: la llamada tumba de Adán (algún día escribiré algo sobre todas las tumbas de Adán que hay en el mundo) y el mausoleo de Mazlumkhan-Sulu, de los siglos XIII-XIV, pero lo mejor es perderse sin rumbo paseando por ese mar interminable de tumbas.

Ya en Nukus, unas cervezas y a la piltra, que al día siguiente había que madrugar para conseguir llegar a Kirguistán, donde íbamos a cambiar mezquitas, madrasas y mausoleos, por unos paisajes naturales formidables.

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